CENTRO DE EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MANIZALES.

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Transcripción de la presentación:

CENTRO DE EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MANIZALES

MINISTERIO DE SALUD FORMACIÓN LA IGLESIA Y EL DUELO

INTRODUCCIÓN “Dios ha formado el cuerpo dando más honor a los miembros que carecían de él, para que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él” (1Cor 12,24-26).

Solidaridad comunitaria ante el dolor La responsabilidad de ayudar a quien está en duelo no debe recaer sólo sobre los familiares o los amigos, sino que debe involucrar a toda la comunidad. Todos somos “prójimo” de quien sufre, y la cercanía física es un incentivo. El sufrimiento de un miembro de la comunidad interpela a todos en la solidaridad, la gratuidad y la caridad como valores cristianos. Dios mismo se revela a través del amor y la presencia de los hermanos que lo representan.

La Iglesia y el duelo La comunidad es determinante para ayudar a elaborar el vacío causado por un duelo. Además de la comunidad mediata (familiares, amigos, vecinos), hay una comunidad más amplia: la Iglesia, llamada a ofrecer esperanza a las personas en duelo. Pero muchas personas tienen contacto con la Iglesia sólo en los eventos de muerte.

La Iglesia y el duelo La Iglesia asume un papel particularmente importante al interpretar la muerte a través de la liturgia, al decir una palabra sobre el misterio de la vida y de la muerte y movilizar la solidaridad humana al servicio de quien ha perdido a un ser querido. La muerte nos obliga a examinarnos para valorar el significado de la vida y a reconciliarnos con nuestras limitaciones. Allí la Iglesia tiene una palabra para decir y una presencia para ofrecer.

La contribución de la Iglesia junto al ser humano probado en el dolor Se da a través de tres caminos diversos: La liturgia: que se convierte en evangelización a través de los ritos y gestos. El anuncio: que se convierte en evangelización a través de la palabra. La diaconía: que traduce el Evangelio en servicio y en obras de caridad.

a. La liturgia La investigación arqueológica evidencia que en la historia de la humanidad siempre han existido los ritos fúnebres. El ritual fúnebre tiene, antropológicamente, un papel terapéutico en la elaboración del duelo; el ritual es, de algún modo, una necesidad psicológica. La sociología estudia el papel de estos ritos en el desarrollo de los lazos comunitarios. La teología ve en ellos una expresión de los valores de la comunidad creyente.

a. La liturgia “Las instituciones, ritos y formas de duelo tienen la función de controlar, guiar y orientar el dolor, permitir la elaboración de la separación y redefinir al mismo tiempo las relaciones con la persona desaparecida” (E. Grappiolo). El rito fúnebre facilita una sana elaboración de la experiencia luctuosa.

La liturgia fúnebre en el A.T. La tradición judía expresaba su dolor a través de ritos tomados, a veces, del paganismo: - lamentaciones fúnebres (1Re 13,30; Jer 22,18) - rasgarse las vestiduras (Gn 37,34; 2Sam 1,11) - afeitarse la barba o rasurarse la cabeza (Jer 41,5; 48,37) - caminar con los pies descalzos (2Sam 15,30; Miq 1,8) - ponerse un vestido de luto (2Re 6,30; 2Mac 3,19) - ocultar el rostro o la barba (2Sam 19,5; Ez 24,17) - ayunar (2Sam 3,35; 1Sam 31,13) Los ritos de sepultura y de duelo podían prolongarse desde siete días (1Sam 31,13) hasta setenta (Gn 50,3) y terminaban con ceremonias de purificación (Nm 31,19).

La liturgia fúnebre en el N.T. En el N.T. son menos numerosos los episodios de muerte citados y más moderadas las expresiones de duelo que los acompañan: - La muerte de la hija de Jairo (Mc 5,38-39) - La muerte del hijo de la viuda de Naim (Lc 7,11-17) - La muerte de Lázaro (Jn 11,1-45) - La sepultura de Jesús (Lc 23,50-56).

La liturgia fúnebre en la comunidad cristiana A lo largo de su historia, la Iglesia ha vivido elaboraciones sucesivas de los ritos fúnebres. Algunos elementos que se presentan en su práctica son: El honor tributado al cuerpo del difunto, considerado como templo del Espíritu Santo. El anuncio del Misterio Pascual de Cristo a través de la Palabra de Dios, los Salmos y oraciones. El uso de símbolos religiosos: cirio pascual, aspersión, incensación, color litúrgico morado. Para dar un significado de esperanza al misterio de la muerte.

