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Publicada porMargarita Hidalgo Araya Modificado hace 8 años
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A Dios no siempre hay que entenderlo. Pero siempre hay que atenderlo. Quiere que su plan sea aceptado por quienes invita a seguirle por un camino difícil hacia una meta feliz. Marcos 8, 27-35 24 domingo –B- 17 de septiembre de 2006
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27 Jesús salió con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y por el camino les preguntó: –¿Quién dice la gente que soy yo? 28 Ellos le contestaron: –Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas. Jesús hace como un sondeo o encuesta sobre lo que dice la gente. No deja indiferente a nadie, provocan reacciones muy variadas su Persona, su doctrina y su forma de actuar: desde el estupor, la admiración y la alabanza hasta la persecución y la decisión de eliminarlo. Galilea
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29 El siguió preguntándoles: –Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro le respondió: –Tú eres el Mesías 30 Entonces Jesús les prohibió terminantemente que hablaran a nadie acerca de él. Pedro contesta correctamente, pero su idea de mesianismo no coincide con la de Jesús. Podemos preguntamos con sinceridad si aceptamos a Jesús en toda su profundidad, o sólo lo que coincida con nuestros esquemas y expectativas. Una cosa es “saber” quién es Jesús Una cosa es “saber” quién es Jesús y otra aceptar su persona, su mensaje y su estilo de vida. Es una pregunta clave también hoy: ¿quién es Jesús para la gente? ¿quién es para nosotros?, ¿quién es Jesús para mí?.
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31 Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho, que sería rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían, y a los tres días resucitaría. 32 Les hablaba con toda claridad. El primer anuncio de la pasión y resurrección supone para los discípulos una enseñanza nueva. Jesús "empieza" a enseñarles la verdadera naturaleza de su mesianismo. Pretende incorporar a los discípulos no sólo a su misión, sino también a su destino, logrando que no caminemos hacia la muerte definitiva, sino hacia la plenitud de la vida.
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Entonces Pedro lo tomó aparte y se puso a increparlo. 33 Pero Jesús se volvió y, mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: –¡Ponte detrás de mí, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres. Jesús invita a ponerse detrás de él, a adoptar la actitud del discípulo que sigue a su maestro. Hay una manera humana de concebir la religión y la vida y hay una Palabra que provoca nuevas actitudes, incompatibles casi siempre con los pensamientos, intereses y formas de actuar humanas.
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34 Después Jesús reunió a la gente y a sus discípulos, y les dijo: –Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. 35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará. Jesús le pide a sus seguidores y seguidoras negarse a sí mismos, cargar con la propia cruz y seguirle en su camino. No quiere el dolor por el dolor, o la renuncia por masoquismo; sino por amor, por coherencia, por solidaridad con él y con la humanidad a la que queremos ayudar a salvar. Es como la amistad y el amor, que para ser verdaderos, Es como la amistad y el amor, que para ser verdaderos, exigen sacrificio y renuncias que suponen alegría y liberación. Se nos pide todo y se nos da todo.
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Enséñame tus caminos. Los caminos de Dios son agradables, rectos, seguros, limpios y amistosos, se recorren en buena compañía, no importan las pendientes y los obstáculos. Jesús nos enseña luz y camino, avenidas de paz y de justicia, rotondas solidarias, fraternales, cañadas de pobreza y austeridad; atrás viejos caminos engañosos del orgullo, el error y la violencia. Son caminos que elevan y liberan, conducen al Tabor, hasta el Calvario, y la gloria de Dios siempre en la cima. Los caminos de Dios son un camino: Cristo, nuestro camino verdadero, una red de autovías entrañadas, brazos abiertos, dirección segura, pasando por el túnel-corazón, hasta el océano de Dios inmenso.
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