Pablo, un hombre que cambió

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Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo ultimo.
PABLO DE TARSO.
Transcripción de la presentación:

Pablo, un hombre que cambió el rumbo de la Iglesia.

Según la Ley, fariseo y, por celo de ella, perseguidor de la Iglesia. Carnet de identidad. Yo soy Saulo. Judío. Nacido en Tarso de Cilicia (al S.E. de la actual Turquía). (Hch 22,3). Soy ciudadano romano de nacimiento. (Hch 22,24-29). Circuncidado al octavo día. De la raza de Israel, de la tribu de Benjamín. Hebreo, hijo de hebreos. Según la Ley, fariseo y, por celo de ella, perseguidor de la Iglesia. Según la justicia, irreprensible. (Flp 3,5-6)

Mi educación Fue la de un hijo de judíos de Galilea en una ciudad helenista. En el siglo I. En la calle se hablaba griego. Mis padres no me quisieron enviar a liceos ni a academias paganas, sino que, desde los cinco años fui a la sinagoga de Tarso y allí estudié la Biblia hebrea (versión de los Setenta). El hebreo lo utilizábamos para rezar.

Nuestro pueblo es muy tradicional y solía decirse: “A los diez años, la Mishná, a los quince, el Talmud, y a los 18 el matrimonio” (Aboth 5,21) Para los “estudios superiores”, que duraban tres años, mis padres me enviaron a Jerusalén ¿dónde mejor? con el maestro Gamaliel el Viejo, un rabino muy estimado, hijo de Hillel, algo más benigno que otro llamado Shammai.

Gamaliel dijo al Sanedrín en relación a la actuación de los apóstoles: “Si ésto es obra de hombres, se disolverá, pero si es obra de Dios, no podréis deshacerlo y quizá, algún día os halléis con que habéis hecho la guerra a Dios”.(Hch 5,34-39). A los 18 años yo dominaba el hebreo y el arameo y regresé a Tarso como rabino. Por ser de la tribu de Benjamín nunca hubiera podido ser sacerdote.

Aprendí el arte de construir tiendas, lo que me ayudó más tarde a ganar el alimento con mi propio esfuerzo. Algunos años después de la muerte de Jesús la comunidad cristiana de Jerusalén crecía mucho. El Sanedrín no había podido con los “shelihím” o “apóstoles” de Jesús, que predicaban abiertamente que él era el Mesías, el Hijo de Dios y que Dios le había resucitado de entre los muertos. Ésto echaba por tierra la enseñanza de los rabinos y la expectación de un Mesías glorioso que nos libertara de los romanos.

El movimiento de esta secta se hacía fuerte entre los helenistas, dispuestos a acoger cosas nuevas. Entre ellos estaba Esteban, quien predicaba la doctrina de Jesús. Llevado ante el Sanedrín acusó al sumo tribunal de Israel de haberse resistido a Dios y dar muerte al verdadero Mesías. Lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon y yo, Saulo, consentía en ello, guardando las capas de los que lo apedreaban. (Hch 7,58).

En Jerusalén, Saulo presenció la lapidación de Esteban

En el camino de Damasco, es derribado Me volví a Damasco respirando amenazas y llevando cartas de los sumos sacerdotes que me autorizaban a prender y llevar cautivos a los cristianos. Tuve la aparición del Señor Resucitado, quien me derribó de mi cabalgadura y me llevó a conversión. (Hch 9). “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijón. Yo soy Jesús, a quien tú persigues! Me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo mío”. (Hch 26,16-18) En el camino de Damasco, es derribado

La Conversión de San Pablo “Y por último se me apareció también a mí, como a un abortivo”. (I Cor 15,8) La Conversión de San Pablo

Al desplomarme me quedé ciego Al desplomarme me quedé ciego. Mis compañeros me tomaron de la mano y me llevaron a Damasco, donde estuve tres días sin comer ni beber (Hch 9,8s). Luego vino Ananías, avisado por el Señor. Me instruyó en la fe, me bautizó, recobré la vista y me recuperé. Mi encuentro con Cristo, el Señor Resucitado, fue el momento estelar de mi vida. El Señor me sostuvo con su fuerza y su misericordia. Desde ese momento me convertí en confesor celoso de la enseñanza que antes había perseguido.

“El que está en Cristo es una nueva creación, pasó lo viejo; todo es nuevo” (II Cor 5,17) “DIOS ELIGE LO QUE NO ES para destruir a lo que es”. (I Co 1,28).

