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El hombre posmoderno.

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Presentación del tema: "El hombre posmoderno."— Transcripción de la presentación:

1 El hombre posmoderno

2 La filosofía posmoderna surge a mediados del siglo XIX criticando el humanismo moderno y la filosofía ilustrada. Los posmodernos cuestionarán dos de las más grandes convicciones de los modernos: Que el ser humano sea el centro del mundo, principio informador de todos los valores morales y políticos. Que la razón sea una formidable fuerza emancipadora que nos haría libres y felices.

3 Nietzsche de nuevo Según este filósofo alemán, el humanismo moderno no destruyó la estructura religiosa fundamental; seguimos creyendo en la existencia de ciertos valores situados por encima de la vida, que pretenden transformar las cosas para adecuarlas a ideales superiores: derechos del hombre, la ciencia, la razón, la democracia, el socialismo, etc.

4 El progreso, la ciencia, bla, bla, bla…
El humanismo pregonaba su fe en el progreso, su convicción de que la difusión de las ciencias y de la tecnología alumbraría días mejores, de que la política y la historia debían guiarse por un ideal, una utopía que convirtiera a la humanidad en algo más respetuosa consigo misma… Todo esto es, para nuestro filósofo, religiosidad sin Dios.

5 Solo la vida… Para Nietzsche no hay nada más allá de la realidad de la vida, ni por debajo de ella, ni por encima , ni cielo, ni infierno… Todos los famosos ideales de la política, de la moral y de la religión no son más que ídolos, ficciones que no conducen sino a huir de la vida antes de volverse contra ella.

6 Filósofos de la sospecha
Nietzsche, Freud y Marx, filósofos de la sospecha, buscan que el fin último de la filosofía consista en deconstruir las ilusiones en las que se adormecía el humanismo clásico. Siempre hay tras las creencias tradicionales, tras los “viejos y buenos valores” que dicen ser puros, nobles y trascendentes, intereses ocultos, elecciones inconscientes, verdades profundas y, a menudo, inconfesables.

7 Una genealogía Para Nietzsche, el conocimiento no es una contemplación o un espectáculo pasivo (orao griega). Tampoco es crear vínculos entre las cosas dando forma y sentido a las cosas (Kant). Es una deconstrucción, una genealogía: sacar a la luz el origen oculto de ideas y valores que creíamos intocables, sagrados, para hacerlos descender sobre la tierra y desvelar la forma terrenal en que fueron realmente engendrados.

8 El deconstructor Para el deconstructor, para el genealogista, no existe ningún juicio de valor “objetivo”, “desinteresado”, es decir, al margen de los intereses vitales de quien lo expresa. Todos nuestros juicios, todos nuestros enunciados, todas las frases que pronunciamos y las ideas que emitimos, son expresión de nuestro estado vital, emanaciones de la vida que hay en nosotros. No existen hechos, sólo interpretaciones de los hechos.

9 No hay sujetos en sí,… No existe un sujeto en sí, autónomo y libre,
Somos incapaces de trascender la realidad en cuyo seno vivimos, somos sólo productos históricos totalmente inmersos en esta realidad que es la vida.

10 Ni cosas en sí,… En contra de lo que piensan los positivistas o los científicos, no hay “estados de facto en sí”. Los hechos a los que se pretende someter como algo dado, intangible e incontestable, nunca son más que el producto, a su vez fluctuante, de una historia de la vida en general y de las fuerzas que la componen.

11 Vértigo ante el abismo. A través de la actividad de deconstrucción, el genealogista acaba percatándose de que tras las valoraciones, en el fondo, no hay más que un abismo… El auténtico filósofo debe afrontar la angustiosa tarea de mirar la faz de ese abismo: “Toda filosofía esconde también una filosofía; toda opinión es también un escondite; toda palabra también una máscara”

12 El mundo como caos. Para Nietzsche, el mundo, orgánico e inorgánico, está tanto dentro como fuera de nosotros y es algo así como un vasto campo de energía, un entretejido de fuerzas y pulsiones cuya multiplicidad infinita y caótica es irreductible a la unidad. El cosmos de los griegos es la mentira por excelencia, un invento ciertamente bello, pero sólo pensado para consolar a los hombres y dotarlos de seguridad en sí mismos. “Este mundo es un monstruo de energía, sin comienzo ni fin, una suma fija de fuerzas, dura como el hierro… Un mar de fuerzas tempestuosas, un flujo perpetuo.”


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