La Buena Noticia de Jesús rompe las rígidas y pesadas estructuras anteriores. Es algo que hay que celebrar. Marcos, 2, 18-22. VIII domingo Tiempo Ordinario –B- 26 de febrero de 2006

18 Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decir a Jesús: –¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan y los tuyos no? Cristo no ha venido a discutir sobre el ayuno, sino a manifestar el amor de Dios. Para enseñarnos nuestras relaciones con Dios habla de alianzas, noviazgos, bodas, de semilla incansablemente sembrada, de vino, de pan, de agua fresca, de padre exultante hasta la injusticia, de médico que no teme al contagio... Dios como fiesta, como amante. No habla de leyes ni de sacrificios.

19 Jesús les contestó: –¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras el novio está con ellos, no tiene sentido que ayunen. ¿Se nos nota a los cristianos, en la cara y en la vida, que somos amigos del Novio y que estamos invitados a una boda?. ¿Entendemos nuestra relación con Jesús como relación de fiesta y alegría?.

20 Llegará un día en que el novio les será arrebatado 20 Llegará un día en que el novio les será arrebatado. Entonces ayunarán. Este ayuno no es una imposición basada en la normativa legal. Sino nuestro deseo ardiente y la esperanza gozosa hasta el reencuentro definitivo con el Esposo. “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”

21 Nadie cose un remiendo de paño nuevo en un vestido viejo, porque lo añadido tirará de él, lo nuevo de lo viejo, y el rasgón se hará mayor. Una llamada importante para nosotros es la novedad que debería suponer en nuestra vida la Persona de Jesús. Para enriquecer nuestra vida cristiana debemos mirarlo, dejarnos penetrar de su Novedad, su valentía, su libertad ante la ley, su imaginación, su compromiso con la gente, su entusiasmo, su compasión... Contemplar a Jesús para contagiarnos de él.

22 Nadie echa tampoco vino nuevo en odres viejos, porque el vino reventará los odres, y se perderán vino y odres. El vino nuevo en odres nuevos. Puede no gustarnos esta llamada a la novedad. Lo nuevo resulta incómodo. No queremos muchos cambios cuando nos hemos instalado en un modo de pensar y de actuar. Además este cambio que Jesús nos exige no nos “deja en paz”. No se refiere a pequeños detalles, sino a toda nuestra vida.

Muchos ayunan por obligación, porque no tienen nada para comer. Más de la mitad de la humanidad está en esta situación. Jesús no quiere que pasemos hambre, sino que tratemos de aliviar a los que injustamente la padecen.

Estáte, Señor, conmigo siempre, sin jamás partirte, y, cuando decidas irte, llévame, Señor, contigo; porque el pensar que te irás me causa un terrible miedo de si yo sin ti me quedo, de si tú sin mí te vas. Llévame en tu compañía, donde tú vayas, Jesús, porque bien sé que eres tú la vida del alma mía; si tú vida no me das, yo sé que vivir no puedo, ni si yo sin ti me quedo, ni si tú sin mí te vas. Por eso, más que la muerte, temo, Señor, tu partida y quiero perder la vida mil veces más que perderte; pues la inmortal que tú das sé que alcanzarla no puedo cuando yo sin ti me quedo, cuando tú sin mí te vas. Liturgia de las Horas