Por un tiempo me retiré a Arabia, para reflexionar sobre los designios de Dios en mi vida. ¡Cómo de un perseguidor, el Señor había hecho de mí un discípulo y me destinaba a ser heraldo del Evangelio! En mi propia carne aprendía que todo lo bueno del hombre es pura gracia y misericordia; que Dios ES EL QUE ES y no tenemos nada que no hayamos recibido (I Co 4,7) Que la elección y la vocación son gratuitas y libres por parte de Dios y así ha sido siempre en la historia del pueblo de Israel. Yo estaba agradecido, y así lo manifiesto siempre al empezar mis cartas .

Y no fui enseguida a contárselo a mi familia Y no fui enseguida a contárselo a mi familia. El Reino de Dios lo relativiza todo. Dios, cuando le pareció bien me llamó, por su gracia a anunciar el Evangelio a los gentiles, sin pedir consejo a la carne ni a la sangre (mi familia). Esta carrera a la que me llamó era muy superior a la de Gamaliel. Me había situado a los pies de Cristo. ¡Tiempo habría para comunicárselo a los míos!

Pablo evoca un giro de 180º. Dice: “fui aprehendido por el Señor”. Y va clarificando su vivencia: Jesús es EL SEÑOR El Señor es el Mesías a quien él esperaba. El Mesías es el Hijo de Dios Es para todos los hombres. La ley ya no tiene valor. La gracia se ofrece a todos.

Pasados tres años volví a Damasco, donde había muchos judíos y muchas sinagogas. Fui a ellas a predicar que Jesús era el Hijo de Dios, dejando atónitos a los que me conocían (Hch 9,20.22), pero ellos resolvieron matarme. Pusieron guardias para prenderme, pero los discípulos, me ayudaron a descolgarme por la muralla. (Hch 9,24)

De Damasco fui Jerusalén, para conocer a Cefas, y estuve a su lado quince días (Ga 1,18). Cuando llegué quise unirme a los discípulos, pero me temían… (Hch 9,26). Bernabé me condujo a ellos. (Hch 9,27-39). Después volví a Tarso.

A la vuelta de Jerusalén, donde fuí a llevar unas colectas, volví a Antioquía. Allí estuvimos un año, nos impusieron las manos a Bernabé y a mí. Muchos se convirtieron y allí se nos empezó a llamar cristianos (Hch 11,25-26). Y nos enviaron a la misión.

Iba a comenzar una nueva etapa de mi vida: la de los viajes misionales Iba a comenzar una nueva etapa de mi vida: la de los viajes misionales. Mi compañero Lucas lo cuenta a partir del capítulo 13 de los Hechos de los Apóstoles.

Primer viaje apostólico 48-49dC

Atravesamos toda la isla, hasta Pafos. Fuimos a Seleucia, el puerto más cercano a Antioquía de Siria y nos embarcamos para Chipre, la patria de Bernabé. Allí predicamos en Salamina. Atravesamos toda la isla, hasta Pafos.

Lucas empieza a llamarme Pablo cuando el procónsul Sergio se convierte a la fe de Jesucristo. Navegamos a Perge de Panfilia, ya en el continente y después a Antioquía de Pisidia. Allí en la sinagoga nos escucharon con mucha atención la Historia de la Salvación y nos hicieron volver el sábado siguiente. Estaba casi toda la ciudad, pero los judíos se llenaron de envidia. La palabra de Dios se difundía por toda la región. (Hch 13,14-48). Después fuimos a Iconio (Hch 13,49-52).

El año 51, volvimos a la Ciudad Santa para participar en el Concilio de Jerusalén. La razón del concilio fue la turbación producida en la conciencia de los discípulos de la Iglesia de Antioquía porque les obligaban a circuncidarse y cumplir la ley de Moisés. Después de muchas discusiones, Pedro comprendió que Dios concedía el Espíritu Santo a los creyentes sin la Ley. ¡Tanto los gentiles, como nosotros nos salvamos por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo!

Y regresamos a Antioquía de Siria, de donde habíamos salido. ¡Ya tenemos un método: dirigirnos primero a los judíos y, si nos rechazan, predicar a los gentiles que aceptan la palabra! Después fuimos a Licaonia, Listra (donde hubo una curación de un paralítico) y Derbe. Después volvimos a las ciudades, confirmando la predicación y constituimos presbíteros. Y regresamos a Antioquía de Siria, de donde habíamos salido.

Lógicamente, al dejar las ciudades empecé a escribir cartas a las comunidades, no para hacer teología sino para atender a problemáticas concretas. Cada comunidad tiene unas características especiales.