La liturgia fúnebre en la comunidad cristiana La finalidad de los ritos cristianos es la de venerar los cuerpos, celebrar la memoria del difunto, afirmar el valor de la vida y ubicar el acontecimiento de la muerte en el horizonte de la esperanza cristiana. La Liturgia de las Exequias se articula en tres momentos: La vigilia de oración en casa del difunto, o en una capilla o funeraria (con lecturas de la Palabra de Dios y el rezo del Rosario). La celebración de la Misa Exequial en el Templo El último adiós de la comunidad en el Cementerio.

La liturgia fúnebre en la comunidad cristiana Estos actos litúrgicos, a través de su dimensión de familiaridad, hecha de gestos y palabras, dan un sentido de continuidad a la vida y de pertenencia comunitaria a los participantes. Además, facilitan el duelo porque contribuyen a: - afrontar la realidad de la muerte sin negarla u ocultarla, - exteriorizar la aflicción liberando las emociones que surgen, - reavivar la fe y la esperanza de los presentes, - ritualizar el adiós a un miembro de la comunidad, ofreciendo apoyo a los familiares, - reflexionar sobre la muerte evangelizando la vida.

La liturgia fúnebre en la comunidad cristiana Estos ritos asumen un significado más profundo en la medida en que los presentes los comprendan y participen de ellos, pues a menudo la asamblea está formada por personas que se hacen presentes más por vínculos profesionales o sociales que por convicciones religiosas.

La liturgia fúnebre en la comunidad cristiana El doble desafío para todos los agentes de pastoral (no sólo para los sacerdotes) es: Saber interpretar el dolor, las necesidades y los interrogantes de todos los presentes e iluminar la oscuridad de la muerte con la luz de la fe, Reanimar en la esperanza a los presentes, haciéndolo con delicadeza y tacto, de modo que sus palabras expresen la compañía materna de la Iglesia y ofrezcan el consuelo de la fe al cristiano que cree, sin herir a quien llora.

La liturgia fúnebre en la comunidad cristiana El valor sanador de la liturgia aumenta en la medida en que el rito esté marcado por la “familiaridad”, según las circunstancias. Es importante cuidar con particular atención los ritos de adiós para quienes murieron en forma violenta o se suicidaron, de modo que los gestos y las palabras de consuelo expresen la misericordia de Dios más que su juicio.

b. El anuncio de la fe El cristianismo no es sólo celebración de ritos, sino también la proclamación de un anuncio. El anuncio es oportunidad para reflexionar sobre la teología de la vida y de la esperanza cristiana. La teología de la vida incluye el acontecimiento de la muerte, en el que generalmente sólo se piensa cuando las circunstancias nos obligan.

b. El anuncio de la fe La muerte es para todos un encuentro inevitable, que aumenta la conciencia de lo precario de la existencia. Ante esta experiencia, a menudo trágica e imprevista, la Iglesia anuncia el Misterio Pascual, que incluye no sólo la oscuridad del Viernes Santo, sino también la luz de la Resurrección de Cristo. La Pascua sintetiza el dolor humano y lo pone en la dimensión de la salvación, anunciando que la vida es más fuerte que la muerte, más aún, que de la muerte renace la vida (Jn 12,24; cf. 16,20).

b. El anuncio de la fe La fe cristiana nos permite interpretar: la vida y la muerte, los dolores y las alegrías, las tristezas y las esperanzas. Como creyentes, no podemos limitarnos a existir; necesitamos aprender a vivir la vida, a disfrutarla y a celebrarla. La fe cristiana nos invita a enriquecer el tiempo, a hacer el bien para dejar recuerdos positivos en el prójimo, a amar a las personas que Dios mismo nos ha puesto en el camino, es decir, a tener vida en abundancia (Jn 10,10).

La teología de la esperanza nos recuerda que la existencia del ser humano tiende hacia el futuro de una vida liberada para siempre de la caducidad del tiempo y de la muerte. El Credo termina afirmando la esperanza: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro”. El prefacio de la Misa exequial subraya que “la vida de los que en Ti creemos, Padre, no termina, sino que se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, Tú nos preparas una mansión eterna en el Cielo”.

El destino del ser humano es la unión plena con Dios El destino del ser humano es la unión plena con Dios. Aunque en la espera del cumplimiento de este destino, el hombre vive sobre la tierra su historia de relaciones y experiencias, marcadas a menudo por el absurdo y la injusticia. La fe implica tener confianza en Dios a pesar de las propias dudas, esperar en el mañana a pesar del sufrimiento de hoy (cf. 1Tes 4,13).

