LIMPIEZA ESPIRITUAL Y CORPORAL. No 5
Exo.14:11,12. “Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? 12 ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto”. Los hombres siempre han encontrado satisfacción en culpar a algún otro por las dificultades que encuentran. Y el primer hombre que culpó a otro por su propio error fue Adán. (Ver Gén.3:11,12).
En este caso fue Moisés el blanco de la indignación de los israelitas En este caso fue Moisés el blanco de la indignación de los israelitas. Argüían que él, como dirigente, debiera haber hecho algo mejor que colocarlos en una situación tan peligrosa, al colocarlos en contra de Faraón y su ejercito. Pero, ¿acaso la columna de nube no los había guiado a esa trampa de la cual parecía no haber escape? Pero, en medio de la dificultad, el pueblo en lugar de buscar el apoyo de Dios, se olvidaron de Él, quien tenía un propósito al guiarlos por ese camino. Cínicamente preguntaron si Egipto, una tierra de sepulcros por excelencia, no podía haber provisto tumbas para ellos.
Al principio aceptaron gustosamente las instrucciones propuestas dice (Exo.4:30,31). “Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo. Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron”. Al salir de Egipto habían cumplido voluntariamente con sus instrucciones. Pero ahora decía: “Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto”. Es una tendencia común preferir la esclavitud, a la muerte, cuando éstas son las únicas alternativas. No es extraño que un pueblo plenamente acostumbrado a la servidumbre y al que le faltaba una tradición de independencia no se elevara a las alturas de heroísmo alcanzadas por los hombres libres.
El hombre acostumbrado durante tantos años al pecado, le es difícil aceptar la voluntad de Dios Dios por su gran amor nos ha liberado de la esclavitud del pecado, para ser verdaderamente libres, para servirle a Él por amor.
Exo.16.2,3. “Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; 3 y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”. Acostumbrados en Egipto a un régimen de carne, pan, pescado y verduras con que habían sido alimentados aun siendo esclavos, ahora se levantaron contra Moisés y Aarón.
Preferían la esclavitud, los azotes y el dolor, con tal que les dieran carne. Unos pocos, se gozaban con la libertad, con tal de poder servir y adorar a Dios, y alimentarse con lo que Él les diera: Maná y Su Palabra
Exo.17:3,4. Así que el pueblo tuvo allí sed de agua, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, y a nuestros hijos y a nuestros ganados? Entonces clamó Moisés al SEÑOR, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán. Durante un corto tiempo las palabras de Moisés parecieron haber calmado al pueblo, pero cuando su sed se hizo insoportable volvieron a Moisés ardiendo de ira. Acusándolo otra vez de haber tramado su muerte manifestaron una lastimosa falta de fe. En esta ocasión como en todas las veces que tenía dificultades, Moisés siempre llevaba sus dificultades al Señor (Ver Exo.15:25; Exo.32:30; Exo.33:8; Num.11:2,11; Num.12:13; Num.14:13-19; etc.). Tal como lo deberíamos hacer nosotros, hoy. Por experiencia propia Moisés había aprendido a tener confianza implícita en Aquel que lo había llamado a ser el jefe de su pueblo, y siempre que llegaba al límite de la sabiduría humana, encontraba un Auxiliador siempre listo para socorrerlo.
Moisés estaba cuidando las ovejas de su suegro, cuando Dios lo llamó, y le prometió su compañía. (Ver Éxo.3:12). ¿Qué estabas haciendo tu, cuando Dios te llamo a su servició? ¿A quien le llevas tus peticiones? Recuerda la promesa: “Yo estaré con vosotros todos los días”. (Mat.28:20).
Efe.4:13-15. hasta que todos salgamos en unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, en varón perfecto, a la medida de la edad cumplida del Cristo; 14 que ya no seamos niños inconstantes, y seamos atraídos a todo viento de doctrina por maldad de hombres que engañan con astutos errores; 15 antes siguiendo la verdad en caridad, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, el Cristo; La semejanza a Cristo es la meta que debe alcanzar tanto el individuo como la iglesia -en su conjunto- (Ver Rom.8:29). Negarse a crecer es un pecado mayor que la inmadurez; es el resultado del engreimiento y de ideales mezquinos. Sólo Cristo tiene la estatura perfecta y es el único hombre perfecto y completo. Se nos exhorta a que participemos de esta naturaleza. Todas las funciones de la iglesia y las mercedes del Espíritu Santo se dan con ese propósito.
Sal.24:3. ¿Quién subirá al monte del SEÑOR? ¿Y quién estará en el lugar de su santidad? Nosotros no nos pertenecemos; nuestros cuerpos, nuestras almas no son nuestras. Aun las de los hijos de los hombres son de Dios, aunque no lo conocen ni admiten una relación con Él. Un alma que conoce y considera su propia naturaleza, y que debe vivir para siempre, cuando ha visto la tierra nueva y su plenitud, se sentará insatisfecha. Piensa en subir hacia Dios y preguntar: ¿Qué haré para vivir en ese lugar santo y feliz donde Él hace santa y feliz a su gente? Hacemos nada de la religión si no la hacemos obra del corazón. Sólo podemos ser lavados de nuestros pecados y renovados para santidad por la sangre de Cristo y el lavamiento del Espíritu Santo. Así llegamos a ser su pueblo; así recibimos bendición del Señor y justicia del Dios de nuestra salvación. El pueblo peculiar de Dios será feliz verdaderamente y para siempre. Donde Dios da justicia, Él otorga salvación. Los que están hechos para el cielo serán llevados a salvo al cielo y hallarán lo que han estado buscando. Alobado sea Dios.
Un alma que conoce y considera su propia naturaleza, y que debe vivir para siempre, cuando ha visto la tierra nueva y su plenitud, se sentirá insatisfecha El pueblo peculiar de Dios será feliz verdaderamente y para siempre. Donde Dios da justicia, y salvación eterna.