Flores del rosal Para mi hija Natalie Danielle. Un cuento para ti ♥ ©1998 Con todo amor de Mami Noris Capín

Dicen que en un frondoso jardín, se encontraba un bello rosal; el cual adornaba la entrada de una casa. Dicho rosal llamaba mucho la atención, ya que sus flores enriquecían el ambiente por su estupendo aroma y su indiscutible belleza. Las flores matizaban el panorama con tantos colores bonitos, los cuales atraían la visita de gusanitos ranitas y lagartijas, que corrían por sus delicadas hojas.

Una mañana cuando el sol acariciaba con sus rayos dicho rosal, se escuchó una vocecilla salir del otro extremo de las plantas. Era una flor blanca muy oronda, que dejaba que la brisa acariciara sus pétalos. Despreocupadamente, la rosa blanca se entretuvo haciendo preguntas indiscretas a un girasol, el cual que miraba constantemente al cielo: -¿por qué eres tan bonito?, -¿es que acaso pintas tus colores con los rayitos de sol que caen sobre tus pétalos? replicó -¿y esos puntitos que asoman en el centro? ¿son también adornos que te han regalado por ser tan bello? El girasol no contestó a tan curiosas preguntas, sólo empinó su tallo e ignoró a la indiscreta flor blanca.

Al ver tal indiferencia, la flor blanca se dirigió a otra rosa del jardín que también deslumbraba por sus delicados matices; luego de preguntar: -¿por qué eres tan bonita? ¿es que acaso pintas tu color con el rojo del arcoiris? ¿y tu brillo? ¿te lo prestó el rocío para que resaltes entre otras flores? La flor roja se sonrojó ante tan entrometido comentario, de modo que se escondió debajo de una hoja que reposaba sobre ella, y rápidamente ignoró a la flor blanca.

Entonces la flor blanca agachó la cabeza, pero como era tan curiosa, decidió volverse a otra flor que trataba de abrir su envoltura. La flor blanca le preguntó: -flor más bella del rosal -¿por qué eres tan bonita?, ¿es que cubres tus pétalos para no compartir tu belleza?, o ¿es que acaso te escondes para no dar al cielo una sonrisa?

La tímida flor no prestó atención, entonces se incorporó con enojo y dándole la espalda a la flor blanca comenzó a silbar indiferente.

De pronto, se escuchó una voz muy tenue que salía detrás de unos matorrales; era una hiedra que había escuchado la conversación entre la rosa blanca y las otras flores del jardín. Entonces con un tono triste le dijo a todas las flores: -Queridas florecillas del rosal...¿por qué están discutiendo?, ¿por qué pierden su tiempo en cosas que no tienen valor?, ¿por qué no comparten su belleza, con la gente que pasea por el barrio? ¿por qué están enojadas unas con otras, en vez de estar alegres?

-¡Mirenme a mí!, soy una hiedra sin gracia, una plantilla sin adornos ni color exhuberante. Nadie desea mirarme, todo el mundo quiere arrancar mis hojitas y remover mis raíces. Nadie desea treparse conmigo, ni jugar un rato sobre la pared y entrelazarse entre los ladrillos y los agujeros -dijo con mucha tristeza la pobre hiedra. Y mirando a cada una continuó diciendo: -Despreciado soy entre tanta belleza. ¡Sin embargo ustedes lo tienen todo! Gracia, perfume y elegancia. Estén conformes –les dijo- agradezcan todo lo que tienen, den gracias a Dios por su esplendor. -Aprobechen su tiempo, disfruten su lozanía y adornen con abundancia el lugar donde las han plantado.

La belleza es temporal y la fragancia se esfumará un día. Por eso les propongo que estén contentas con el día de hoy. No sabemos si mañana alguién las arrancará de su tallo, de modo que gocen del sol y la lluvia, vivan felices hasta el final. Hijita querida: La vida se disfruta cuando sabemos apreciar la belleza que llevamos dentro. Lo que adorna nuestro cuerpo, es pasajero y temporal. Ahora que eres una niña no entenderás lo que digo; sin embargo cuando seas grande, comprenderas este simple cuento

Porque la Escritura dice: “Todo hombre es como hierba, y su grandeza es como la flor de hierba. La hierba se seca y la flor se cae, pero la Palabra de Dios permanece para siempre” 1 Pedro 1:24 ♥