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Publicada porCarmen Coronel Lara Modificado hace 6 años
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TEMA 1: EL APARATO DIGESTIVO, EJE CENTRAL DE LA SALUD
Introducción El aparato digestivo, el segundo cerebro Reguladores nerviosos Reguladores hormonales Aparato digestivo e inmunidad
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INTRODUCCIÓN Los seres humanos necesitamos alimentarnos a diario para poder crecer, desarrollarnos, cumplir nuestras funciones vitales y mantenernos sanos. El sistema o aparato digestivo, al estar implicado en el procesamiento de los alimentos que ingerimos, nos permite incorporar los nutrientes necesarios para satisfacer las demandas de energía y de nutrientes esenciales, como las vitaminas y los minerales. De ahí su enorme importancia. El aparato digestivo del ser humano comprende la boca, el esófago, el estómago, el intestino delgado, el intestino grueso, el recto y el ano. Otros órganos asociados relevantes al proceso de alimentación y asimilación son la vesícula biliar, el páncreas y el hígado. En los humanos, el proceso de masticación es fundamental, ya que se produce una disgregación mecánica de los alimentos y una insalivación de los mismos. Después tiene lugar un complejo proceso de degradación físico-química, en el que intervienen diversas enzimas digestivas provenientes de la saliva, como la ptialina y la amilasa, que ayudan a la degradación química de una parte de los nutrientes, principalmente los carbohidratos, y que también es favorecido por el pH ácido del estómago. Al tiempo, trocear bien la comida ayuda a que los jugos digestivos sean más eficaces. Una buena masticación permite que la salivación sea mayor. Los movimientos peristálticos y la flora bacteriana intestinal también son muy importantes para la digestión. El aparato digestivo realiza una serie de movimientos que hacen avanzar al alimento, y a sus compuestos digeridos, ya desde la entrada en la boca hasta la salida, en forma de heces, por el ano. La motilidad del contenido gastrointestinal la proporciona la parte del tejido muscular liso que se encuentra en toda la pared del tracto. Las contracciones del músculo se realizan de forma rítmica y van asociadas con ondas de los potenciales de membrana del músculo liso.
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Figura 1: Aparato digestivo
INTRODUCCIÓN El paso del contenido del estómago al intestino tiene lugar intermitentemente y es regulado por una serie de factores estimulatorios e inhibitorios pertenecientes al sistema nervioso y al hormonal, que se originan tanto en el estómago como en el intestino. Cuando el músculo liso de la pared de la vesícula biliar es estimulado, como ocurre ante la presencia de comida, la víscera se contrae y vierte la bilis en el intestino. La absorción de los nutrientes se produce sobre todo en el intestino delgado, que además de ser sumamente extenso está tapizado interiormente de unas vellosidades, que generan una amplia superficie de intercambio. Figura 1: Aparato digestivo
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EL APARATO DIGESTIVO, EL SEGUNDO CEREBRO
Hace años, los egipcios situaban en nuestros intestinos, la sede de nuestras emociones. En el Papiro Smith, por ejemplo, ya puede leerse que el estómago constituye la desembocadura del corazón, el órgano “donde se localizan el pensamiento y el sentimiento”. En el Papiro Ebers (1550 a. de C.) se describe también esta relación anatómica y funcional: “Tratamiento de una gastropatía. Si examinas a un hombre con una obstrucción en el estómago, su corazón está atemorizado, y en cuanto come algo, la ingestión se hace dificultosa y es muy lenta”. Al recibir una buena noticia o cuando nos enamoramos, notamos un cosquilleo en el estómago, como si en su interior revolotearan miles de mariposas. Por el contrario, las situaciones de tensión, miedo o aflicción hacen que el estómago y el corazón se “encojan”. La repulsión hacia algo o alguien puede llegar a producir náuseas e incluso provocar el vómito. Nuestro tubo digestivo está literalmente tapizado por más de 100 millones de células nerviosas, casi exactamente igual que la cifra existente en toda la médula espinal, estructura que junto al encéfalo –cerebro, cerebelo y tronco encefálico– forma el denominado sistema nervioso central (SNC). Desde el punto de vista estructural, los neurólogos dividían el sistema nervioso en dos componentes: el central y el periférico (SNP). Este último incluye las neuronas sensitivas, que conectan el SNC con los receptores sensitivos; y las neuronas motoras, que ponen en comunicación el sistema central con los músculos y las glándulas.
