A. Para el libro de Proverbios, como para toda la enseñanza de la Biblia, los padres son los principales responsables de la educación. Sesenta veces aparece un “padre” refiriéndose a un joven como “hijo mío” (Prov. 3:1-10). Proverbios se acerca a los padres para exhortarles a tomar en serio su principal papel en la vida: “Dale buena educación al niño de hoy, y el viejo de mañana jamás la abandonará.” Prov. 22:6, VP. Esta es una obligación de ambos padres: “Hijo mío, escucha la corrección de tu padre, no rechaces las instrucciones de tu madre” Prov. 1:8, NBE; cf. 6:20. Además de estos y otros proverbios, el libro ofrece un testimonio de esta responsabilidad paternal. La colección del rey Lemuel empieza presentándose como Las Palabras de Lemuel, rey de Masa, que le enseño su madre (Prov. 31:1, NBE), y 31:26, que forma parte de la poesía que canta a la mujer perfecta dice: “Habla siempre con sabiduría, Y da con amor sus enseñanzas”. El autor de los cap. 1-9 (de la colección de Salomón) hace memoria de aquellos días infantiles cuando papá daba las clases: Él me instruía así: “Conserva mis palabras en tu corazón, guarda mis preceptos y vivirás” (Prov. 4:4, NBE).

B. Además de los padres, los maestros y sabios, también se dedican a la enseñanza en Israel. Proverbios los presenta en forma explícita: “Presta toda tu atención a los dichos de los sabios; concéntrate en lo que te enseño. Te agradará guardarlos en tu memoria y poder repetirlos todos juntos. Hoy te los hago saber para que pongas tu confianza en el Señor (Prov. 22:17-19, VP). O los presenta como sujeto tácito del proverbio: “Yo les he dado una buena instrucción, así que no descuiden mis enseñanzas” (Prov. 4:2, VP). “He escrito para ti treinta máximas de experiencia, para que aprendas a observar y hablar objetivamente e informar fielmente a quien te envía (Prov. 22:20-21, NBE). O en la llamada de la Dama Sabiduría (personificación poética): “Yo poseo el buen consejo y el acierto, son mías la prudencia y el valor” Prov. 8:14, NBE. “Vuélvanse a escuchar mi reprensión, y les abriré mi corazón comunicándoles mis palabras”. Prov. 1:23. NBE

C. El Señor también aparece como sujeto de enseñanza al llamar a los miembros de su pueblo a la sensatez a través del castigo: “Hijo mío, no rechaces el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión” Prov. 3:11, NBE, cf. 3:12a. En este contexto es donde se debe entender la fuerza de la frase “el temor del Señor” como principio del saber. El temor del Señor provee la dinámica para que el individuo sea impulsado a estudiar, meditar y ejecutar la voluntad de Dios. Quien teme (honra, respeta, obedece) al Señor sin duda hará todo lo posible por estudiar su voluntad revelada y sujetarse a ella con fidelidad y devoción (cf. Esdras 7:10). No se podrá penetrar realmente a la experiencia educativa integral y totalizante si no se acepta con humildad y reverencia la declaración valerosa del siguiente proverbio: “Ante el Señor no hay sabiduría que valga, ni inteligencia ni buenas ideas” Prov. 21:30, VP.