“Los nuevos centros de radicación” HISTORIA JUDIA “Los nuevos centros de radicación” Alumnos: Nahime Baliosian, Tomas Morales y Leila Salomonsky Profesora: Sandra Bernstein Fecha de entrega: Lunes 30 de Marzo

PORTUGAL

En Portugal había una antigua comunidad judía, numerosa y bien organizada. El rey Juan I (1385-1433) protegió a sus súbditos judíos; permitió la inmigración de judíos habiendo prometido un puerto seguro, por lo menos en forma temporaria, para aquellos judíos que quisiesen llegar, que huían de la persecución en España; y hasta toleró el retorno de los judíos bautizados a la práctica de su fe anterior.

Esta política que resultó sumamente beneficiosa para la economía del reino, también fue practicada por sus sucesores. Varias familias judías lograron enriquecerse por medio de operaciones comerciales, altas posiciones y considerable influencia en la Corte. Aunque su vida allí no fue fácil desde el comienzo, la situación se volvió mucho más complicada cuando un nuevo rey, Manuel I, subió al poder en 1495.

Al año de comenzado su mandato, comenzaron a llevarse a cabo negociaciones para su casamiento con la hija de Fernando e Isabel de España. El rey estaba entusiasmado con la idea de su casamiento viendo la futura posibilidad de unificar España y Portugal bajo una misma corona. Pero los reyes españoles tenían una condición: la expulsión de los judíos de Portugal. Ellos no habían expulsado a los judíos de sus tierras para volver a anexarlos como parte de las posesiones de la familia en Portugal, por lo que Manuel no tuvo elección; un Edicto de Expulsión fue emitido, y éste comenzaría a regir a partir de 1497. Los judíos comenzaron a marcharse y con el inicio del éxodo, se hizo notable que la partida de los judíos tendría desastrosas consecuencias en la economía del país.

Viendo que no podía dejarlos ir pero tampoco podía permitir su permanencia, Manuel decidió tratar de retenerlos como cristianos, lo que no surtió efectos. Todo tipo de medios fueron empleados (bautismos forzados), pero el resultado final estaba claro. Para comienzos del nuevo siglo no habían quedado judíos en Portugal. En cambio, había varias decenas de miles de conversos imposibilitados de partir. Para los que querían aferrarse a algo judío la única alternativa era partir. Doña Gracia Mendes, hija de conversos, fue la que ayudó a muchos judíos a concretar la huída de Portugal.

Gracia nació en Portugal a principios en 1510 y vivió una vida judeoconversa allí. Fue bautizada por sus padres Beatriz de Luna, aunque luego se cambió el nombre a Gracia que es la manera portuguesa y española del nombre hebreo Hannah. En 1528 contrajo matrimonio con otro judío converso, Francisco Mendes, por lo que Gracia adoptó el nombre de Gracia Mendes. En 1536 fallece su esposo y se hace cargo de la gran fortuna y socia de los negocios financieros de su difunto esposo, que eran dirigidos desde Amberes, Bélgica, por su cuñado. Ese mismo año se instaura la Inquisición Portuguesa y se ve obligada a partir con su hija Reyna, su hermana y su sobrino hacia Amberes, donde solo permaneció por dos años.

Allí asumió la dirección de sus empresas después de la muerte de su cuñado y con todas las ganancias que tenía facilitó la huida de los Anusim en muchos lugares. Luego se mudan a Venecia, donde es denunciada ante las autoridades por su criada como judía secreta y pasó dos años en la prisión italiana. En 1553, su sobrino Iosef Nasí la ayuda a escapar de Italia y le organiza una entrevista con el Sultán de Turquía donde logró un acuerdo por una gran suma de dinero a cambio de Tierra Santa (Eretz Israel) y además logro quedarse en Estambul y adoptó el nombre de Gracia Nasí, por su sobrino Iosef.

Aunque ella recidía en Estambul, no le impidió reconstruir ciudades de Eretz Israel y organizar todo tipo de planes comerciales para que muchos judíos pudieran residir allí, ayudándolos a escapar de la Inquisición. Gracias a ella también se imprimió la primera traducción de la Biblia impresa denominada “Biblia de Ferrara”.

En 1569, Doña Gracia muere cerca de Constantinopla y es enterrada en el Monte de los Olvidos de Jerusalem. Su muerte significó la perdida de una “Gran Dama” con una gran sensibilidad y conducta intachable. Simbolizó el triunfo ante la adversidad y una intensa devoción a la vida judía.