La Muerte y el Ajedrez ((AUDIO)) Todo tiene su tiempo y todo tiene su hora. Hay tiempo de nacer, tiempo de vivir y tiempo de morir. (Eclesiastés 3,1-2)

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Transcripción de la presentación:

La Muerte y el Ajedrez ((AUDIO))

Todo tiene su tiempo y todo tiene su hora. Hay tiempo de nacer, tiempo de vivir y tiempo de morir. (Eclesiastés 3,1-2) AMAOS MIENTRAS ESTAIS VIVOS.

Era una noche oscura y fría. Daniel bebía un café sentado en su viejo sillón en la sala de su casa. Su familia dormía, mientras él reflexionaba sobre muchas cosas…, tantas, que perdió la noción del tiempo. Eran ya las tres de la mañana; llevó su taza vacía al lavaplatos.

Al cerrar la puerta, vio junto a él a una figura muy conocida, pero nada querida. ¡Era la Muerte! La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante, lo miró fijamente y le dijo con voz tenue: -¿Sabes a qué he venido? El asintió con la cabeza y dijo: -Sí, lo sé; ya es mi hora.

Confundida, la Muerte preguntó a su víctima: -¿No vas a llorar? ¡Todos lo hacen! Se arrodillan, suplican, juran que serán mejores, piden más tiempo…; mientras que tú, aceptas mi llegada con resignación. Temeroso aún y con un nudo en la garganta, Daniel respondió: -¿De qué serviría? Nunca me darás otra oportunidad; tú solo haces tu trabajo. -Tienes razón; yo sólo hago mi trabajo, dijo la Muerte.

-¿Puedo despedirme de mi familia?, preguntó Daniel con una ligera esperanza. - Tú has dicho que sólo hago mi trabajo. Yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles … -Lo siento…, dijo Daniel. -No tienes que disculparte. Poca gente piensa en su familia mientras vive, pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.

-No lo entiendes, dijo Daniel con tono de reproche. Yo perdí a mi padre cuando tenía 15 años, y sufrí mucho… pero mi hija menor tan sólo tiene 4. Déjame decirle que la amo. -Tuviste cuatro años para decírselo; tuviste muchos días libres, cumpleaños, fiestas y otros momentos en que le pudiste decir a tu hija que la amabas. Pero, ¿por qué pensaste sólo en tu hija?, dijo la Muerte.

-Mi hijo mayor no me creería; y mi esposa… bueno, a ella no creo que le interese si la amo o no. Nos hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay día que entre por la puerta y no esté ahí para recibirme con un beso. -Deja de hablar, se hace tarde, -lo interrumpió la Muerte. Pero… está bien ¿sabes? Este momento hace que mucha gente se dé cuenta de cómo vivió su vida. Lástima que lo hagan demasiado tarde.

Ambos salieron de la casa. Subieron a un extraño tren, que aguardaba en la calle. Dijo la Muerte: -No todo es aburrido cuando uno muere. No te puedo decir lo que te pasará al llegar, pero te propongo jugar una partida de Ajedrez para matar el tiempo. Con una leve sonrisa, Daniel le dijo: -¡Qué curioso!, no creí que tuvieras sentido del humor…

Comenzó el juego. Daniel no se calmaba, aunque le comió un alfil y un caballo... Pero era obvio que eso no lo alegraba. La Muerte le preguntó: - ¿A qué te dedicabas en vida? -Soy… es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado. -¿Un obrero? -No, trabajaba en la administración.

-¡Ah…! Supongo que te encargabas de ver si faltaba algún producto, dinero... -Sí, en parte era así. -Hay algo que no entiendo… -¿Qué es lo que no entiendes?

-¿Por qué ustedes teniendo tantas cosa s buenas por hacer, se encierran a trabajar, no sienten ni se preocupan por los demás, se vuelven egoístas y violentos…, y cuando los visito yo, demuestran ternura, humildad, tristeza, miedo, e incluso lloran? ¿Por qué esperan a que llegue yo, cuando ya nada pueden hacer? -No lo sé, respondió Daniel…

-En cambio, yo soy un simple peón, que hace lo que debo hacer y nada más. Mientras ustedes son dueños de su propia vida, capaces de decidir qué harán con ella, y ¿para qué? Su decisión más común es desperdiciarla viviendo sin manifestar cariño y amor a los demás… -Te creí más cruel, comentó Daniel. -¡Nada es lo que parece!, dijo la Muerte. El silencio reinó por unos instantes mientras Daniel le daba jaque a la Muerte.

-Dime, Daniel… ¿qué pensabas al casarte? -Pensaba en ser feliz, en tener una linda familia, en formar parte de la alta sociedad… - ¿Y lo lograste? - ¡Es broma!, ¿verdad? Me encontraste solo en la cocina, de madrugada, y te pedí despedirme de mi hija. Es obvio que no lo hice. Si hubiese mostrado más amor a mi familia, la solicitud de despedirme no hubiera sido necesaria...

Las lágrimas se habían secado ya del rostro de Daniel; de pronto exclamó suavemente, -¡Jaque Mate! La muerte sonrió y dijo: -¡Felicidades!

Daniel suspiró y respondió: -Es una pena que no sirva de nada. No me importaba ganar, de todos modos ya estoy aquí… Un simple juego de ajedrez no aleja mi mente de mi familia, mis hijos, mi esposa... Las lágrimas brotaron de nuevo en el rostro de Daniel y se lo cubrió con ambas manos. Mientras él sollozaba, la Muerte exclamó: -¡Llegamos!

Daniel intentó calmarse... Al abrir los ojos estaba sentado en su viejo sillón. Eran las 6:45 de la mañana, y en lugar de gritar ¡ESTOY VIVO!, como lo haría cualquiera, salió al patio y dijo con voz tenue: ¡GRACIAS, DIOS MÍO…!

Luego, entró a la habitación de su hija y la besó; a la de su esposa e hizo lo mismo. Entró al cuarto donde dormía su hijo mayor, le hizo cosquillas en los pies, y le dijo: -Hijo, despierta. ¡Es domingo! - ¡Papá!, ¿me despiertas para decirme que es domingo? -¡No, hijito; no dormí. Los desperté para decirles que los amo! -¡Ya, viejo. Ven, échate un rato a mi lado! Y luego de años, padre e hijo se durmieron abrazados…

¡No juegues con la vida! Abraza a tus seres queridos ahora, mientras vives. Muéstrales que los amas, como Dios te ama a ti. ¡Dios te bendiga muchos años! Música: Leaves In The Wind de Ernesto Cortazar Simonsays Collection