ESPIRITUALIDAD DE JESÚS DE NAZARET

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Transcripción de la presentación:

ESPIRITUALIDAD DE JESÚS DE NAZARET

Jesús de Nazaret Parece que Jesús no habló mucho de su vida espiritualidad. Tendremos que examinar lo que Jesús hizo, dijo y enseñó, pero sólo con el fin de valorar la espiritualidad que debió de subyacer a todas sus actividades y enseñanzas. A pesar del hecho de que Jesús no escribió nada, tenemos una enorme cantidad de información sobre él, sobre el tiempo en que vivió y sobre la impresión que produjo en las personas. Tenemos los evangelios. Jesús vivió en un mundo muy diferente al nuestro y es algo que necesitamos considerar.

El mundo de Jesús de Nazaret Era un campesino judío Encontró inspiración en las Escrituras hebreas. El mundo en el que vivió era judío, con influencia griega y romana. El estilo de vida y los valores grecorromanos estaban siendo adoptados por los ricos y poderosos: la dinastía herodiana, los sumos sacerdotes, los ancianos (la nobleza) y los terratenientes ricos. La mayoría vivía en el lujo y la decadencia.

El mundo de Jesús de Nazaret Jesús no fue un reformador. No propuso mejoras de las creencias y prácticas religiosas de su tiempo. No fue un revolucionario político. Él no quería simplemente remplazar a quienes estaban en el poder por otros que aún no estaban en el poder. Él pretendía algo más radical que eso. Tomó los valores de su tiempo, en toda su variedad, y los volvió al revés. Estuvo empeñado en una revolución social, no en una revolución política; una revolución social que exigía una profunda conversión espiritual.

Jesús puso al mundo al revés No nos tomamos a Jesús muy en serio. Hay algunas notables excepciones, pero por lo general no amamos a nuestros enemigos, no ponemos la otra mejilla, no perdonamos setenta veces siete, no bendecimos a los que nos maldicen, no compartimos lo que tenemos con los pobres y no ponemos toda nuestra esperanza y confianza en Dios, como se refiere en el Sermón de la Montaña. Tales palabras son consideradas como subversivas y esto habría bastado para revolucionar las relaciones sociales entre los campesinos a quienes predicaba, así como las relaciones entre diferentes grupos sociales y clases y entre religiones y naciones.

Jesús puso el mundo al revés Se daba por supuesto era que Dios había bendecido a los ricos con la riqueza y que eran afortunados. Jesús se alzó y proclamó todo lo contrario: “Dichosos ustedes, los pobres” (Lc. 6, 20). Los pobres son afortunados porque les resultará fácil compartir Los desafortunados son precisamente los ricos: ¡Ay de vosotros los ricos!” (Lucas 6, 24). Ellos deberían ser dignos de lástima, porque les va resultar muy difícil vivir en el mundo futuro (el reino de Dios), donde todo habrá de compartirse. A los ricos les resultará muy difícil compartir. De modo parecido, Jesús dice que si los otros te odian, te excluyen, te insultan y te difaman, tienes que alegrarte porque así es como se trata siempre a los profetas. Cuando hablen bien de ti, es cuando puedes considerarte desafortunado. (Lucas 6, 22-26).

Jesús puso al mundo al revés Jesús mantuvo incondicionalmente su creencia de que todos los seres humanos eran iguales en dignidad y valor. Trató a los ciegos, los cojos y lisiados, los marginados y los mendigos con tanto respeto como a quienes gozaban de un alto rango y estatus. Se negó a considerar que las mujeres y los niños tuvieran menos importancia o fueran inferiores. Esto volvió al revés una sociedad cuidadosamente ordenada de estatus y honor, y más aún cuando abogó por descender en la escala social, en vez de esforzarse por subir hasta la cima.

Jesús puso al mundo al revés Enseñó a sus seguidores a ocupar el puesto más bajo, de modo que, cuando discutía entre ellos sobre quién era el más grande, puso en medio de ellos a un niño pequeño, una persona que aún no tenía rango o estatus en aquella sociedad, y les dijo que se esforzaran por ser como niños (Mc. 9, 33-37). Una de las formas en que Jesús volvió al revés su mundo consistió en conceder a las mujeres exactamente el mismo valor y dignidad que a los varones. Se destacó entre sus contemporáneos como el único maestro que podía contar con mujeres entre sus amigos y discípulos. Se nos habla de María de Betania (Lc. 10, 38-42). Más controvertida aún fue su estrecha amistad con María Magdalena, a quien enseñó y con quien, al parecer habló de muchas cosas. El hecho de que se mezclara tan libremente con las mujeres prostitutas, era un verdadero escándalo (Lc. 7, 39; Mt. 11, 19). Lo único que a Jesús no le importaba era su reputación.

