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EL DÉCIMO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES:

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Presentación del tema: "EL DÉCIMO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES:"— Transcripción de la presentación:

1 EL DÉCIMO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS ES:
“NO CODICIARAS LOS BIENES AJENOS” No codiciarás... nada que sea de tu prójimo (Ex 20, 17). No desearás... su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo (Dt. 5, 21). Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón (Mt 6, 21). Padre Marcelo Rivas Sánchez Codicia es la idolatría del dinero.

2 Pongámonos de acuerdo …
Este mandamiento completa el noveno. Tratando directamente la prohibición de la codicia del bien ajeno producto del robo, la rapiña y del fraude. Esta codicia tiene su origen en la idolatría que se condena en los tres primeros mandamientos. Se centra en la intención del corazón por eso resume todos los demás preceptos. Al prohibir la avaricia nos está diciendo que no debemos apropiarnos de bienes terrenos que nos hacen encerrarnos en una riqueza desordenada desarrollada en un afán de poder. No codiciar significa que debemos apartarnos de todo aquello que no nos pertenece. Descrito de forma clara de esta manera: “El ojo del avaro no se satisface con su suerte” (Si 5,6) Codicia es la idolatría del dinero.

3 CONCRETEMOS … Lo que venga por medios justos no se discute. Lo que si está claro, es que todo lo que venga o se obtenga por la codicia pecaminosa es un pecado muy grave. El bodeguero, el comerciante que se aprovecha y hace trampa con el peso o que acapara (Guarda) para los momentos de escasez y luego vende a precio superiores. El médico que por mercantilismo exige paga y no atiende. Los abogados que se fructifican de la desgracia de la persona para obtener ganancias fabulosas. Dios quiere, exige que se destierre del corazón humano la envidia. Es en definitiva una desgracia por donde cae el ser humano y se amarga, para siempre, toda la vida. Codicia es la idolatría del dinero.

4 “La envidia puede conducir a las peores fechorías”
Una historia que habla por sí misma … El Profeta Natán quiso estimular al arrepentimiento del rey David, le contó la historia del pobre que sólo poseía una oveja a la que trataba como a una hija, y del aquel rico que, a pesar de sus numerosos rebaños, envidiaba al pobre y terminó robándole la oveja. (2 de Samuel 12,1-4) “La envidia puede conducir a las peores fechorías” (Génesis 4,3-7) “La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo” (Sabiduría 2, 24) Codicia es la idolatría del dinero.

5 Esa envidia es un pecado muy grave, pues da a conocer el deseo desordenado de poseer a cualquier precio. El mismo San Agustín reconocía que la envidia es un pecado diabólico por excelencia. (San Gregorio Magno) De ella nace el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por esa rabia al prójimo y la tristeza porque tiene prosperidad. Pecado tan grave que rechaza de plano la caridad. Debemos anteponerle la Benevolencia y la vida humilde. Codicia es la idolatría del dinero.

6 ¿Es pecado tener fortuna?
Jesús nos hace un llamado para que dejemos a un lado los bines que nos separan de la verdad de Dios. Quiere que seamos desprendidos para entrar en el Reino de los cielos. Es una invitación a saber usar los bines terrenos. Por eso grita con alegría: “Bienaventurados los pobres en el espíritu” (Mateo 5,3) Es como si Jesús celebrara la alegría de los pobres de quienes es el reino. (Lucas 6,20) Entonces … Ser rico no es malo. Lo malo está en querer hacer de la riqueza una forma de vida para despreciar a los pobres. Lo malo es en llenarse de orgullo porque se tienen algunos bienes y se niegue a compartir o tratar bien a los que no tienen nada. Ser rico es una gran responsabilidad y nunca una gran bendición. Codicia es la idolatría del dinero.

7 Resumen … "Donde está tu tesoro allí estará tu corazón" (Mt 6,21).
El décimo mandamiento prohíbe el deseo desordenado, nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y del poder. La envidia es la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de apropiárselo. Es un pecado capital. El bautizado combate la envidia mediante la caridad, la humildad y el abandono en la providencia de Dios. Los fieles cristianos "han crucificado la carne con sus pasiones y sus concupiscencias" (Gálatas 5,24); son guiados por el Espíritu y siguen sus deseos. El desprendimiento de las riquezas es necesario para entrar en el Reino de los cielos. "Bienaventurados los pobres de corazón". El hombre que anhela dice: "Quiero ver a Dios". La sed de Dios es saciada por el agua de la vida (Juan 4,14).


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