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Publicada porAdolf Kuart Modificado hace 7 años
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Proviene del latín “dis-cernere” que significa: separar, distinguir, reconocer, cernir. Discernir quiere decir cribar. Es separar, para luego poder quedarse con lo que parece lo mejor, optar por ello y llevarlo a la práctica.
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Para el hombre poco evolucionado: a) entre el bien y el mal b) entre lo justo y lo injusto c) entre lo útil y lo perjudicial Para el hombre común: a) entre el bien y el bien mayor b) entre lo justo y lo más justo c) entre lo útil y lo más útil
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Para el hombre evolucionado: a) entre el bien para sí y el bien para los demás b) entre lo justo para sí y lo justo para los demás c) entre lo útil para sí y lo útil para los demás Para el aspirante espiritual: a) entre el bien individual y el bien del grupo b) entre lo justo individual y lo justo para el grupo c) entre lo útil individual y lo útil para el grupo
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Todos poseemos las herramientas necesarias para saber elegir. Parecería que dominar su práctica es un privilegio reservado a unos pocos especialistas espirituales o teológicos, como ministros y sacerdotes, gurúes y monjes. De hecho, todos discernimos en nuestra vida cotidiana, puesto que todos realizamos elecciones, la vida nos exige tomar decisiones a diario. Y esto es posible realizarlo de un modo más o menos sistemático. Discernimos a diario.
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SER BIO - PSICO - SOCIAL - ESPIRITUAL
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En la medida que la situación lo permita, siempre preferimos no tener que tomar una decisión en forma apresurada. Cuanto más importante sea la cuestión que debemos tratar, más tiempo –propio o ajeno- requerimos para tomar una decisión.
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Antes de tomar una decisión reflexionamos sobre la situación. Sopesamos las ventajas y desventajas de nuestras opciones e intentamos prever las posibles consecuencias. A veces, incluso, consultamos a personas que consideramos expertas en la materia. Y tras analizar la cuestión, reunimos toda la información y se realizar una síntesis, podemos decir que ya vemos con mayor objetividad cual es la solución y de qué manera proceder.
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Todos sabemos que, a la hora de tomar una decisión nuestro corazón suele tener la última palabra. Así, pasamos por el tamiz de nuestro corazón lo que ha resuelto nuestra mente para confirmar subjetivamente dicha elección. Es nuestra decisión. Nadie puede tomar decisiones por mí, ni mi amigo más íntimo ni el más reputado experto. Por supuesto, puedo buscar ayuda de mis amigos o consultar a expertos, pero no puedo dejar que mis decisiones influencien de manera tal que pierda mi libertad interior.
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Cada vez que debo tomar una decisión, suelo sopesar las distintas opciones según los valores que considero importantes. Mi meta será tomar una decisión bajo la luz de uno o varios valores. Y las demás personas concordarán o no con mis decisiones según comprendan o compartan mi sistema de valores, o no.
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Si debo cuidar ni nivel de colesterol, debo dedicar tiempo a la elección de qué comeré. En primer lugar, suprimiré de mi lista las carnes rojas, la manteca y los quesos cremosos. Luego de entre las opciones restantes, podré elegir la alternativa que prefiero: carne de ternera o pescado, una ensalada o verduras cosidas, pasta o papas o un plato de frijoles. Lo que me lleva a considerar el nivel de colesterol en mi selección de comida es el valor que atribuyo, tanto intelectual como emocionalmente, a cuidar mi salud. Mi salud física es importante para mí.
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Si un granjero metódicamente labra la tierra, poda los frutales en el momento apropiado, emplea los fertilizantes e insecticidas adecuados y toma precauciones contra las heladas, en general, podrá anticipar una buena cosecha. Así también, poseer un método que nos guie en la toma de decisiones reduce los peligros de cometer un error y aumenta las probabilidades de tomar una buena decisión. “Escoge la vida” se transforma, mediante el desarrollo de un método en: “Prepara el camino hacia la vida”.
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Para discernir en el plano humano tienes que tener un buen conocimiento de tu persona desde el punto de vista psicológico. Pero no un conocimiento teórico. Debes haber trabajado, con mucha atención, lo que organiza tu modo de actuar. Hay un conjunto de fuerzas internas negativas que te hacen mucho daño y que te hacen hacer daño a otros (Heridas). Pero también tienes otras fuerzas que te permiten actuar desde lo mejor de tu corazón (Pozo-Manantial).
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Tu manantial es aquello que hay en ti que es inalterable, inagotable, lo que te saca en los momentos difíciles, lo que te da más intimidad. Si entras en tu manantial encontrarás tu máximo potencial, la voz de tu ser que está creciendo – conciencia- y la presencia actuante y transformante de Dios mismo en el fondo más íntimo de ti.
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Es tener la capacidad de establecer relaciones sanas, profundas, sólidas y duraderas. Es tener sensibilidad ante las urgencias de las demás personas. Es tener la capacidad para dialogar desde la óptica del otro, más aún en la piel de la otra persona, en el sitio donde vive, para mirar desde su perspectiva y sentir lo que ella siente.
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Es capaz de permanecer en las relaciones aun en el conflicto. Es la capacidad de comprometerse con la otra persona en todo lo que implica la metáfora de la construcción: planear, limpiar, esperar, poner cosas nuevas, aceptar lo que no se cambia, embellecer, insistir... Es estar en sintonía con los demás.
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Es la conciencia que te invita a tomar una opción fundamental de vivir, de crecer. Es no caer en egocentrismos e individualismos. La conciencia es necesario formarla e informarla. Se forma de cara a los valores y en contra de lo anti- valores. Me ayuda a descubrir lo que me hace bien y lo que me hace mal. Se forma desde los valores más universales (necesidades básicas y de bienestar) hasta los valores más particulares de género, étnicos, religiosos, nacionales, políticos, culturales, etc.
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Considero “ a dónde me lleva eso que estoy experimentando” veo el “derrotero” de la invitación.
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