Jesús puso al mundo al revés Podemos seguir mencionando relaciones como las de los recaudadores de impuestos a quienes Jesús les tenía una especial simpatía y comprensión, pues a ellos como a las prostitutas siempre se les echaba la culpa. Contra las expectativas de todos, eligió quedarse en casa de Zaqueo (Lc. 19, 1-10) y llamar a uno de ellos a ser su discípulo: Mateo. Mientras todos daban por sentado que los jefes religiosos, como los escribas y fariseos, los sumos sacerdotes y los ancianos, serían los primeros en ser aceptados en el reino de Dios, Jesús se atrevió a alzar la voz para decir que las prostitutas y los recaudadores de impuestos entrarían en el nuevo mundo de Dios antes que los dirigentes religiosos (Mt. 21, 31). Esto debió de trastornas las presuposiciones de casi todos, incluidas las prostitutas y los recaudadores de impuestos: “Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros” (Mc. 10, 31).

Jesús puso al mundo al revés La espiritualidad del tiempo de Jesús estaba basada en la ley, la Torá. Jesús la volvió al revés, pero no rechazando la ley, sino relativizándola. Dice Jesús: “el sábado ha sido hecho para el género humano, y no el género humano para el sábado”(Mc. 2, 27). Por lo tanto, todas las leyes han sido concebidas para nuestro servicio como seres humanos, No existimos para servir o dar culto a la ley. Eso sería idolatría. Su conducta al poner al ser humano por encima de la ley resultó ser muy escandalosa. (Mt. 12, 1-5). “No es lo que entra por la boca lo que mancha a la persona; lo que sale de la boca es lo que mancha” (Mt. 15, 11). No solo declaraba puros todos los alimentos sino que tocaba los cadáveres, a los leprosos y a las mujeres menstruantes. Lo que importaba a Jesús eran las personas y sus necesidades. Todo lo demás estaba en función de ellas.

Jesús puso el reino al revés El pueblo judío esperaba a un Mesías que restaurara el reino. Algunos esperaban una intervención milagrosa. Otros, que fueran derrotados los romanos. ¿Entraría triunfante el Mesías-rey en Jerusalén con un ejército? Los esenios se habían retirado al desierto para purificarse y estar preparados para el acontecimiento. Pero Jesús dio un vuelvo a esas expectativas.

Jesús puso el reino al revés Jesús veía el reino de Dios como el reino del padre amoroso de la parábola que persona a su hijo pródigo incondicionalmente, se alegra por el retorno de su hijo perdido, no piensa en castigo y no quiere saber nada del libertinaje y el despilfarro de su hijo. Lo único que quiere hacer es celebrar una fiesta con su familia. (Lc. 15, 11-32). La comunidad o sociedad que Jesús esperaba se parecía más a una familia de hermanos y hermanas que tienen a Dios como padre amoroso. Su imagen del reino o reinado de Dios era la de una familia feliz y llena de amor, no la de un imperio conquistador y opresor. Así pues, el reino no descendería de lo alto, sino que ascendería desde abajo, desde los pobres, los pequeños, los marginados, los perdidos… ellos llegarían a ser como hermanos y hermanas que cuidan uno de otros, se identifican unos con otros, se protegen y comparten mutuamente

Jesús puso el reino al revés Una familia de hermanos y hermanas que implica dejar de preferir a la familia carnal y seguir a Jesús, porque no se puede ser miembro del reino como familia de Dios si sigue dando preferencias a su propia familia convencional. (Mc. 3, 33-35). Jesús quiere salir de las limitaciones de la familia carnal o de la familia de los parientes próximos para formar la familia más amplia del reino de Dios. Una mor exclusivo a los familiares más próximos sería una forma de egoísmo de grupo. La nueva comunidad es la familia de quienes se aman unos a otros. Si tu enemigo sigue odiándote y maldiciéndote, esa persona continúa excluyéndose de la nueva familia de Dios. Como todas las familias, la familia de dios se reúne en torno a una mesa para comer- Esto explica la centralidad de las comidas en la vida de Jesús.

Jesús puso el reino al revés El reino de Dios es una realidad presente. Ya ha llegado a nosotros. No tenemos que esperar signos y portentos. (Mt. 12, 38-39). La comunidad o familia de dios es como la levadura que actúa ya en el mundo (Mc. 13, 33). Es un grano de mostaza que crecerá y se convertirá en algo mucho más grande (Mc. 4, 31-32). Lo que estamos esperando ya he llegado. Donde está Jesús está el reino.

