EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 1

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Transcripción de la presentación:

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 1 MFa 88 de 107 EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 1 La vocación cristiana no sólo llama a cada uno a la santidad personal, sino también, inseparablemente, a contribuir a la misión de la Iglesia, es decir, al apostolado. El apostolado no es misión exclusiva de los sagrados pastores, sino de todos los miembros de la Iglesia. La llamada al apostolado posee igual aspiración de totalidad y análogas exigencias de coherencia y autenticidad que la perso- nal vocación a la santidad de cada cristiano. La expresión natu- ral de la vida cristiana en relación con los demás es el apostolado.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 2 MFa 89 de 107 Del mismo modo que la vocación a la santidad, la vocación apostó- lica de los esposos cristianos se especifica por el sacramento del matrimonio y, en cuanto misión propia del matrimonio y la familia, se desarrolla a través de la vida matrimonial y familiar: de manera particular, impregnando de espíritu cristiano la vida conyugal y pro- curando la educación cristiana de los hijos. Es una dimensión propia de la fecundidad sobrenatural del matrimonio cristiano. “Las familias cristianas constituyen un recurso deci- sivo para la educación en la fe, para la edificación de la Iglesia como comunión y para su capacidad de presencia misionera en las situaciones más diversas de la vida, así como para ser levadura, en sentido cristiano, en la cultura generalizada y en las estructu- ras sociales” (Benedicto XVI, Discurso 06.06.2005).

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 3 MFa 90 de 107 CCE 1655: “Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Igle- sia no es otra cosa que la ‘familia de Dios’. Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menu- do constituido por los que, ‘con toda su casa’, ha- bían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían, deseaban también que se salvase ‘toda su casa’. Es- tas familias convertidas eran islas de vida cristiana en un mundo no creyente”. CCE 1656: “En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica”.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 4 MFa 91 de 107 En el matrimonio cristiano, el amor y todas sus obras propias quedan elevados al orden de la caridad, que asume, purifica y perfecciona el amor meramente humano; y la misma vida fa- miliar se convierte en ámbito de desarrollo de la vocación a la santidad y al apostolado con la que están llamados, en la Igle- sia, todos los miembros de la familia. Los esposos cristianos saben que el amor conyugal no alcanza su plenitud sin lucha y esfuerzo, sin rectificación y perdón, sin conversión constante. La existencia de dificultades da lugar a que cada uno ponga en juego lo mejor de sí mismo, como persona y como hijo de Dios.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 5 MFa 92 de 107 La aceptación generosa de la cruz -del sufri- miento, de la preocupación, de los errores y pecados propios y ajenos, del cansancio- en las circunstancias de la vida conyugal y familiar contribuye al bien de la Iglesia y a la reden- ción del mundo, y es camino necesario hacia la madurez humana y cristiana del amor. La solución que propone la Iglesia para las dificultades en la convi- vencia matrimonial es el restablecimiento de la concordia entre los cónyuges, siempre que sea posible; y hacia ahí deben encaminarse los esfuerzos humanos y sobrenaturales de todos los implicados.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 6 MFa 93 de 107 EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 6 Hay una diferencia radical entre el divorcio, que pretende disolver el vínculo conyugal verdaderamente existente, y la declaración ecle- siástica de nulidad del matrimonio, en la que el tribunal declara pro- bado que hubo una causa que impidió que el matrimonio fuera váli- do, por lo que, pese a las apariencias, nunca existió verdaderamente. Cuando se sospecha con indicios de verdad que pudo existir una causa de nulidad en un matrimonio canónico, todos (cónyuges, pas- tores, asesores, familiares y amigos, abogados) deben poner todos los medios para que se pueda convalidar o sanar ese matrimonio (haciendo que pase a ser válido) por los procedimientos previstos. Si, siendo válido el matrimonio, la convivencia conyugal se hace fí- sica o moralmente imposible o muy dura, el derecho canónico regula la separación, permaneciendo el vínculo que une a los esposos.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 7 MFa 94 de 107 Para situaciones de dificultad en el matrimonio, los esposos deben recordar “que el amor conyugal es el camino para resolver la crisis. Precisamente porque Dios los ha unido con un vínculo indisoluble, el esposo y la esposa, empleando todos sus recursos humanos con buena voluntad, pero sobre todo confiando en la ayuda de la gracia divina, pueden y deben salir renovados y fortalecidos de los mo- mentos de extravío” (Juan Pablo II, Discurso a la Rota Romana, 2002, 5). No hay realismo más verdadero y fundado que la esperanza cristiana que lleva a poner, con serenidad y confianza en Dios, todos los medios humanos y sobrenaturales para superar las dificultades y crisis.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 8 MFa 95 de 107 EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 8 En la participación de la familia en la misión de la Iglesia, la educación cristiana de los hijos, puede ser considerada un verdadero y propio apostolado. El hogar cristiano formado por los cónyuges “es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente ‘Iglesia doméstica’, comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana” (CCE 1666). Por su parte, los padres, como primeros e insustituibles educadores, son también los primeros evangelizadores de sus hijos, con su pa- labra y con su ejemplo.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 9 MFa 96 de 107 Los aspectos fundamentales de la formación cristiana de los hijos podrían resumirse así: 1) Educación en la fe, mediante una au- téntica catequesis, cuyo primer lugar es la familia; 2) Educación en la oración y en la vida litúrgica y sacramental (especialmente penitencia y Eucaristía); 3) Educación en la unidad de vida, es- pecialmente “mediante el testimonio de una vida cristiana de a- cuerdo con el evangelio” (CCE 2226), que permita a los hijos crecer desde la infancia con profundos hábitos de coherencia entre su fe y sus obras; 4) Educación para la vocación, que los ponga en condiciones de orientar su vida como respuesta cristiana a su vocación a la plenitud del amor, es decir, a la santidad por el camino por el que Dios los llame.

EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA, 10 MFa 97 de 107 La formación cristiana de los hijos debe reali- zarse como formación para la libertad y para el amor. Especialmente en el ámbito de la vida cristiana (propuesta amorosa de Dios que cada persona debe acoger libremente), es preciso contar con la libertad de los hijos. La conciencia de que la libertad de los hijos se encuentra sometida también a la influencia de un ambiente que, muchas veces, pertur- ba y dificulta su formación cristiana, debe animar a los padres a acompañar con una especial cercanía hecha de amistad y compren- sión, de confianza, de comunicación y de oración; y a perseverar con fortaleza en su misión, a pesar de los sufrimientos y dificulta- des que pueden aparecer a medida que van creciendo.