“Vete, y en adelante no peques más” DOMINGO V Tiempo de Cuaresma - Ciclo C “Vete, y en adelante no peques más” BARTHIMEUS, Instituto para el Progreso Humano

ORACIÓN COLECTA DEL DOMINGO V T. de CUARESMA.- C “Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo”.

«El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» Salmo (125)

San Juan 8, 1-11 «En aquel tiempo Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él; entonces se sentó y les enseñaba.

Jesús era Dios pero también era hombre verdadero. Para ir a enseñar al templo, Jesús se preparaba. Todo trabajo bien hecho necesita preparación. Jesús se preparaba orando. ¿Nosotros también damos su lugar a la oración en nuestra preparación humana? No presumamos nuestra Fe, pero tampoco la escondamos. Si por orar en público me envanezco, lo haré en privado. Si lo hago en privado por cobardía, lo haré en público con discreción.

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer sorprendida en adulterio,

Nosotros, como los escribas y los fariseos, Se muestra el contraste entre la miseria humana y la misericordia divina. Nosotros, como los escribas y los fariseos, siempre estamos dispuestos a acusar a los demás. Nos cuesta ponernos en el lugar del otro. Nos cuesta hasta ser buenos jueces de nosotros mismos.

Y, colocándola en medio, le dijeron : ´Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?` Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.

Olvidamos que nosotros también pecamos. Si se pide comprensión se debe dar comprensión. A Jesús no le podía parecer bien que la ley solo juzgara a la mujer y disculpara al hombre. No es que todos tengamos “derecho” a pecar, sino que todos tenemos el derecho a ser tratados con justicia.

Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo : Él que esté sin pecado, que le tire la primera piedra`

Ser misericordioso sólo requiere que miremos nuestra propia realidad. Si nos miramos con verdad, resultará un fruto : la humildad, porque tendremos la conciencia de que no somos perfectos. Esa humildad no humilla, da seguridad. Esa humildad no perjudica, da conciencia. Esa humildad no hace sufrir, da motivación para la superación.

E inclinándose otra vez siguió escribiendo E inclinándose otra vez siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron retirando uno a uno, empezando por los más viejos .

Se fueron primero los mayores. ¿Por más pecadores? ¿Por mayor conciencia de sus faltas? Algunos jóvenes viven en el error de creerse mejores por ser jóvenes, y con derecho a juzgarlo todo.

Y quedó solo Jesús con la mujer, que permanecía allí, frente a él Y quedó solo Jesús con la mujer, que permanecía allí, frente a él. Jesús se incorporó y le preguntó:´Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?` Ella le contestó: ´Ninguno, Señor`

¡Vivamos ya nuestra conversión paulatina! Algún día todos nos veremos así frente a Jesús. El día en que nadie nos acuse, sino solo nuestra vida y nuestra conciencia. ¡Vivamos ya nuestra conversión paulatina! Que desde hoy nadie tenga motivos de queja sobre nosotros; no perjudiquemos la paz y la santidad de nadie, no demos motivos para juzgarnos. Recordemos que somos sal y luz de la tierra.

Jesús le dijo : ´Tampoco yo te condeno Jesús le dijo : ´Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». Palabra de Dios

El pecador arrepentido es perdonado. El pecado es condenado. El pecador arrepentido es perdonado. Jesús nos perdona para que ya no pequemos más. No nos dice : Puedes vivir como quieras, sigue pecando, yo te libraré de todo castigo y de todo sufrimiento. Dice : Vete y no peques más.

ayúdame vivir rectamente, sin pecar ni hacer pecar . Señor, ayúdame vivir rectamente, sin pecar ni hacer pecar . «Sean misericordiosos, como también su Padre es misericordioso» Lc 6, 36 Barthimeus, Instituto para el Progreso Humano