Madre Alberta.

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Transcripción de la presentación:

Madre Alberta

Vida y obra

Cayetana Alberta Giménez y Adrover nace en Pollensa (Mallorca) el 6 de agosto de 1837, hija de D. Alberto Giménez, aragonés, y de Dª Apolonia Adrover, natural de Felanitx (Mallorca). Por destinos de su padre pasa su juventud en Mallorca, Menorca y Barcelona. Obtiene el título de Maestra en 1851 e instala años después su propia escuela para niñas. El 7 de abril de 1860 contrae matrimonio con su profesor D. Francisco Civera, con el que comparte su ilusión por la educación. Tienen su propio Colegio. Nacen cuatro hijos Bernardo, Catalina Thomás, Bernardo y Alberto.

Pronto el dolor llama a su puerta, los tres hijos mayores mueren de corta edad y, el 17 de junio de 1869 muere Francisco, dejando a Alberta, de treinta y dos años, con su pequeño Alberto que no tiene más que dos. Al quedar viuda, el Sr. Obispo de Mallorca le pide que se haga cargo, como Directora, del Colegio de la Pureza de Palma, fundado en 1809 por el Obispo de la Diócesis, D. Bernardo Nadal. Este centro había llegado a una situación decadente, después de un pasado brillante. Alberta llega allí el 23 de abril de 1870. En dos años transforma el ambiente de tal modo que el 2 de mayo de 1872, a petición de la Diputación Provincial, se instala en el Colegio de la Pureza la primera Normal oficial de Maestras de Baleares, con Dª Alberta como Directora, cargo que desempeña durante cuarenta años.

El 19 de septiembre de 1874 forma la primera comunidad religiosa, fruto de la acción del Espíritu y de su experiencia personal, familiar, pedagógica y religiosa. Cuando en 1892 se obtiene la aprobación Diocesana como Congregación religiosa, Madre Alberta se convierte en Superiora General, cargo al que renuncia el 16 de agosto de 1916 por su falta de salud.

Mujer excepcional, juega un papel importante en el ambiente pedagógico de su tiempo, destaca como madre, maestra y educadora. Actúa siempre como pedagoga incansable, digna, con sencilla naturalidad, siempre deseosa de progreso y perfección humana y cristiana: «Esperémoslo todo de Dios por quien trabajamos y busquémosle sólo a Él». Destaca como educadora infatigable y de vanguardia de su época. Participa en Exposiciones Universales Nacionales y Extranjeras.

El 1 de Mayo de 1920 en un acto, con motivo de sus Bodas de Oro con la enseñanza, don Juan Valenzuela, ex-Senador del Reino, da lectura a una carta, dando cuenta de la concesión de la Gran Cruz de Alfonso XII a Alberta Giménez. Su visión clara de la época que le toca vivir, y su capacidad de enjuiciar los problemas que se le plantean, hacen que sea querida, respetada y consultada por todos aquellos que tienen la suerte de convivir con ella. En su camino destaca su modo extraordinario de vivir lo ordinario en la vida buscando cumplir en todo la voluntad de Dios. Fallece en Palma el 21 de diciembre de 1922 en la paz del Señor y con el equilibrio moral que acompañó siempre todos los momentos de su vida. A su muerte ya se han abierto ocho casas repartidas entre Mallorca, Valencia, Murcia y Tenerife y, el 10 de mayo de 1901 la Congregación obtiene la aprobación Pontificia.

Dedicación a la educación, una educación que, desde la fe y comprometida con los valores evangélicos se centra en la persona y de forma integral le ayuda a desarrollar todas sus capacidades. Una educación impartida con una espiritualidad cristocéntrica y mariana que impregna su labor y facilita el conocimiento y el amor a Jesucristo, centro de la historia, manifestación del amor del Padre y camino para participar en la misma vida divina a Dedicación a la educación, una educación que, desde la fe y comprometida con los valores evangélicos se centra en la persona y de forma integral le ayuda a desarrollar todas sus capacidades. Una educación impartida con una espiritualidad cristocéntrica y mariana que impregna su labor y facilita el conocimiento y el amor a Jesucristo, centro de la historia, manifestación del amor del Padre y camino para participar en la misma vida divina a través del Espíritu.

Carisma

A veces la vida es el recuerdo vivo de un corazón. Alberta Giménez, madre de sus hijos y de cada una de nosotras. Alma viva en la llama del amor. Toda una mujer que demostró la fuerza de su corazón, la esperanza en el amanecer de sus ojos… la sonrisa de la propia vida. Ella, quien amando sin límites encauzó la vida. Hoy, Madre Alberta sigue presente en todas nosotras junto a su esfuerzo, su voluntad y su obra; hoy sigue presente en cada uno de nuestros corazones…como una parte más de nuestras vidas, como esa persona que siempre encontraremos a nuestro lado. Desde el cielo ella nos guía en el día de hoy y nos guiará para siempre. Una vida grande que dejó un gran vacío el 21 de diciembre de 1922, cuando Madre Alberta con mucho dolor nos dijo su último adiós.

¿En qué nos podemos parecer a ella? En la voluntad de superación: humana, espiritual, pedagógica, técnica, social, ambiental... "Alberta Giménez fue una pedagoga de vanguardia, abierta a todos los adelantos de la didáctica y la pedagogía, siempre empeñada en encontrar nuevos métodos que hicieran más eficiente su labor docente"

Amor a María. Ella es la mujer que escuchó la Palabra de Dios y la puso en práctica. Sentido eclesial. De la Iglesia recibimos nuestra misión educativa y sentimos con ella para colaborar en la construcción de una sociedad más humana, más justa y más solidaria. Una sociedad más acorde con los valores del Reino.

Te guardamos en el corazón. 1922 La despedida a una mujer fuerte y valiente. Siempre será recordada, pues es difícil olvidar a alguien que amó y se dejo querer por todos nosotros. Nació para el cielo… y a él dirigirió todas sus aspiraciones.