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32º Dom. T. O. Ciclo C Vida que no se acaba Perdón, Señor…

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Presentación del tema: "32º Dom. T. O. Ciclo C Vida que no se acaba Perdón, Señor…"— Transcripción de la presentación:

1 32º Dom. T. O. Ciclo C Vida que no se acaba Perdón, Señor…
por vivir el evangelio con poca pasión y alegría. por mis desconfianzas que no me dejan disfrutar de la vida plena prometida. por mi insensibilidad que me aleja de tanta persona herida. por no ser suficientemente agradecido con las personas que me ayudan, me acompañan, me enseñan y me cuidan cada día. **************** Ayúdanos, Señor, a ser… solidarios con las personas que más nos necesitan. compasivos con quienes viven experiencias negativas. cercanos a las personas que son maltratadas y perseguidas. sensibles a tantas situaciones en las que muchos no ven salida. comprensivos con las personas que fallan y se equivocan para no darles nunca por perdidas. esperanzados, haciendo gestos que transmitan confianza y una fe más comprometida. Gracias, Señor, porque me llamas una vida nueva, porque nunca me abandonas, ni dejas que me pierda, porque eres mi horizonte, mi culmen y mi meta, allí donde llegan a plenitud todas mis entregas. porque me educas y me enseñas que no existe “otra” vida, sino esta misma de otra manera, en continuidad con lo que voy construyendo cada día en mis tareas con esperanza y esfuerzo, con perseverancia y paciencia, sin ceder ante los desánimos, las dificultades o las ofensas. por amarme sin que lo merezca, por confiar una y otra vez en mí, y abrirme siempre tus puertas, por acompañarme en mis búsquedas y dar a mis preguntas, respuestas. porque eres fiel a tus promesas. Quiero, Señor, profundizar en el sentido de la vida y descubrir las raíces del optimismo y la serenidad, adivinar la razón de esa tenue tristeza que llamamos alegría. Que el recuerdo de mis hermanos y familiares que gozan de tu vida para siempre me enseñe que el alma es un vaso que solo se llena de eternidad. Ayúdame, Señor, a derribar los muros que cercan mi historia: el muro de la incomunicación y del egoísmo, el muro de la comodidad y del silencio, el muro de la increencia y de la insolidaridad... Que descubra la música callada de los días vividos junto a ti y la soledad sonora de tu voz de amigo como una música que da vida a mi vida. Sé, Señor, que cuando no puedo expresar mis oraciones, tú escuchas mi corazón; y en el silencio de mi vida, llena de paréntesis, percibes los gritos de mi soledad, mariposa hambrienta de luz, que te busca en la lejanía. Tú, Señor, sabes que soy barro y distancia, pero también soy estrella que se oculta en la oscuridad y he aprendido que estoy llamado a ser caricia de Dios para el mundo. Ayúdame, Señor, porque detrás del bosque de la muerte tú escondes las alas de la vida. [I.L.] 32º Dom. T. O. Ciclo C Vida que no se acaba Dios de vivos. Salomé Arricibita UNA FE QUE FORTALECE. La fe inquebrantable de siete hermanos llevados a la muerte es la manifestación de una base firme que sostiene la vida en los momentos de dificultad, de contratiempos, de persecución, de injusticia, de dolor y sufrimiento. Dar la vida por la fe no conduce a la desaparición y la nada, al olvido que todo lo arrasa, sino a la vida plena donde se recogen todas las ofrendas entregadas. Dios no olvida a quienes permanecen fieles y constantes en su compromiso, a quienes son víctimas de las injusticias más crueles, a quienes son coherentes con lo que creen… Traigo a la memoria y a la oración a todos los que hoy, en muchos lugares del mundo, sufren rechazo, marginación, menosprecio, persecución, violencia… por su fe. Me hago cercano a ellos y me pregunto cómo “toca” mi corazón su situación ¿Mantengo firme mi fe en los momentos de dificultad, de oscuridad, de incomprensión…? ¿Qué me ayuda o dificulta para que mi fe esté bien arraigada y fuerte? ¿Cómo es mi respuesta vital cuando me encuentro con la limitación, los fracasos, la enfermedad, la muerte? ¿Qué me sostiene? UNA FE QUE DA VIDA. El Dios amigo de la vida, no dejará que me pierda: me cuida, me acompaña, me acoge y no me abandona definitivamente. Tampoco cuando llega el fracaso de la muerte. Me incorpora a su vida, me regala su consuelo permanente: amplio y profundo, interno y fuerte. El Dios de Jesús es un Dios amigo de las personas vivas, que conoce nuestro nombre, nuestra historia, nuestros altibajos, sueños y desilusiones, nuestras capacidades y limitaciones, nuestra vida concreta… y no se desentiende de nosotros. La resurrección es la respuesta. No es una mera extensión de la vida presente, sino una transformación radical y definitiva que nos introduce en su presencia. Tampoco es “otra vida” al margen o que nada tiene que ver con la vida presente. Es “esta vida otra”, plenificada por el Dios que nos sostiene. Dios es fiel a quien permanece fiel a Él: su fidelidad va más allá de la muerte. ¿Qué papel juega la resurrección en mi fe? “El alma es un vaso que sólo se llena con eternidad” (Amado Nervo) ¿Con qué lleno el vaso de mi vida? UNA FE QUE COMPROMETE. Creer en un Dios de “vivos” es implicarse en un compromiso por la vida, en una defensa de la vida, una lucha para que todos tengan vida digna… sobre todo quien la tiene más debilitada o herida. Busco en mi vida y a mi alrededor lo que favorece la vida, aquello que refleje al Dios vivo y me pregunto cómo apoyarlo, cuidarlo, desarrollarlo. ¿Qué es lo que me hace vivir, lo que hace vivir a mi familia, a mi gente querida, a la iglesia en la que participo, al mundo en el que vivo…? ¿Qué me ayuda a crecer y realizarme?¿Es Dios mi meta: meta inalcanzable, pero atractiva y estimulante? ¿Me conformo con lo que veo, lo que tengo, lo que he conseguido… o aspiro a metas más altas? Creer en el Dios de la vida, ¿me lleva a vivir un amor más intenso, más entregado, más fiel? Danos fuerza para amarte y amar con plenitud la vida, en sus gozos y sus tristezas, en sus pérdidas, ganancias y alegrías. Danos ternura a raudales, fuerza, sensibilidad y sabiduría, coraje y perseverancia para amarte y amarnos amando todo lo que nos habita.

2 Lectura del segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14):
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.  Uno de ellos habló en nombre de los demás: «¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.»  El segundo, estando para morir, dijo: «Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.»  Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: «De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.»  El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: «Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.» Salmo 16, R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor Señor, escucha mi apelación,  atiende a mis clamores,  presta oído a mi súplica,  que en mis labios no hay engaño. R/.  Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,  y no vacilaron mis pasos.  Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;  inclina el oído y escucha mis palabras. R/. Guárdame como a las niñas de tus ojos,  a la sombra de tus alas escóndeme.  Yo con mi apelación vengo a tu presencia,  y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.

3 Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»  Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.» Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,16–3,5): Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis constancia de Cristo.


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