Juan 6, domingo –B- 20 de agosto de 2006 La Eucaristía es la identificación de vida con Jesús: hacer lo que él hizo y vivir como él vivió.

51 Jesús añadió: -Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo. Es lo que supone la comunión. Conocer a Cristo, vivir en Él, vivir de y por Él. Entera compenetración con Él.

52 Esto suscitó una fuerte discusión entre los judíos, los cuales se preguntaban: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Dejándose partir, dejándose comer, regalando liberación, contagiando resurrección, ofreciendo amistad y fraternidad, creando humanidad con palabras y actitudes que eleven, ablanden y embellezcan el mundo...

53 Jesús les dijo: -Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. 55 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne 56 El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Lo de Jesús es una fiesta. Imagen del mundo definitivo. Situación interior de quien sigue a Jesús: tener vida llena de sentido, sentirse liberado, estimulado por el amor, no por el miedo, saberse querido, vivir comprometido, compartiendo, humanizando, fundando la esperanza de vida eterna en el amor de un Padre.

56 El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Comulgar no es una devoción individual, es todo un compromiso de vida. Ser y vivir como Cristo: dar, darse, hacerse pan, dar vida, formar común-unión.

57 El Padre, que me ha enviado, posee la vida, y yo vivo por él. Así también, el que me coma vivirá por mí. 58 Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el pan que comieron vuestros antepasados. Ellos murieron; pero el que coma de este pan, vivirá para siempre. Jesús viene a alimentar nuestro espíritu para que vivamos alentados, elevados por la Brisa de Dios muy por encima de las permanentes insatisfacciones de nuestro barro.

Gracias, Jesús, por quedarte con nosotros. Por invitarnos a estar siempre contigo. Eres luz, eres fuerza, eres amor. Agradecemos también tu presencia en nuestros hermanos y hermanas. No queremos olvidar que muchos sufren las consecuencias de la guerra y la injusticia, son perseguidos, apenas pueden sobrevivir. Tú estás ahí. También nosotros queremos estar con ellos; contigo en ellos.