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Publicada porHelene Eggen Modificado hace 5 años
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EL PESO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL SOBRE EL PROLETARIADO
Member of the Asscoiated Press . Aenean commodo ligula eget dolor. Aenean. Aenean commodo ligula eget dolor. Aenhswse. Cejhciebce fcdcdcd. ILLUSTRATED WEEKLY NEWSPAPER Est. 1869 Wednesday, November 24, 1892 Price 6d EL PESO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL SOBRE EL PROLETARIADO "Se buscan trabajadores: Dos familias numerosas, especialmente con hijos que pueden trabajar, serán bienvenidas en una fábrica de hilados finos”. Con este anuncio visible en la imagen se lleva a cabo un reclamo de una empresa en busca de mano de obra en la década de Lo que esta familia quizás no imagine son, sin embargo, las condiciones de trabajo que le aguardan. ¿Con qué objetivo deseaban los empresarios en fábricas a niños y mujeres también? En verdad, es su ansia de lucro lo que les conduce a realizar esa propuesta, pues, teniendo en cuenta que menores y mujeres cobraban un sueldo reducido al límite debido a que se les consideraba “de capacidad inferior al hombre”, los empresarios encontraban más rentable contratar más a mujeres y a niños, ya que les ayudaba a reducer costes. Las familias, por su parte, necesitaban comprometerse al trabajo remunerado para complementar el sueldo insuficiente del hombre de la casa y subsistir como les fuera posible. Así pues, con este ciclo vicioso se da lugar a la pésima situación obrera que caracteriza el lado oscuro de la Revolución Industrial.
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ÍNDICE Brecha de género Efectos sobre niños Lucha por la causa
Comparación Testimonios
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NIÑO BURGUÉS Y NIÑO OBRERO
Ambos niños; ya con siete años de edad, nacidos como inocentes criaturas. Mas, pese a nacer del seno de familias muy diferentes, están vinculados pese a que lo desconozcan. El pequeño burgués viste cada día con elegantes prendas de algodón, el cual el niño obrero justamente permaneció recogiendo bajo una máquina por él denominada “diablo” durante largas horas sin descanso y bajo riesgosas condiciones. Por otro lado, el joven obrero lleva cada día desgarrados harapos hasta arriba de remiendos. Mientras la familia de empresarios del niño burgués se harta a manjares y ríe orgullosa por la eficiencia y bajos costes en sueldos de los trabajadores de sus fábricas (entre los que está el muchacho obrero), en una sucia casa del barrio obrero, el otro niño reza inútilmente en la mesa junto a sus seis hermanos, para después llevarse a la boca lo que alcancen a comer por cabeza de un puñado de patatas, todos maldiciendo sus trabajos en las fábricas. El muchacho de clase alta recibe clases impartidas por un mentor privado, a su vez, se preocupa por alcanzar el éxito de su padre. En cambio, el pequeño obrero aún no sabe leer o escribir, y su única preocupación es que ni el hambre ni la enfermedad acabe con él y con sus hermanos.
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LA VOZ DEL PROLETARIADO
«Una mujer en la mina trabaja igual que un hombre, tirando a destajo de la vagoneta a razón de uno o dos francos el día, y eso con suerte. Pero nosotras, cuando el calor aprieta y nos asfixiamos en el fondo del pozo, hemos de cuidar de ir tapadas hasta el cuello para no provocar a los hombres». – Minera escocesa ante el Parlamento inglés, 1842. «Gano 500 francos al año. La renta de mi casa, una habitación estrecha como un ataúd, es de 300 francos anuales. Pago 50 francos por el carbón, además de otros 20 por el brasero que al carbonero le cuesta menos de diez céntimos. Al taller debo ir discreta, decente y limpia, lo que supone otros 100 francos al año en ropa y lavandería. Con lo que me queda apenas puedo comprar pan y leche para comer, y cuando no me llega ni para eso, paso hambre. Hace dos años enfermé, y para sobrevivir tuve que pedir prestado a uno de esos banqueros de las verduleras (usureros que prestan pequeñas cantidades con un interés muy elevado y vencimientos muy cortos, semanales incluso), y desde entonces sumo a los gastos regulares los intereses de una deuda que me llevará a la tumba antes que la enfermedad o el hambre». – Alexandrine Lazot, 1856. «Al igual que mis padres, y antes mis abuelos, yo también entré joven a trabajar en la fábrica azulejera del señor Nolla. He de decirles a ustedes que poco más podemos hacer para sobrevivir, y de eso se aprovecha el patrón». – Obrero azulejero ante la Comisión de Reformas Sociales, 1883. «El algodón es abierto por una máquina accionada a vapor, llamada el “diablo”; por lo que nuestras mujeres están desocupadas, a menos que vayan a la fábrica durante todo el día por pocos chelines». – Recuerdos de un hilador, 1820.