El Mesías al revés Jesús quería ser el siervo. (Mc. 10, 42-45). No tenía la intención de ser servido por las personas, ni quería que sus discípulos fueran como jefes servidos por otros. Él estaba llamado a predicar, enseñar, introducir en el reino o familia de Dios, pero tenía que hacerlo sufriendo y muriendo por ello. Su imagen del verdadero Mesías sería la del siervo sufriente descrito en el libro de Isaías (Is. 52, 13-53,12). Él sería el vuelco más radical de todos. Jesús no iba a sr el Mesías conquistador y triunfante que aplastaría a los opresores de Israel, humillándoles y victimizándolos para liberar a su pueblo. Él iba a triunfar siendo conquistado, arrestado, golpeado, humillado y clavado en una cruz como un esclavo rebelde o un criminal común: la muerte más desgraciada e ignominiosa imaginable en aquellos días.

El Mesías al revés Él no era el vencedor sino la víctima. Y, paradójicamente, éste sería su mayor logro. La verdad y la justicia estaban de parte de la víctima. De hecho, es ahí donde se encuentra Dios; tomando partido por las víctimas del mundo. Esto es lo que Jesús dijo siempre. René Girard ve el vuelvo víctima-vencedor como la respuesta final al problema de la violencia. En lugar de sacrificar a alguien como chivo expiatorio, para salvar al pueblo. Jesús asume el papel de chivo expiatorio o cordero sacrificial. Desde el punto de vista humano Jesús fue un fracasado. Su disposición al fracaso fue lo que revolucionó la espiritualidad de aquel tiempo. Su muerte fue un triunfo. La disposición a morir por otros significaba que él estaba vivo, y sus verdugos muertos. Él lo expresó como una paradoja sobre la vida y la muerte que aparece de diferentes formas en todos los evangelios. Se puede resumir así: “Quien salve su vida la perderá, quien pierda su vida la salvará”

Jesús pone el mundo al derecho Jesús estaba centrando la atención en un mundo sin todas las distorsiones y engaños del ego: orgullo, envidia, celos, egocentrismo, arrogancia, falta de amor y aislamiento de otros seres humanos como individuos y como grupos. Jesús habló de este mundo al derecho como un mundo de Dios, como el reino o familia de Dios naciente. Jesús irrumpió en escena en la Palestina de aquel tiempo con una nueva conciencia, con una sabiduría que las escrituras llamarían: “la sabiduría de Dios”

Jesús un profeta Como todo profeta, con audacia y radicalidad habló Jesús contra los presupuestos y las prácticas de las autoridades religiosas de su tiempo. Este conflicto se hizo tan intenso que al final lo mataron para que no pudiera hablar. Jesús afrontó las consecuencias de sus palabras y acciones. Todo intento de practicar la misma espiritualidad que Jesús implicará aprender a hablar audazmente como él… y afrontar las consecuencias. La lectura de los signos de los tiempos debió ser una parte integrante de la espiritualidad de Jesús. Jesús ley{o estos signos desde la perspectiva de un campesino galileo y vio que en el espiral de violencia que se respiraba no había ninguna esperanza para laos pobres y los oprimidos. Las personas se sentían impotentes y desvalidas. (Mc. 9, 36)

Jesús un profeta Al observar el dolor y el sufrimiento de los campesinos y de otras personas pobres que se estaban empobreciendo cada día m{as y clamaba por su pan de cada día, parece que Jesús, conmocionado por la hipocresía y el fariseísmo de muchos líderes religiosos y conmovido por el “desvalimiento” y la condición rota de muchas personas sinceras, descubrió que lo que la gente necesitaba era sanación. La exitosa labor de sanación entre los pobres y las alentadoras noticias de amor de Dios que el propio Jesús lleva a los campesinos y los mendigos son el signo más destacado de que algo nuevo está naciendo. Al leer los evangelios, la impresión general que nos produce es que Jesús fue un hombre muy activo; predicación, enseñanza, sanación y enfrentamiento con los jefes religiosos y políticos. Lo que no siempre percibimos es que detrás de todas sus actividades, y sosteniéndolas, había una vida de oración constante y de profunda contemplación.

