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Estos que, en tus azules litorales y bajo el oro de tu luz, entorno salmos, no sé si tristes o triunfales; si de tu gracia no, de mi abandono; entre.

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3 Estos que, en tus azules litorales y bajo el oro de tu luz, entorno salmos, no sé si tristes o triunfales; si de tu gracia no, de mi abandono; entre lirios, naveguen y corales ¡oh Estrella de la Mar hasta tu trono: concede que, con lengua enamorada un pecador te cante inmaculada!

4 Limpia llegas al ser, y portadora de la Luz en tu lámpara de arcilla, ¡Luna de aquel Sol Niño precursora que en pajas nace, y en la noche brilla! hacia tu mar de gracia que enamora quiere lanzar el corazón su quilla, mientras cantan los ángeles del viento, con sus lenguas de luz, tu advenimiento.

5 Tú, del Padre que, en campos de zafiro, es Lumbre pura, Manantial eterno; Tú, del Divino Espejo, en el que admiro, sin mancha alguna, el esplendor paterno; del Espíritu, en fin, por quien respiro rosas de primavera en el invierno, eres, desde que el mundo se despierta, soñado gozo, maravilla cierta.

6 Al principio de todo: tu figura; Tú, en el final de cada profecía; tu imagen presidió la arquitectura celeste de los mundos, te veía toda el Señor ungida de hermosura cuando tejió la túnica del día, y, al presentir –gozoso- tus amores sembró los astros y encendió las flores.

7 El minuto fatal de la caída se endulzó con la miel de tu esperanza: en Ti la raza prófuga y dolida, como en el Arca fértil de la Alianza, volvió a encontrar la música perdida y el olvidado ritmo de la danza; tu nombre por los labios repetido era verde granado florecido.

8 Las tribus, en las noches consteladas, peregrinaron tras de tus auroras; en rebaño sediento, sus miradas buscaban tus cisternas salvadoras; hacia tus cumbres altas y nevadas orientaron sus pasos y sus horas, porque Tú eres la tierra prometida donde germina el Trigo de la Vida.

9 Niña de sol, de pétalos de nieve. Panalito de luz y de dulzura: la escogida magnolia no se atreve a competir contigo en hermosura. La gota azul que de las nubes llueve, a la luz de tus ojos es oscura; y el nácar luminoso que el mar cría es noche, ante la lumbre de tu día.

10 El ocaso, sus rosas, en tus manos viene a dejar; sus lirios, el oriente; en tu cuna prosternan los ancianos el venerable mármol de su frente. Sobre tu faz florecen los manzanos del paraíso antiguo, y dulcemente revive ante tu tibia primavera, el sueño azul de la creación primera.

11 -Alada flor de lumbre- el campesino gorrión llegó volando a tus umbrales; el jilguero bajó del alto pino donde tiene su casa de cristales; el gris zenzontle –orífice del trino- abandonó sus llanos musicales, y, en tanto que tu sien dora la luna, deshojan su canción sobre tu cuna.

12 Y en la azul alborada de las flores, cuando en el cielo brilla todavía el lucero de Dios, y los cantores tordos ensayan vuelo y melodía, y por la puerta de los ruiseñores su grey de nardos ya conduce el día; ansioso el ojo –si no el alma-, espero ver, de tu faz, el resplandor primero.

13 Hija y Madre del Sol, ¡oh Marinera de los mares de Gracia bienvenida! Portadora del Fuego, a la ribera llegas, de dulces cantos precedida; mi corazón oscuro bien quisiera ser girasol asiduo de tu vida, vivir en los jardines donde moras y morir en la paz de tus auroras.

14 Del Libro: “Espejo y Enigma” P. Benjamín Sánchez Espinoza. Fr’ Asinello


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