¡SEAN TODOS BIENVENIDOS!

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Transcripción de la presentación:

¡SEAN TODOS BIENVENIDOS! Tema 3 CONOCER, VIVIR Y COMUNICAR LA FE Diócesis de La Dorada-Guaduas

El Santo Padre pone de relieve que la fe cristiana es el único camino para encontrar y comunicar la vida verdadera y bella. es decir, el motivo más verdadero y más bello por el cual vivir… La fe es el gran don con el que nos da también la vida eterna, la verdadera vida.

Al recibir el Bautismo marca interiormente para siempre su pertenencia al Señor y los convierte en miembros vivos de su Cuerpo místico, que es la Iglesia. Este día comenzó para cada uno de nosotros un camino que debería ser un camino de santidad y de configuración con Jesús, una realidad que se depositó en nosotros como la semilla de un árbol espléndido, que es preciso ayudar a crecer.

Al comprender la grandeza del don de la fe, desde los primeros siglos se ha tenido la solicitud de dar el Bautismo a los niños recién nacidos. Ciertamente, luego será necesaria una adhesión libre y consciente a esta vida de fe y de amor, y por esto es preciso que, tras el Bautismo, sean educados en la fe, instruidos según la sabiduría de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia, a fin de que crezca en ellos este germen de la fe que hoy reciben y puedan alcanzar la plena madurez cristiana.

La Iglesia, que los acoge entre sus hijos, debe hacerse cargo, juntamente con los padres y los padrinos, de acompañarlos en este camino de crecimiento. La comunicación de la fe es una cuestión antigua, presente en los dos mil años de vida de la comunidad cristiana, que siempre se ha considerado portadora de un mensaje, mensajera de una noticia que le ha sido revelada y es digna de ser comunicada.

Es una cuestión antigua, pero es también un tema de candente actualidad. Desde Pablo VI hasta Benedicto XVI, los Papas no han dejado de señalar la necesidad de mejorar la forma de comunicar la fe. Con frecuencia, la comunicación de la fe se plantea en el contexto de la “nueva evangelización”.

La evangelización es novedosa también en otro sentido La evangelización es novedosa también en otro sentido. Juan Pablo II lo resumía diciendo que la comunicación de la fe ha de ser nueva “en su ardor, en sus métodos, en su expresión”. Aquí nos referiremos en particular a la novedad de los métodos. Precisamente, la Carta apostólica ‘Porta fidei’ (11-X-2011) es una invitación a vivir la fe, conocer sus contenidos y comunicarla a otros, como puerta y camino hacia la vida en plenitud. En ese documento cabe señalar tres pasos.

Vivir la fe: conversión y evangelización ¿Cuál es nuestro puesto y cuál es nuestra misión en la Iglesia? ¿Cómo podemos ayudar a que nuestros hermanos se conviertan en verdaderos misioneros? Esperamos que esta semana de reflexión nos ayude a valorar nuestro servicio dentro de la pastoral misionera y a integrarlo en el corazón de la evangelización. Pues bien, lo primero, redescubrir la fe, en todas sus dimensiones, para poder ser testigos de Cristo. La fe es una puerta que Dios abre para introducirnos en su vida íntima, a través de la Iglesia (n.1).

El testimonio cristiano pide ante todo la conversión personal, que lleva a implicarse en la nueva evangelización, es decir, en transmitir o comunicar la fe a otros. Como consecuencia, «redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año» (n. 9).

No basta conocer los contenidos de la fe, sino que se requiere “abrir el corazón” (cf. Hch 16, 14), para aceptar lo que la fe propone. La fe tiene consecuencias para la inteligencia y para la vida social: lleva a «comprender las razones por las que se cree» y «exige también la responsabilidad social de lo que se cree».

Conocer la fe: por ser la Iglesia el primer “sujeto” de la fe, el Catecismo de la Iglesia Católica es, en nuestro tiempo, una referencia esencial para conocer y hacer vida los “contenidos” de la fe. Este Catecismo fue entregado por Juan Pablo II a la Iglesia «como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial» (Const. ap. Fidei depositum).

En este horizonte, «el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados de modo sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica». El Catecismo «no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia»: Cristo (cf. n. 11).

En efecto, Jesús dice en qué consiste la vida eterna: “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). En esta frase resuena la voz orante de la comunidad eclesial, consciente de que la revelación del ‘nombre’ de Dios, recibida del Señor, equivale al don de la vida eterna. Conocer a Jesús significa conocer al Padre, y conocer al Padre quiere decir entrar en comunión real con el Origen mismo de la vida, de la luz y del amor.

Los mandamientos, según otra Palabra de Jesús, se resumen en un único mandamiento: amar a Dios con toda el alma, con toda la mente, con toda la existencia, y amar al prójimo como a sí mismo. Amar a Dios supone conocer a Dios, reconocer a Dios. Conocer, tratar de conocer a Dios y entender así que la vida es un don, que vivir es un bien. Luego, lo esencial es el amor. Amar a este Dios que me ha creado, que ha creado este mundo, que gobierna entre todas las dificultades del hombre y de la historia, y que me acompaña. Y amar al prójimo.

Comunicar la fe: el testimonio cristiano del amor Comunicar la fe: el testimonio cristiano del amor. El testimonio cristiano se centra en el amor, fruto y prueba de la fe (cf. St 2, 14-18). A partir de Jesucristo, inicio y consumación de la fe (cf. Hb 12, 2), y de la respuesta de María, de los apóstoles y demás discípulos y los mártires, todos estamos llamados «a dar testimonio de nuestro ser cristiano: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban» (n. 13).

La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino». «Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin» (n. 15).

Por tanto, además, hemos de comunicar la buena noticia a todos aquéllos que quieran escuchar. Es indispensable la proclamación personal y directa, en la que una persona comparte con otra su fe en el Resucitado. La fe, que es primero un don de Dios, transforma la propia vida, impulsa a la razón y lleva a ponerse al servicio de todos. Porque interpela a la razón y da sentido a la vida, la fe pide conocer (¡estudiar!) sus contenidos y ser vivida con autenticidad.

Creer en Dios significa, pues, caminar con Cristo -en medio de todas las luchas que tengamos- hacia la casa del Padre. La meta de nuestro hablar de Dios consiste en llevar a todos a hablar con Dios. Incluso

“Vuelve a mí, ¡con todos tus mártires! Nietzsche, que combatió el cristianismo durante largas décadas, hizo al final de su vida un impresionante poema "Al Dios desconocido", que puede considerarse una verdadera oración: “Vuelve a mí, ¡con todos tus mártires! Vuelve a mí, ¡al último solitario! Mis lágrimas, a torrentes, discurren en cauce hacia Ti, y encienden en mí el fuego de mi corazón por Tí. ¡Oh, vuelve, mi Dios desconocido! Mi dolor, mi última suerte, ¡mi felicidad!”.