Tolerancia y diversidad sexual, por Ricardo Bucio Icono Diversidad Sexual En nuestro país, cuatro de cada 10 personas considera que la diversidad en las preferencias sexuales divide mucho a la gente. En la misma proporción, dijeron que no estarían dispuestos a que en su casa vivieran personas con una orientación o preferencia sexual diferente de la heterosexual. Sin embargo, los datos contrastan con la siguiente información: la mayor parte de la población (arriba del 60%) considera que no se justifica nada oponerse al matrimonio de dos personas del mismo sexo. Las estadísticas forman parte de los resultados arrojados por la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, Enadis 2010, hechos públicos en abril pasado. A nivel normativo, el Estado ha dado pasos importantes en la protección de derechos. Primero con la legislación sobre las sociedades de convivencia, luego con la decisión de la Suprema Corte de permitir la adopción a parejas del mismo sexo y finalmente con la recién aprobada reforma constitucional en derechos humanos. Gracias a ello se ha logrado visibilizar y abrir el debate sobre temas que requieren de cambios culturales complejos, tales como la homofobia. Provocada por una visión patriarcal prevaleciente que irrumpe en el libre ejercicio de una decisión tan autónoma e íntima como la sexualidad. Esta posición hegemonizante marca desigualdades, excluye y formula clasificaciones sobre lo que se juzga normal y anormal, lo cual devela un orden moral estigmatizante que niega la historicidad y el carácter socialmente construido de las normas.
Discriminar a una persona por su preferencia sexual es cuestionar y rechazar su identidad misma y, al hacerlo, se le niega el mismo acceso a derechos que tienen las personas cuya identidad no está sujeta a prejuicios. Situaciones extremas de manifestaciones homofóbicas las hemos visto y, desgraciadamente, no hace mucho, en el brutal asesinato del activista guerrerense Quetzalcóatl Leija Herrera, quien defendía los derechos de la comunidad LGBTTI. Ahora bien, al analizar los resultados de la Enadis donde por un lado la mayoría de los mexicanos acepta las uniones entre personas del mismo sexo, pero no estaría dispuesto a compartir su casa con ellas o ellos, se puede observar que prevalece la visión aglutinante de la heterosexualidad. Hay la disposición de aceptar las uniones entre personas del mismo sexo, pero hasta ahí. Lo importante de la tolerancia hacia las personas es que más allá de una aceptación moral por una cualidad, preferencia u orientación, es a partir de ella que se acepta el derecho como tal y se le reconoce a todas las personas. La transformación es cultural y, en tanto tal, se desarrolla mediante avances lentos pero constantes. No se trata simplemente de aceptar la diversidad o permitirla, se trata de garantizar los derechos, reconocer la legitimidad de la igualdad en el acceso a ellos. De otro modo, se perpetuaría una visión jerarquizada y hegemonizante de las sexualidades y las identidades individuales excluyente por definición.
Es necesario que ahora se traslade la discusión hacia el terreno del derecho a la autodeterminación y a la diversidad sexual. Es decir, las personas en tanto seres autónomos capaces de elegir lo mejor para sus vidas tienen el derecho de decidir sobre sus preferencias sexuales. Sus elecciones no tienen porque pasar por el tamiz patriarcal, sino asumirse como el libre ejercicio de los derechos sexuales. Estas decisiones de vida pertenecen al terreno de lo privado y convergen en el espacio público sólo para ser protegidas dentro de la gama de derechos humanos, nunca para ser validadas como buenas o malas. El Estado entonces deberá combatir la homofobia y proteger la diversidad sexual como un bien para proteger la dignidad de todas y todos. Es fundamental que como sociedad y gobierno decidamos flexibilizar nuestras ideas rígidas y caducas. Necesitamos seguir avanzando en el respeto a los derechos de todas y todos, pues en la diversidad se debe hacer efectiva la igualdad Ninguna forma de vida es mejor que otra. La única posibilidad para que nuestro país viva una verdadera democracia es el respeto irrestricto a la libre determinación de las personas. Ricardo Bucio Mújica, presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.