"RABBÍ" Lectio divina Domingo de Ramos Ciclo B.

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Transcripción de la presentación:

"RABBÍ" Lectio divina Domingo de Ramos Ciclo B. 25 Marzo 2018 Secretariado Catequesis de Cádiz y Ceuta Música: Pasión de Cristo: “Llevando la cruz” Elaboración: Manuel López/Eloísa Díaz-Jara Montaje: Eloísa Díaz-Jara Avance Manual

ORACIÓN INICIAL Dispón, Señor, nuestro corazón para acoger tu Pasión y las experiencias dolorosas de nuestra vida, de nuestros seres queridos, y de cuantas personas sufren, como una ocasión privilegiada de unirnos a ti, que nos has redimido con el precio de tu sangre. Sabemos que sólo cuando aceptamos cargar con el dolor de otros, como Tú has asumido el nuestro, podremos convertirnos en signos de esperanza para tantos hermanos que esperan ayuda, apoyo, compañía…

Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. TEXTO BÍBLICO Mc. 14. 1-15,47 (Versión breve) Al atardecer fue él con los Doce. Mientras estaban a la mesa comiendo dijo Jesús: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo». Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos. Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a orar». Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les dice: «Mi alma está triste hasta la muerte.

Quedaos aquí y velad». Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y decía: «¡Abba!, Padre : tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres». Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: «Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto». Y en cuanto llegó, acercándosele le dice: «¡Rabbí!». Y lo besó. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices». Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan». Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado.

Pilato les preguntó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos. » Pilato les preguntó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?». Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?». Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Y lo sacan para crucificarlo. Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos».

Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: Eloí Eloí, lemá sabaqtaní (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»). Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». José de Arimatea lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.

LECTURA ¿Qué dice el Texto?

Es difícil hacer una reflexión de un texto tan largo Es difícil hacer una reflexión de un texto tan largo. En esta oportunidad me gustaría llevar a la luz el contraste entre la fidelidad de Jesús, revelación del amor de Dios, y nuestra infidelidad. Jesús durante toda la pasión se mantuvo fiel a hacer la voluntad del Padre. Él fue preso, torturado, burlado, abrazó la cruz, fue crucificado, despreciado e insultado y al final murió como testigo de amor hasta el extremo. Los hombres, sin embargo, movidos por la envidia, lo entregaron a la muerte. Movidos por la codicia, lo vendieron. Movidos por la hipocresía, lo traicionaron con un beso. Movidos por el miedo, huyeron y lo abandonaron. Movidos por la cobardía, lo negaron.

Movidos por la prepotencia, le pegaron y lo escupieron Movidos por la prepotencia, le pegaron y lo escupieron. Movidos por la ingratitud, eligieron a un asesino, prefiriendo dar libertad a un malhechor. Motivados por la maldad, lo torturaron y se burlaron de él. Motivados por el despecho, lo insultaban sin ningún motivo. Mirando nuestra historia personal, podemos descubrir que muchas veces actuamos motivados por envidia, por hipocresía, por cobardía, por miedo, por prepotencia, con ingratitud, por maldad, o por despecho … exactamente como aquellos del Evangelio.

No nos debe escandalizar lo que hicieron estos hombres 2000 años atrás, pues en alguna medida… nosotros prolongamos en cada jornada la pasión de Cristo. El Jesús sufriente de nuestros días nos denuncia nuestro comportamiento. Cuando lo traicionamos, lo comerciamos, lo abandonamos, lo torturamos, lo insultamos o nos burlamos de Él, solamente nos mira, como miró hacia Pedro.

Jesús nos amó y lo hizo hasta el extremo Jesús nos amó y lo hizo hasta el extremo. Ni aun cuando fue torturado y muerto fue capaz de dejar de amarnos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Y sabemos que el Padre siempre ha escuchado la oración de Jesús.

En esta semana santa pidamos a Jesús, ante todo, la gracia de reconocer las situaciones en que concretamente también nosotros hoy continuamos crucificándolo y que su mirada nos ayude a sinceramente llorar nuestros pecados.

¿Qué me dice el Señor en el Texto? meditación ¿Qué me dice el Señor en el Texto?

«La humillación de Jesús». Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, aquel que debe ser el del cristiano: la humildad. Nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde. Humillarse es ante todo el estilo de Dios:

Al recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la «condición de siervo». En efecto, la humildad quiere decir también servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, «despojándose», como dice la Escritura. Este «despojarse» es la humillación más grande.

Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad Hay otra vía, contraria al camino de Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece el camino de la vanidad, del orgullo, del éxito... Jesús la rechazó sin dudarlo. Y, con él, solamente con su gracia y con su ayuda, también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de la vida.

En esto, nos ayuda y nos conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, una persona sin techo...

Pensemos también en la humillación de los que, por mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy, no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y ultrajes. Lo siguen por su camino.