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REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
MUJERES Y NIÑAS EN LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Alfabetización de Mujeres Estadística extraída del Archivo Municipal de Antofagasta. Situación desde 1880 hasta 1930. digna y el cuidado de la casa y los niños producía en ella un envejecimiento prematuro notable incluso con tan solo 30 años. Más adelante, en 1870, se crearían dos trabajos para ellas, el de mecanógrafa o bien de telefonista, pero seguían suponiendo un bajo nivel salarial y un bajo nivel de categoría laboral. A aquellas que cursaban estudios se les enseñaba medicina desde primaria, por lo que la profesión más vista en mujeres era la de enfermera. La brecha de género no se priva estar presente también durante la Revolución Industrial. Las niñas y mujeres de la época que, ya de por sí sufrían la carga de labores se ven obligadas a trabajar también como complemento del salario del marido o cabeza de familia. Sin embargo, eran claramente discriminadas visto que, aun realizando igual jornada que un hombre, el sueldo de una fémina equivalía sólo un 40-50% con respecto al de un varón. En sus labores En las fábricas, estas eran explotadas, sufriendo además múltiples abusos por parte de sus jefes. Esto sumado al salario mínimo que no permitía una vida
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EFECTOS DE LA INDUSTRIA SOBRE LOS NIÑOS
Eran mayormente analfabetos visto que no podían asistir regularmente a la escuela debido a sus labores en las fábricas. Tampoco disponían de una seguridad social en caso de enfermedad o paro. Todos estos factores les privan de libertad, los viles empresarios arrebatan sus sueños, haciendo caso omiso de su seguridad y olvidando el valor de la vida humana. Por tanto, los niños obreros pasan a ser vistos por la sociedad como meras máquinas más. En conclusión, las conclusiones a las que estos menores eran sometidos dañan su desarrollo y van en contra de todo derecho humano. Por el cuidado que demos a los más pequeños es determinado el futuro de nuestra especie. Los niños comienzan a trabajar hasta a partir de cinco años de edad, todos ellos a través de meros contratos temporales. Sus jornadas laborales alcanzaban fácilmente Las 14 o 16 horas sin descanso. Esto sumado a las condiciones laborales con nulo control sanitaria y exposición a atmósferas nocivas, generaba en ellos un temprano envejecimiento. Asimismo, se hospedaban en barrios obreros que sufrían de las emisiones de las fábricas, y por el bajo salario que obtenían, se veían forzados a subsistir mediante una dieta pobre e insuficiente para un correcto desarrollo infantil.
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LA REIVINDICACIÓN OBRERA
Afortunadamente, por mucho apaleamiento y abuso que el ser humano pueda soportar, sigue existiendo ese punto en el cual somos capaces de imponer un límite y un final a aquello que menoscabe nuestro bienestar. Así ocurrió a la clase obrera. Tal que en un pasado tanto ilustrados como sans-culottes se levantaron y lucharon por sus derechos, ahora la clase obrera inicia su propio movimiento, nada menos que en la cuna de la Revolución Industrial; así es, en Inglaterra. A principios de siglo XIX se crea el ludismo, basado en la destrucción de máquinas, a las cuales culpaban de los bajos salarios que obtenían y del paro obrero. Con esto vemos que, sin duda, el ser humano es el único animal que tropieza dos veces (incluso más si cabe) en la misma piedra.
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BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA FRIEDRICH ENGELS LA CONDICIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA EN 1844 Fragmentos de la película Daens Elaborado por: Laura María Quesada García, 4ºA.
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