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Publicada porMarcos Villavicencio Modificado hace 10 años
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En un viejo barrio de San Luis de Potosí vivía, hace más de un siglo, una esforzada mujer, llamada María, con su esposo Galdino y sus seis hijos. Le gustaba que su modesta casa siempre estuviera limpia y que los pequeños lucieran impecables.
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Todos los días, cuando Galdino se iba a trabajar, María se ponía a lavar un montón de ropa en los lavaderos del edificio. Era un esfuerzo muy pesado, pero se sentía feliz cuando terminaba de hacerlo.
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Un día estaba en especial agotada. Así que cuando acabó de enjuagar blancas camisas, sábanas y manteles, los colgó en dos tendederos colocados de un lado al otro del patio y fue a recostarse.
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Un momento después llegó al edificio la señora Angélica, la vecina enojona que vivía sola con su esposo, pues no tenían hijos. Aquel día andaba de mal humor y la enfureció ver la ropa en los tendederos.
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¡Es increíble que la gente obstruya el paso con tanto roperío! ¡Pero no volverá a suceder! gritó muy airada aunque nadie la oyera. Fue a su casa por unas tijeras y cortó los dos tendederos. La ropa cayó al suelo y quedó más sucia que nunca.
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Cuando despertó y salió al patio, María halló las prendas en el piso. Sintió mucha tristeza y no tardó en darse cuenta que Angélica las había tirado. Pensó en ir a reclamarle, pero reflexionó: Allá ella. Está amargada de tanto estar sola y por eso hace cosas así.
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Angélica miraba todo desde la ventana, temerosa de la venganza de María. La sorprendió mucho que ésta, en vez de ir a pedirle cuentas, se pusiera a lavar de nuevo todas las prendas. -De seguro está esperando que su esposo llegue del trabajo para acusarme con él- se dijo.
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Pero eso tampoco ocurrió. María pensó que si le contaba a su esposo daría lugar a un pleito más grande que no iba a remediar nada. -Si me vengo de esa pobre sólo haré que sea cada vez peor- concluyó.
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Admirada al ver que nada pasaba, Angélica se arrepintió de lo que había hecho y al día siguiente fue a visitar a María para ofrecerle una disculpa.
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Estaba segura de que te ibas a vengar de mí le dijo. No lo hice porque no gano nada si te devuelvo mal con mal. Quedaría tan sucia como tú, o como la ropa que tiraste le explicó María.
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Perdóname suplicó Angélica como en mi familia sólo somos dos, te prometo ayudarte a lavar la ropa de tus muchachos. Y yo te ofrezco algo a cambio respondió María todas las tardes puedes venir a casa para estar con nosotros. Así no te sentirás tan sola.
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Muchos años después, cuando ambas mujeres eran viudas y ancianas, solían recordar con lágrimas, cómo había surgido su hermosa amistad. Adaptaci ó n de un cuento tradicional jud í o
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