En la cruz se manifiesta el amor loco de Dios por nosotros, la fuerza que impulsó al Hijo de Dios a unirse a nosotros hasta el punto de sufrir las consecuencias de nuestros delitos como si fueran propias, revelándonos así su fidelidad al Padre.

Contemplar al crucificado nos llevará a abrir el corazón a los demás, reconociendo las heridas de Jesús en cada ser humano que sufre; y nos llevará, en especial, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona, y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchos hermanos.

¿Qué respondo al Señor que me habla en el Texto? oración ¿Qué respondo al Señor que me habla en el Texto?

Enséñanos, Señor, a hacer silencio en estos días, para escuchar tu palabra y meditar en tu Misterio de Amor; para aprender a escuchar como discípulos que van en camino, de tu mano, animados por el Espíritu descubriendo la voluntad de tu Padre. Enséñanos a orar como tú, Señor. Llamando Padre a Dios, confiándonos en sus manos, buscando sus caminos, pidiendo con fuerza y coraje que venga el Reino de Vida, que llegue la Justicia prometida, que haya Pan para todos.

Enséñanos Señor a aceptar la cruz del seguimiento, pues no se siguen tus huellas sin caminar hacia la entrega y sin vivir la renuncia. Ayúdanos a tomar tu cruz cada día, para morir a nuestros egoísmos y bajezas.

Tu Palabra nos invita a seguir tus pasos, abandonarnos en el Dios de la vida; desde el silencio, la oración, el servicio y la cruz, caminamos, Señor, para aprender a convertirnos.

¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto? contemplación ¿Cómo reflejo en mi vida lo que me dice Dios en el Texto?

Contempla como Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera preocupación por los demás. Quiere hacerse presente en nosotros, a través de las circunstancias del vivir humano.

Hemos escuchado la Pasión del Señor. Nos hará bien preguntarnos: ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor?

¿Quién soy yo, delante de Jesús entrando en Jerusalén en este día de fiesta? ¿Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo? ¿O tomo las distancias? ¿Quién soy yo, delante de Jesús que sufre? Hemos oído muchos nombres: tantos nombres.

¿Mi vida está dormida? ¿O soy como los discípulos, que no entendían lo que era traicionar a Jesús? ¿O como aquel otro discípulo que quería resolver todo con la espada: soy yo como ellos?

¿Yo soy como Judas, que finge amar y besa al Maestro para entregarlo, para traicionarlo? ¿Soy yo, un traidor? ¿Soy como aquellos líderes religiosos que tienen prisa en organizar un tribunal y buscan falsos testigos? ¿Soy yo como ellos?

¿Soy yo como el Cireneo que regresaba del trabajo, fatigado, pero que tuvo la buena voluntad de ayudar al Señor a llevar la cruz? ¿Soy yo como los soldados que golpean al Señor, le escupen, lo insultan, se divierten con la humillación del Señor?

¿Soy yo como aquellos que pasaban delante de la cruz y se burlaban de Jesús?: “¡Que descienda de la cruz, y nosotros creeremos en él!”. ¿Soy yo como aquellas mujeres valientes, y como la madre de Jesús, que estaba allí, y sufrían en silencio? ¿Soy yo como José, el discípulo escondido, que lleva el cuerpo de Jesús con amor, para darle sepultura?

¿Soy yo como estas dos Marías, que permanecen en la puerta del sepulcro, llorando, rezando? ¿Soy yo como estos dirigentes que al día siguiente fueron a los de Pilato… y bloquean el sepulcro?

Que estas preguntas nos acompañen durante toda la semana. ¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de estas personas yo me parezco?

ACCIÓN ¿A qué me comprometo?

Pregúntate si de verdad estas dispuestos a afrontar con el Maestro el camino del amor.

Reconoce el paso del Señor en tu vida Reconoce el paso del Señor en tu vida. El pueblo de Jerusalén, responde al paso del Señor con alabanzas. Hazlo tú también.

La pasión del Señor, nos invita a caminar junto a tantas personas que también caminan con su cruz. Hazte presente como el Cirineo, para ayudar, acompañar, escuchar…

En la entrada triunfal todo es alegría y jubilo, pero en la soledad del huerto, se quedó solo. Compromete tu vida con los que sufren en la soledad.

Jesús quiere hacerse presente en nosotros, a través de las circunstancias del vivir diario. Da testimonio de Él en la sencillez de tu trabajo bien hecho, con tu alegría, con tu serenidad, con tu sincera preocupación por los demás.

Examina si hay alguien en tu entorno que necesite ayuda para vivir, en verdad, la Semana Santa. Acompáñalo.

Sé capaz de testimoniar en tu comunidad, grupo… entre las personas que se acercan a ti que Jesús te ha redimido y salvado. Que esto te haga cada día más sensible a las necesidades de los hermanos.

Procura ir a algún lugar donde viva gente necesitada o estar con alguna persona para hablar de Jesús. Que todo el que se acerque a ti crea viéndote servicial, alegre y feliz en el compartir. FIN