Semana Santa 2M9 Catequesis Jueves Santo.

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Transcripción de la presentación:

Semana Santa 2M9 Catequesis Jueves Santo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»

Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.» Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.» Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis ´el Maestro´ y ´el Señor´, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.

Jesús se alza, se ciñe una toalla (como solían hacer los esclavos), y comienza a lavar los pies de los comensales. Una cosa inaudita. Cuando llega a Pedro, éste se resiste, pero el maestro insiste y lava también sus pies. Durante el resto de la cena Jesús habla de una manera más íntima. Revela a los suyos su relación con el Padre. Les da su mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.

La Cena de Jesús con sus Apóstoles tiene como fondo la celebración de la Pascua judía. En la comida de Pascua de la Antigua Alianza ya se usaban el pan y el vino. El jefe de la familia explicaba el simbolismo: El pan de la Pascua expresa cómo Dios libera, auxilia y fortalece a su pueblo. El vino regocija el corazón, anima el cuerpo, lo mismo que la sangre. Constituye además uno de los elementos fundamentales del banquete mesiánico.

Los relatos de la institución de la Eucaristía contienen las palabras con que Jesús explicó el nuevo significado del pan y del vino (cáliz, copa) en la Pascua cristiana. La diferencia radical entre ambas Pascuas es que en la de la Nueva Alianza, ese pan y ese vino se hacen realmente el Cuerpo y la Sangre del Mesías Redentor, que se da en alimento a sus seguidores para comunicarles la Nueva Vida.

Por un lado, el carácter de banquete de comunión, que en el Antiguo Testamento concluyó la Alianza del Sinaí y fundó el Pueblo de Dios (Ex. 24) Allí, Moisés derramó sangre para el perdón de los pecados de todos y preparó la comprensión del nuevo Moisés, Jesucristo, sacerdote del sacrificio del Nuevo Pueblo de Dios. Jesucristo derrama su sangre por todos, ya que ha bajado del cielo «por nosotros los hombres y por nuestra salvación» (Credo)

Pero también la Cena anuncia y anticipa el Sacrificio de Jesús en la Cruz cuando se dice que su Cuerpo es entregado y que su Sangre sella una Nueva Alianza. Se alude a la muerte del Siervo de Yavé anunciada por los profetas, que es mediador entre Dios y los hombres (pontífice) Y Jesús consiguió la redención no con sangre ajena, sino con la propia.

Cada vez que la Iglesia Celebra la Eucaristía: - Anuncia la muerte redentora de Jesús. Se destacan en los relatos las ideas de expiación, sacrificio, entrega, servicio y amor obediente de Cristo. - Proclama la alianza definitiva entre Dios y su Pueblo. - Anticipa el banquete mesiánico.

Por otra parte, el Pan partido y el Vino repartido, evocan la realidad del Cuerpo muerto y de la Sangre derramada. Pero no se trata de un puro y simple simbolismo, sino de una realidad. La Palabra de Dios: «esto es mi cuerpo», «esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre», realiza lo que anuncia, ya que esa palabra es siempre eficaz (cfr. B.p.i.l.c., t. 2, p. 127)

LA MISA ES LA RENOVACIÓN DEL SACRIFICIO DEL CALVARIO El Sacrificio de Cristo se completó en la Cruz, pero se continúa en nuestros altares. En la Ultima Cena Jesús instituyó la Eucaristía para que los hombres pudiesen unirse con Él y renovar su sacrificio de un modo incruento. Por eso dijo: «Haced en memoria mía», añadiendo que de esta manera anunciaban «la muerte del Señor hasta que El venga» (1 Co. 11, 26)

El Sacerdote en la Santa Misa es «el mismo Cristo» que está glorioso en los cielos, que actúa a través del ministro sagrado que es «otro Cristo» prestando su voz, su cuerpo y su vida misteriosamente al Señor. La Víctima es también Jesús presente por la Consagración en la Sagrada Eucaristía. A través de la Santa Misa se aplican a los cristianos los méritos de Cristo.

El Concilio Vaticano II enseña: «Nuestro Salvador en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, Instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y de su Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos hasta su vuelta el sacrificio de la Cruz y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual en el cual se recibe como alimento a Cristo. «Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (In. 6, 55).

La acción ritual. Conforme a la tradición judía del rito pascual, el Señor «toma», «da gracias» a Dios (bendice), «parte» el pan y lo «reparte» entre los discípulos. Son gestos también apuntados en la multiplicación de los panes (Jn 6,11) o en las apariciones de Cristo resucitado (Emaús, Lc 24,30; pesca milagrosa, Jn 21,13).

En la Cena del jueves realiza el Señor la entrega sacrificial de su Cuerpo y de su Sangre -«mi cuerpo entregado», «mi sangre derramada»-, anticipando ya, en la forma litúrgica del pan y del vino, la entrega física de su Cuerpo y de su Sangre, la que se cumplirá el viernes en la Cruz.

Cordero pascual nuevo. «Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado» (1Cor 5,7), para la salvación de todos. Hemos sido, pues, rescatados «no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin defecto ni mancha, ya conocido antes de la creación del mundo, y manifestado al fin de los tiempos por amor vuestro» (1Pe 1,18-20). San Juan en el Apocalipsis menciona veintiocho veces a Cristo como Cordero. Y es justamente «el Cordero degollado» el que preside la grandiosa liturgia celestial (Ap 5,6.12).

La Nueva Alianza. En la Cena-Cruz-Eucaristía establece Cristo una Alianza Nueva entre Dios y los hombres. Y esta vez la Alianza no es sellada con sangre de animales sacrificados en honor de Dios, sino en la propia sangre de Jesús: «Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre». La alianza del monte Sinaí queda definitivamente superada por la alianza del monte Calvario (+Ex 24,1-8; Heb 9,1-10,18).

«La Eucaristía aparece al mismo tiempo como el origen y fundamento del nuevo pueblo de Dios, liberado ahora por la pascua de Cristo y fundado sobre la Sangre de la Nueva Alianza» (Sayés, El misterio eucarístico 107). La Cena pascual de Moisés marca el nacimiento de Israel como pueblo libre. La Cena pascual de Cristo funda permanentemente a la Iglesia, el nuevo Israel.  

Memorial perpetuo. Como la Pascua judía, la cristiana se establece como un memorial a perpetuidad: «haced esto en memoria mía». En la Eucaristía, por tanto, la Iglesia ha de actualizar hasta el fin de los siglos el sacrificio de la Cruz, y ha de hacerlo empleando en su liturgia la misma

Presencia real de Cristo Presencia real de Cristo. En la Eucaristía el pan y el vino se convierten realmente en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Ya no hay pan: «esto es mi cuerpo que se entrega»; ya no hay vino: «ésta es mi sangre que se derrama». Se trata, pues, de una presencia real, verdadera y substancial de Cristo.  

Sacrificio de la Nueva Alianza Sacrificio de la Nueva Alianza. La Cena-Cruz-Eucaristía, por tanto, es un sacrificio: el sacrificio de la Nueva Alianza, que tiene a Cristo como Sacerdote y como Víctima.

Pan vivo bajado del cielo Pan vivo bajado del cielo. Y es una presencia que debe ser recibida como alimento de vida eterna: «Tomad y comed, mi carne es verdadera comida»; «tomad y bebed, mi sangre es verdadera bebida».