Jesús un hombre orante Se alejaba de sus discípulos para orar (Mt. 26,36). En una ocasión mientras él estaba orando, vieron cómo su aspecto cambió y su rostro brillaba (Mt. 17,2). Muy de madrugada, antes del amanecer (Mc. 1, 35) En lugares solitarios (Lc. 4, 42). Lo hacía normalmente (Lc. 5, 16). Antes de elegir a los doce apóstoles pasó toda la noche en oración (Lc. 6,12). Jesús recomienda orar en la privacidad del propio cuarto y denuncia la actitud de aquellos a quienes “les gusta orar de pie en la sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente” (Mt. 6, 5-6).

Jesús un sanador Su práctica de tratar a las personas como incondicionalmente perdonadas y hacerles ver que ya no entraban en un estado de culpa o pecaminoso, tenía un vigoroso efecto sanador sobre ellas, porque antes les habían dicho muchas veces que eran culpables. (Lc. 7, 38; Mc. 2). El efecto sanador de su predicación y la enseñanza de Jesús aportó un alivio indecible a quienes se sentían sobrecargados y marginados por causa del sistema de aquel tiempo. Jesús nunca adoptó una actitud acusadora. No culpó acusó ni condenó a ningún individuo. Ninguna vez lo vemos dando lecciones de moral, buscando un chivo expiatorio o echando la culpa a alguien. Su actitud hacia las personas que en su tiempo eran etiquetadas como pecadores fueron asombrosamente diferente de la actitud de otros líderes religiosos. Lo que hacía falta, según la visión de Jesús, no era acusar, sino sanar. Jesús no veía en los otros pecado y culpa, sino una condición herida y rota y también enfermedad, confusión y miedo. (Mc. 2, 17).Su pasión era llevar sanación a todos. El secreto del éxito de Jesús como sanador fue su fe extraordinariamente poderosa. La fe de la que habla Jesús implica confiar en que Dios hará lo que es mejor, y que tal vez no sea lo que tú o yo queremos. La verdadera fe incluye orar que se cumpla la voluntad de Dios.

Jesús un místico Uno de los recuerdos más intensos que los discípulos tenían de Jesús era que se dirigía a Dios con una palabra familiar, abbá, en vez de emplear cualquier otra palabra religiosa sagrada y que enseñó a su discípulos a hacer lo mismo. En nuestro intento de comprender la espiritualidad de Jesús, la significación de su uso del término abbá no radica en que sea masculino o que se trate de la palabra que podía usar un niño, sino en que expresa intimidad. Jesús habla de Dios como un padre amoroso que abraza, sostiene y protege a su hijo o a su hija. Y, al igual que el amor de cualquier padre bueno, es cálido, incondicional y totalmente digno de confianza. Algunos podrían asociarlo más como una madre entregada que con un padre, aunque sea tierno; pero hoy no son pocos los padres afectuosos, como tampoco lo fueron en el pasado.

Jesús un místico Más revelador aún que el uso de la palabra abbá es la descripción que Jesús hace del padre amoroso en la parábola del hijo pródigo. Este padre se alegra del retorno de su hijo perdido, no piensa en un castigo para él, y no quiere saber nada del libertinaje y el despilfarro de su hijo. La reacción espontánea de este abbá es el perdón incondicional. Jesús se vio así ismo como el hijo que aprendió imitando a su Padre. Aprendió a perdonar incondicionalmente, como hace Dios. Aprendió a ser compasivo (Lc. 6, 36). Porque su padre hace que el sol brille y manda la lluvia sobre justos e injustos, Jesús aprendió a amar a justos e injustos, incluidos sus enemigos y quienes los perseguían (Mt. 5, 44-45). Si nos resulta tomar a Jesús en serio y vivir como él vivió, es porque no hemos experimentado a Dios como nuestro abbá. La experiencia de Dios como su abbá fue la fuente de sabiduría de Jesús, de su claridad, su confianza y su libertad radical. Sin esto es imposible comprender por qué y cómo hizo las cosas que hizo.

En conclusión Quien quiera tomar a Jesús en serio tendrá que estar preparado para convertirse en un profeta y un místico. Todos podemos llegar a ser lo bastantesvalientes para alzar la voz como los profetas. También podemos llegar a ser místicos. La unión con Dios no es una experiencia reservada algunas personas muy especiales y privilegiadas. Jesús no pensó que únicamente él podía experimentar una intimidad con Dios como su abbá. Dios es Padre de todos: “Mi Padre y vuestro Padre” (Jn 20, 17). Padre Nuestro (Mt. 6,9). Todos podemos experimentar un cierto grado de intimidad con Dios, como veremos. Según la tantas veces citada predicción de Karl Rahner, el gran teólogo del siglo XX, “el cristiano del futuro será un místico o no será”