LA VIRTUD DE LA RELIGIÓN EL PRIMER MANDAMIENTO ESPERANZA – CARIDAD LA VIRTUD DE LA RELIGIÓN

Esperar Nos lleva a confiar plenamente en la ayuda de Dios, ya que si nosotros no abandonamos la lucha por comportarnos como hijos suyos (comenzar y recomenzar), Él, en su omnipotencia e infinita misericordia, nos concederá la eterna bienaventuranza.

Esperar Virtud sobrenatural por la que tenemos confianza en que Dios nos dará, por los méritos de Jesucristo, la gracia que necesitamos en esta tierra para alcanzar la gloria. La esperanza impulsa fuertemente a obrar como Dios quiere, y a evitar el pecado que nos aleja de Él (CEC, 2090).

Pecados contra la esperanza DESESPERACIÓN: desesperar de la propia salvación y dejarse dominar por la desconfianza en la misericordia divina (CEC, 2091) PONER LA ESPERANZA ÚLTIMA EN ALGO FUERA DE DIOS PRESUNCIÓN: confianza en que la misericordia divina perdonará los pecados sin conversión, contrición ni absolución sacramental (CEC, 2092)

Amar Virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la forma de las demás virtudes, que sin el amor no son virtudes vivas, es decir, no unen efectivamente con Dios (1Co 13, 1-13).

Amar La plenitud de la caridad es la plenitud de la vida cristiana: el vínculo de la perfección (Col 3, 14). Amar a Dios es cumplir positivamente su voluntad, no sólo evitar lo que es contrario a su ley.

Pecados contra la caridad hacia Dios Cualquier pecado, especialmente el mortal Indiferencia Ingratitud Tibieza Acedia o pereza espiritual Odio a Dios CEC, 2094

La virtud de la religión Es la virtud que nos dispone a dar a Dios lo que le debemos (CEC, 2095). Se vive esta virtud con los siguientes actos: adoración oración sacrificio promesas y votos

La virtud de la religión Adoración Acto por el que damos a Dios la máxima reverencia y sumisión como Creador y Salvador nuestro. Es la actitud más fundamental de la criatura ante Dios. Nos libera de las diversas formas de idolatría que llevan a la esclavitud.

La virtud de la religión Oración Elevación de la mente a Dios para alabarle, darle gracias y pedirle lo que necesitamos. Como somos hijos de Dios, la oración es una conversación confiada con nuestro Padre que está en los Cielos

La virtud de la religión Sacrificio Ofrecimiento o entrega a Dios de cosas sensibles (ofrendas) en homenaje y como signo de sujeción. El sacrificio exterior expresa el sacrificio interior de la voluntad: la obediencia. Cristo nos redimió por el sacrificio de la Cruz, y los cristianos podemos unir nuestros sacrificios al suyo en la Misa (CEC, 2100).

La virtud de la religión Promesas y votos Propósitos de hacer algo acorde con la voluntad de Dios. Se hacen en el bautismo, la confirmación, el matrimonio y la ordenación sacerdotal. Por devoción personal podemos prometer a Dios un acto, una oración, una limosna, etc. Ser fieles a esas promesas divinas es manifestación de respeto a la Majestad divina y de amor hacia el Dios fiel (CEC, 2102).

La virtud de la religión LATRÍA o adoración a Dios CULTO a los ángeles y santos DULÍA o veneración a la Virgen María HIPERDULÍA INTERNO EXTERNO PRIVADO PÚBLICO

ADIVINACIÓN, MAGIA Y BRUJERÍA SUPERSTICIÓN IDOLATRÍA ADIVINACIÓN, MAGIA Y BRUJERÍA IRRELIGIÓN ATEÍSMO AGNOSTICISMO TENTAR A DIOS SACRILEGIO SIMONÍA PECADOS CONTRA LA RELIGIÓN

La libertad religiosa Todo hombre tiene obligación de buscar la verdad y adherirse a ella. Sólo hay una verdadera religión y una verdadera Iglesia: la Católica. Por eso no da lo mismo profesar cualquier religión.

La libertad religiosa Todos los hombres son destinatarios del Evangelio. Hay que ayudarlos a conocer la verdad por medio del diálogo, la enseñanza y la oración. No pueden ser coaccionados: la dignidad de la persona exige respeto a su libertad; la verdad no se impone por la fuerza.

La libertad religiosa De ahí que exista en el ámbito social y civil un derecho a la libertad religiosa, que se funda en la dignidad de la persona humana (CEC, 2104-2106). Cada uno ha de actuar en esto de acuerdo con el dictado de su conciencia, respetando los justos límites del bien común, que han de ser ratificados por las leyes (CEC, 2109).