“EL GRAN RETO DE LA MISIÓN CONTINENTAL PARA NUESTRA IGLESIA DIOCESANA”

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Transcripción de la presentación:

“EL GRAN RETO DE LA MISIÓN CONTINENTAL PARA NUESTRA IGLESIA DIOCESANA” IX Asamblea Pastoral Diocesana “EL GRAN RETO DE LA MISIÓN CONTINENTAL PARA NUESTRA IGLESIA DIOCESANA” + Miguel Irizar Campos, C.P. Obispo del Callao

“Tenemos que cambiar nuestras estructuras mentales y establecer nuevos planes de pastoral, mucho más agresivos y creativos, considerando nuestra Diócesis y parroquias en estado permanente de misión.” (Carta Pastoral “Enviado a dar la Buena Noticia”, 1997).

“Al terminar la Conferencia de Aparecida, en el vigor del Espíritu Santo, convocamos a todos nuestros hermanos y hermanas, para que, unidos, con entusiasmo realicemos la Gran Misión Continental. Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo, para que formemos con alegría la comunidad de amor de nuestro Padre Dios. Misión que debe llegar a todos, ser permanente y profunda” (Doc. Aparecida, Mensaje final, 5)

Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en la Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos … este es el mejor servicio -¡su servicio!- que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones (DA 14).

Esto significa que la Misión Continental, antes que un programa de acción pastoral por parte de la Iglesia, es un llamado de Dios a la Iglesia a que recupere su identidad de Discípula Misionera de Jesucristo. Hacer vida este llamado divino le plantea el gran desafío de entrar en un proceso radical de Conversión Pastoral. Nos obliga a redefinir su identidad, a reubicarse ante la realidad concreta de nuestra Iglesia y a reorientar su misión

“todas las auténticas transformaciones se fraguan y forjan en el corazón de las personas”. No podrá haber “nuevas estructuras si no hay hombres nuevos y mujeres nuevas que movilicen y hagan converger en los pueblos ideales y poderosas energías morales y poderosas”. La Iglesia dará respuesta a la exigencia del cambio de estructuras “formando discípulos y misioneros” (DA 38).

La conversión pastoral de la Iglesia es una realidad compleja en la cual subyacen otros muchos desafíos que deben ser afrontados en manera decidida. * “Es necesario formar a los discípulos en una espiritualidad de la acción misionera, que se basa en la docilidad al impulso del Espíritu” * “El discípulo y misionero, movido por el impulso y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana” (DA 284).

“Operación Contacto”. Ha sido realmente ejemplar la respuesta de los laicos del Callao procedentes de nuestras parroquias, movimientos eclesiales, nuevas comunidades y otras realidades eclesiales que han participado generosamente en la escuela de formación para misioneros y en los sucesivos lanzamientos de la “Operación Contacto” en nuestra Iglesia Diocesana.

Tres presupuestos básicos para la Misión Continental 1.-La experiencia de Dios: punto de partida y de llegada de la misión evangelizadora de la Iglesia 2.- Centralidad de Cristo y su proyecto del Reino 3.- La primacía de la Palabra de Dios, “alma de la acción evangelizadora” de la Iglesias

1.- La experiencia de Dios: punto de partida y de llegada de la misión evangelizadora de la Iglesia Ante una labor pastoral, a menudo pragmática y carente de vida, la Iglesia tiene el desafío de entender y vivir su labor pastoral-misionera como una experiencia de Dios. Esa experiencia implica la aceptación vital de Jesucristo y la apertura a la acción del Espíritu Santo, pues en la tarea evangelizadora, lo más importante no es trasmitir una doctrina, sino dar un testimonio, nacido de la experiencia .

Es experiencia de Dios Trinidad en cuanto en ella se experimenta al Padre, que es quien nos llama a colaborar en la obra de salvación; se experimenta al Hijo, cuya presencia y praxis actualizamos con nuestra acción pastoral – misionera; y se experimenta al Espíritu Santo, bajo cuyo impulso actuamos. Es también una experiencia de la vida teologal en cuanto que la acción misionera de la Iglesia para ser auténtica, necesariamente debe estar cimentada en la fe, orientada por la esperanza y consumada en el amor (caridad pastoral).

Fue el Santo Padre quien en su discurso inaugural garantizó esta verdad: “si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad”. Pero también se reconoce que en la realidad concreta el discípulo puede hacer “la experiencia del encuentro con Jesucristo vivo”, madurar su vocación cristiana y descubrir la riqueza y la gracia de ser misionero (cf. DA 167).

La experiencia de Dios tiene dos lugares fundamentales: * La persona de Jesucristo, a quien escuchamos en su Palabra, contemplamos en la oración y recibimos en los sacramentos; * Y el prójimo, “sacramento” vivo de Cristo, cuyo servicio por amor es un camino para amar y servir al mismo Cristo (cf. Mt. 25, 40). 

Jesucristo es el camino para la experiencia de Dios Por tanto, “ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida en él supone estar profundamente enraizados en él”. * De hecho, el seguimiento de Cristo es fruto de una “fascinación” por Él, de manera que “el discípulo es alguien apasionado por Cristo a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña” (DA 277).