Segundo viaje 50-54 dC

Partimos de Jerusalén, para Asia y Cilicia (Hch 15,35-41) Partimos de Jerusalén, para Asia y Cilicia (Hch 15,35-41). Llegamos a Derbe y a Listra. Alli conocí a un discípulo llamado Timoteo, joven hijo de griego y judeocristiana y le invité a venir con nosotros. Cruzamos Frigia y Galacia. El Espíritu Santo nos iba indicando a donde debíamos ir. Llegamos a Tróade y nos trasladamos a Macedonia. Fuimos derechos a Samotracia y de ahí a Filipos, donde se convirtió Lidia y a toda su familia. (Cárcel y liberación milagrosa) Tesalónica y Berea. Desde Macedonia pasamos a Grecia, para enseñar en Atenas y en Corinto, permaneciendo ahí año y medio. Envié dos apóstoles a los Corintios. Regresé a Cesarea Marítima, en Israel, después de visitar Éfeso y Rodas.

Pablo regresa a visitar las comunidades

Tercer viaje 54-58 dC.

El Apóstol Pablo inició su tercer viaje apostólico visitando, primero, como era su costumbre, las Iglesias de Asia Menor, establecidas en primer término.

“Atravesando Galacia y Frigia llegué a Éfeso, donde permanecí más de dos años. Tenía un hermoso templo en el que habían colaborado los mejores artistas griegos” Diariamente se ocupó en la Escuela de Tirano. Desde aquí escribió su epístola a los Gálatas (debido especialmente al recrudecimiento de la doctrina judaica) y la primera Epístola a los Corintios (como consecuencia a los desdenes y como respuesta a la carta que los Corintios le enviaron).

El alzamiento popular instigado por el platero Demetrio contra Pablo obligó al apóstol a abandonar Éfeso, dirigirse a Macedonia y finalmente a Jerusalén.

En Jerusalén, a causa del tumulto que se creó por predicar en contra de la ley judía, fui encarcelado por las autoridades romanas, el procónsul Félix y luego por su sucesor Festo. Esto ocurrió en el año 59 y dos años después, como ciudadano romano apelé al César, y por mi propio deseo fuí enviado a Roma para ser juzgado por el César. Pero naufragamos en la isla de Malta. Finalmente llegué a Roma en el año 62. Allí las autoridades romanas me concedieron enseñar libremente.

Pablo con sus símbolos

Pablo sigue escribiendo… En Roma, Pablo escribió sus: Epístola a los Filipenses (en agradecimiento por el envío del dinero junto a Epafrodito), a los Colosenses, a los Efesios, y a Filemón (a causa de la huída de su esclavo Onésimo), habitante de Colosas. Estas tres cartas fueron escritas hacia el año 63 y enviadas con Tíquico. También, desde Roma, fue escrita la carta a los Hebreos de Palestina.

El siguiente destino de Pablo no se conoce con exactitud El siguiente destino de Pablo no se conoce con exactitud. Algunos consideran que se quedó en Roma y por mandato de Nerón fue martirizado en el año 64. Pero existen fundamentos para suponer que luego de su reclusión de dos años y la defensa de su obra ante el Senado y el Emperador, el Apóstol Pablo fue liberado y que nuevamente viajó a Oriente. Sobre ello se pueden encontrar señales en sus epístolas a Timoteo y a Tito.

Habiendo pasado mucho tiempo en la isla de Creta, dejó allí a su discípulo Tito para la ordenación de todas las ciudades como atestigua la ordenación de Tito como obispo de Creta por él realizada. Posteriormente, en su carta a Tito, el apóstol Pablo lo instruye en como debe cumplir sus obligaciones de obispo. A través de esta epístola se advierte que él se propone pasar aquel invierno en Nicópolis, cerca su Tarso natal.

En aquél tiempo, se ordenó obispo de Éfeso a Timoteo. Más adelante el Apóstol pasó por Troada y llegó a Macedonia. Allí se supo del recrudecimiento de las falsas doctrinas en Efeso, y escribió su primer carta a Timoteo. Luego de estar un tiempo en Corinto se encontró en el camino con el Apóstol Pedro. Ambos continuaron su viaje a través de Dalmacia e Italia.

En la primavera del año 65 visitó el resto de las Iglesias del Asia Menor y en Mileto dejó al enfermo Trafimov a causa de que ocurrió un tumulto contra el apóstol en Jerusalén, lo que le trajo en consecuencia la reclusión. Se ignora si el Apóstol pasó por Efeso, ya que él decía que los presbíteros de esta ciudad no verían más su rostro.

Luego de nueve meses de prisión fue decapitado, como ciudadano romano, cerca de Roma en el año 67, después de Cristo.

Cartas de Pablo Grandes cartas : I y II Tesalonicenses (la forma más primitiva); Romanos y Gálatas (Controversias con los judeizantes); I y II Corintios (disputas con los helenistas). Cartas de la cautividad: Filipenses, Colosenses y Efesios (controversias con doctrinas agnósticas) y Filemón. Cartas Pastorales: I y II a Timoteo, y Tito.