Este futuro al que aspira el hombre es el mañana escatológico al que tiende la historia humana, y encuentra en la liturgia variadas expresiones que nos hablan de resurrección y alegría eterna: “Alcanzar el reino prometido” “Compartir la comunión de los santos” “Ser acogidos en la plenitud de la vida” “Participar en el banquete del cielo” “Vivir para siempre en la gloria de Cristo” “Ser acogidos en la mansión de la luz y de la paz”.

La resurrección de Cristo Jesús es el comienzo de una nueva humanidad que mira las cosas y la vida con la conciencia de que su destino último está en Dios mismo. La fe no puede describir ese futuro, pero vive en la esperanza de entrar un día en él y participar de su misterio (1Cor 2,9). Toda persona está invitada a mirar su peregrinación terrena no como un destino, sino como un camino que termina en Dios, no como un problema por resolver, sino como un misterio por descubrir a la luz de la fe.

c. La diaconía de la caridad La Iglesia se ubica ante el problema del dolor con una actitud dinámica, tratando de superarlo cuando es posible, pero también con dinamismo y esperanza, transformándolo en un instrumento para el bien: “El sufrimiento está presente en el mundo para desencadenar el amor, para hacer nacer obras de amor hacia el prójimo” (Juan Pablo II, Dolentium hominum, 1985).

c. La diaconía de la caridad Toda persona tiene la misión de hacerse prójimo con quien está en duelo, ofreciéndole su cercanía y ayuda. El apoyo social humano es imprescindible para superar la pérdida de un ser querido y para elaborar el duelo; aquí es de suma importancia la relación de cercanía con amigos y conocidos que den lugar para expresar los estados de ánimo. Quien está en duelo necesita, sobre todo, ser escuchado más que recibir fáciles consejos.

c. La diaconía de la caridad En segundo lugar, la curación del corazón depende de la capacidad de la persona golpeada por un duelo para volver a emplear su patrimonio afectivo en otras personas o actividades para mantenerse abierta a nuevas oportunidades de dar y recibir La muerte de un ser querido puede llevar a encerrarse en sí mismos o a abrirse a un mundo más amplio de relaciones, aunque sea menos profundo.

c. La diaconía de la caridad El desafío es despertar y potenciar aquellas virtudes que contribuyen a dar significado a una vida diferente: la fe la apertura a los demás la capacidad de elaborar nuevos proyectos la voluntad sincera de perdonar y de comprometerse la capacidad de expresar nuevas actitudes de servicio para con el prójimo.

c. La diaconía de la caridad En tercer lugar, la comunidad eclesial está llamada a dar una atención especial a las personas en duelo, para que en la laceración sufrida no se sientan solas u olvidadas, sino que sientan la fuerza de la ayuda comunitaria. La cercanía de la comunidad eclesial se puede expresar a través de una gran variedad de iniciativas:

c. La diaconía de la caridad A nivel litúrgico: Celebraciones para conmemorar a los difuntos de la comunidad Catequesis sobre el tema de la muerte, el duelo y la esperanza cristiana Invitación a personas en duelo a participar en grupos de oración o comunidades de evangelización.

c. La diaconía de la caridad A nivel socio-educativo: Organización de grupos de apoyo y “centros de escucha” para personas que han sufrido una pérdida. Conferencias sobre el duelo, involucrando a profesionales pertenecientes a varias disciplinas. Actividades recreativas y sociales para personas en duelo.

c. La diaconía de la caridad A nivel pastoral: Visitas domiciliarias a personas en duelo, sobre todo en las fases más críticas de su aflicción, preparando y delegando a un grupo de personas esta diaconía de la caridad. Involucramiento gradual de personas que han sufrido duelo en actividades parroquiales para ayudarles a sentirse útiles y para darles la oportunidad de ejercitar sus carismas. Inserción de viudos y viudas, y de otras personas que han elaborado positivamente el duelo en el apoyo a otras personas que han sufrido una pérdida para evangelizar a otros con el propio testimonio (2Cor 1,4).

c. La diaconía de la caridad A través de estas iniciativas litúrgicas, socio-educativas y pastorales, la Iglesia se pone al servicio de las personas que están viviendo el duelo, acompañándolos y ayudándolos a elaborar nuevos espacios de pertenencia en el contexto de una comunidad eclesial más amplia.