* Y esa experiencia de adhesión a Jesucristo nos hará capaces de ser amigos de los pobres y de hacernos solidarios con su destino (cf. DA 257). Es desde esa experiencia de Dios y desde ese encuentro con Jesucristo de donde puede brotar un ministerio fecundo. “Y podrán surgir nuevos caminos y proyectos pastorales creativos, que infundan una firme esperanza para vivir de manera responsable y gozosa la fe e irradiarla así en el propio ambiente”. (DA 28).

2. Centralidad de Cristo y su proyecto del Reino Ante una peligrosa tendencia a polarizar la acción pastoral hacia la Iglesia misma (Pastoral de Conservación), la Misión Continental nos plantea el desafío de volver la mirada a Jesucristo como el paradigma absoluto de toda pastoral y a orientar la misión desde el horizonte del Reino, con un énfasis muy importante en el valor de la “vida plena” en Cristo.

La centralidad absoluta de Jesús Esto significa que “¡lo más decisivo en la Iglesia es siempre la acción santa de su Señor” , e implica el firme reconocimiento por parte de los discípulos de Jesús que “Él es el primer y más grande evangelizador enviado por Dios y, al mismo tiempo, el Evangelio de Dios Pero también significa que “la Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes

El nuevo estilo de vida pastoral que la misión continental requiere no se podrá dar sin una profunda inmersión en el misterio de Cristo. En efecto, Él es la luz para ver, el criterio para juzgar y la norma para actuar, en el misterio eclesial. Y debemos confrontar si hay coherencia en nuestro actuar con el de Jesús, pues el gran cometido de la Iglesia no es otro que actualizar, en el aquí y ahora, bajo el impulso del Espíritu Santo, la praxis evangelizadora de Jesús, en orden a la propia auto-edificación y a la extensión del Reino de Dios en el mundo:

* “Todo bautizado recibe de Cristo, como los Apóstoles, el mandato de la misión: “ Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva …” * Cada bautizado, “es portador de dones que debe desarrollar en unidad y complementariedad con los de los otros, a fin de formar el único Cuerpo de Cristo” * En principio, toda la misión está orientada a hacer realidad la “Vida plena en Cristo” en los Discípulos de Jesús … * Y la vida es uno de los valores y signos fundamentales del Reino del Dios de la Vida. * “Jesús quiere la vida plena para todos; para ello nos da su vida. Y llama a sus discípulos a hacer lo mismo”.

Este encargo de Jesús a sus discípulos no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma (DA 144). “Los seguidores de Jesús deben dejarse guiar constantemente por el Espíritu (cf. Gal. 5, 25), y hacer propia la pasión por el Padre y el Reino: anunciar la Buena Nueva a los pobres, curar a los enfermos, consolar a los tristes, liberar a los cautivos y anunciar a todos el año de gracia del Señor” (DA 152).

Las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas. Aparecida nos recuerda que el Reino instaurado por Jesús es el Reino de la vida, que “la propuesta de Jesucristo a nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la oferta de una vida plena para todos” (DA 361):

* DA nos señala que “la vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y cultural” (DA 356). * Indica asimismo los signos que expresan la presencia del Reino, entre otros: la vivencia personal y comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres, el conocimiento y el cumplimiento de la voluntad del Padre, el martirio por la fe, el acceso de todos a los bienes de la creación, el perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la riqueza de la pluralidad, y la lucha para no sucumbir a la tentación y no ser esclavo del mal

“Os exhorto a convocar a todas las fuerzas vivas de vuestra diócesis para que caminen desde Cristo irradiando siempre la luz de su rostro, en particular a los hermanos que, tal vez por sentirse poco valorados o no suficientemente atendidos en sus necesidades espirituales y materiales, buscan en otras experiencias religiosas respuestas a sus inquietudes”.

3. La primacía de la Palabra de Dios, “alma de la acción evangelizadora” de la Iglesia. * Ante una acción pastoral, con frecuencia desencarnada y vacía, Aparecida plantea a la Iglesia el desafío de vivir su identidad discipular mediante la escucha atenta de la Palabra de Dios escrita y “acontecida”. * Uno de los grandes aportes de Aparecida es rescatar el papel fundamental de la Palabra de Dios, en su doble manifestación: escrita y acontecida

Los Obispos reunidos en Aparecida asumieron plenamente la exhortación del Papa Benedicto XVI en su DI: “Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender (…), es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios, fundamentando nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios

Como expresa el Santo Padre: “Somos conscientes de haber tocado en cierto sentido el corazón mismo de la vida cristiana, en continuidad con la anterior Asamblea sinodal sobre la Eucaristía como fuente y culmen de la vida y la misión de la Iglesia. En efecto la Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella” (Dei Verbum 3)

Quiero concluir esta mi primera exposición con una nueva referencia al Documento de Aparecida en la que se enfatiza la necesidad de que la Iglesia latinoamericana sepa asimismo escuchar la voz de Dios expresada en la realidad: “Como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los ‘signos de los tiempos’, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino” (DA 33).

* “la pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros”. * “Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. * De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, a una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (DA 367).

No podemos dejar de escuchar las interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos: “Obispos, sacerdotes, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos, y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta” (DA 366).