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Reguladores nerviosos
El tracto gastrointestinal está inervado por el sistema nervioso enteral, funcionalmente distinto, pero interconectado con el sistema nervioso central. El sistema nervioso enteral se extiende desde el esófago al ano y consta de dos grandes plexos: a) el mientérico de Auerbach, localizado entre las fibras longitudinales y las circulares del músculo liso y b) el de Meissner, situado dentro de la submucosa, siendo este plexo el principal responsable de las secreciones gastrointestinales y de la regulación sanguínea local. Las neuronas del sistema nervioso enteral producen una serie de neurotransmisores, como acetilcolina, epinefrina, dopamina, serotonina, ácido gamma-amino-butítico (GABA), etc, esenciales en la regulación del sistema nervioso humano. Por ejemplo, la serotonina es un neurotransmisor sintetizado en las neuronas serotoninérgicas del sistema nervioso central y en las células enterocromafines (células de kulchitsky) del tracto gastrointestinal de los animales. La serotonina se encuentra abundantemente en el tracto gastrointestinal (cerca del 85%), y el principal almacén está en la circulación sanguínea. Entre las funciones fisiológicas de la serotonina destaca la inhibición de la secreción gástrica, la estimulación de la musculatura lisa y la secreción de hormonas por parte de la hipófisis. Los bajos niveles de serotonina explican en parte el por qué de los dolores y los problemas para dormir. La serotonina también interviene a nivel periférico, activando las fibras nociceptivas y a nivel central, participa más en la modulación inhibitoria del dolor. Dichos niveles bajos se han asociado también a estados agresivos, depresión, ansiedad e incluso a las migrañas, debido a que cuando los niveles de serotonina bajan, los vasos sanguíneos se dilatan.
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Reguladores nerviosos
Dos clases de nervios controlan la acción del aparato digestivo. Los nervios extrínsecos llegan a los órganos digestivos desde el cerebro o desde la médula espinal y provocan la liberación de dos sustancias químicas: la acetilcolina y la adrenalina. La acetilcolina hace que los músculos de los órganos digestivos se contraigan con más fuerza y empujen mejor los alimentos y líquidos a través del tracto digestivo. También hace que el estómago y el páncreas produzcan más jugo digestivo. La adrenalina tiene el efecto opuesto, relajando el músculo del estómago y de los intestinos y disminuyendo el flujo de sangre a estos órganos, retardando o deteniendo la digestión. Los nervios intrínsecos forman una red muy densa incrustada en las paredes del esófago, el estómago, el intestino delgado y el colon. La acción de estos nervios se desencadena cuando las paredes de los órganos huecos se estiran con la presencia de los alimentos. Liberan muchas sustancias diferentes que aceleran o retrasan el movimiento de los alimentos y la producción de jugos en los órganos digestivos.
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REGULADORES HORMONALES
Las principales hormonas que controlan las funciones del aparato digestivo se producen y se liberan a través de las células de la mucosa del estómago y del intestino delgado. Estas hormonas se liberan en la sangre del tracto digestivo, donde estimulan la producción de los jugos digestivos y provocan el movimiento de los órganos. Las principales hormonas que controlan la digestión son la gastrina, la secretina y la colecistocinina. • La gastrina hace que el estómago produzca ácido, que disuelve y digiere algunas partes de los alimentos. Es necesaria también para el crecimiento celular normal de la mucosa del estómago, el intestino delgado y el colon. • La secretina hace que el páncreas secrete un jugo digestivo rico en bicarbonato. El bicarbonato ayuda a neutralizar el contenido ácido del estómago cuando entran en el intestino delgado. Además estimula al estómago para que produzca pepsina, una enzima que digiere las proteínas, y al hígado para que produzca bilis. • La colecistocinina (“CCK” en inglés) hace que el páncreas produzca las enzimas del jugo pancreático, y hace que la vesícula biliar se vacíe. También fomenta el crecimiento celular normal del páncreas. Su principal función es la regulación de la digestión de proteínas y grasas en el intestino proximal. Disminuye el vaciamiento gástrico al provocar una relajación del músculo gástrico.
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APARATO DIGESTIVO E INMUNIDAD
El sistema inmunitario es el conjunto de estructuras y procesos biológicos en el interior de un organismo que le permiten mantener el equilibrio interno frente a agresiones externas, ya sean de naturaleza biológica (agentes patógenos) o físico-química (como contaminantes o radiaciones), e internas (por ejemplo, células cancerosas). Es en el intestino donde reside entre el 70 al 80 % de nuestro sistema inmunológico, en gran parte gracias a nuestra flora intestinal. Cuando esta flora intestinal se debilita o desequilibra, además de los consecuentes trastornos digestivos, también se produce una debilidad del sistema inmunitario y favorece el incremento de patologías como las alergias o sensibilidades alimentarias, enfermedades inflamatorias crónicas, etc. El intestino está expuesto constantemente a una elevada carga antigénica procedente de la dieta y de bacterias comensales. El tejido linfoide asociado al intestino (Gut-Associated Lymphoid Tissue, GALT) constituye la parte más extensa y compleja del sistema inmunitario y es capaz de discriminar de forma eficaz entre patógenos invasivos y antígenos inocuos. Los anticuerpos secretados, fundamentalmente de isotipo IgA, constituyen también un mecanismo de defensa, característico y común, en todas las mucosas del organismo. La microflora intestinal, además de participar en las funciones de nutrición-absorción de nutrientes, interviene en los procesos de defensa (efecto barrera), participan en la elaboración de sustancias necesarias para la maduración del sistema inmunitario: activación de linfocitos T (LT), estimulación de los Th para establecer el equilibrio Th1/Th2, protección respecto a patógenos y desarrollo de la tolerancia oral. Las investigaciones sobre los probióticos, bacterias que modulan la flora intestinal, demuestran hoy en día sus efectos positivos (cepas y dosis dependientes) reforzando las defensas inmunitarias sobre la salud del recién nacido y del adulto, ya que favorecen la producción de Ig A secretorios en la luz intestinal y estimulan la activación de los macrófagos y de las estructuras linfoides.
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