Por favor, no toques el ratón CATEQUESIS DE LA ORACIÓN
8- El Encuentro CATEQUESIS DE LA ORACIÓN
La necesita por razones psicológicas generales, para entrar en la quietud de la reflexión, para recogerse de la distracción y aturdimiento casi incurable en nuestros tiempos. El orante sabe que para que su oración sea fructífera necesita de la soledad exterior.
Pero, más importante que el lugar solitario, el orante necesita el silencio interior, para encontrarse con el mismo Cristo.
La insoslayable soledad de mi yo ante Dios es el lugar donde ese encuentro debe realizarse.
Dios, en su revelación, no se refiere a la humanidad anónima, sino que se refiere a mí.
El rayo de su elección amorosa recae sobre mí.
Por mí nació Cristo. Por mí murió en la cruz.
Para prepararme una mansión subió a los cielos y volverá en gloria para buscarme a mí.
La Palabra de Dios, en medio de la historia humana, vuelve a mí su rostro y me habla a mí.
No basta que el creyente oiga, la oración debe prolongarse en una respuesta activa a la Palabra.
El que se sabe llamado, el que ha oído de verdad la Palabra dará la respuesta del siervo: Hágase en mí según tu palabra.
El siervo tiene en su corazón el Espíritu de Dios, que ora en él y en él derrama el amor mismo del Padre y del Hijo.
Este Espíritu es la libertad, Y no hay nada en el cristiano que pueda debilitar, enturbiar o resquebrajar esta conciencia de la libertad cristiana.
La Palabra le pertenece y tiene que cogerla con las dos manos, estrecharla contra su pecho y sentir cómo misteriosamente late en él el corazón de Dios. El cristiano es llamado e interpelado
Ninguna norma extraña, impuesta desde fuera, ha de coartar el trato con el Amado.