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Publicada porManuela Ayala Mendoza Modificado hace 8 años
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Humanidades Nau Gran
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Gilgamesh rey de Uruk. Construcción de la muralla de Uruk y del templo (Eanna) de Anu e Inanna. “Quiero dar a conocer a mi país a aquel que todo lo ha visto, a aquel que ha conocido lo profundo, que ha sabido todas las cosas, que ha examinado, en su totalidad, todos los misterios. A él, dotado de sabiduría, que lo ha conocido todo, que ha descubierto los secretos, que ha visto los misterios, y que nos ha transmitido noticias anteriores al Diluvio. Vuelto de un largo viaje, fatigado, pero sereno, Grabó en una estela de piedra todos sus esfuerzos. Él edificó los muros de Uruk, la cercada, y el tesoro sagrado del santo Eanna. ¡Contempla sus murallas que son como el cobre! ¡Miras sus pilastras, que no tienen rival! ¡Toca la losa de su umbral, traída de muy lejos! ¡Acércate al Eanna, la morada de Isthar, que ningún rey venidero, ningún hombre igualarán jamás!”. I, 1, 1-15. La vida civilizada de la ciudad frente a la salvaje de la estepa “Llegó la manada y alegró su corazón en el agua. En cuanto a él, Enkidu, nacido en la montaña, con las gacelas ramonea la hierba, con la manada abreva en los abrevaderos, con las bestias salvajes, junto a los abrevaderos, se satisface. Shámkhat vio a aquel hombre salvaje, Hombre bárbaro como los que habitan en plena estepa. “¡Es él, Shámkhat –le dijo el cazador-, deja caer tu ropa, Descubre tu sexo y que posea tus encantos! ¡No lo rechaces!, ¡Acoge su ardor! (…). Durante seis días y siete noches, Enkidu, excitado, cohabitó con Shámkhat. Después de que hubo saciado su voluptuosidad, Volvió su mirada en busca de su manada; Pero al ver a Enkidu las gacelas huyeron, la manada de la estepa se alejó de su cuerpo (…) Él vino a sentarse a los pies de la hieródula, Y se puso a contemplar el rostro de Shámkhat; Ahora comprendían sus oídos lo que le decía la hieródula. Dirigiéndose a Enkidu, la hieródula le dijo: -“¡Eres hermoso, Enkidu, has llegado a ser como un dios! ¿Por qué quieres todavía vagabundear por la estepa con las bestias? ¡Ven! Deja que te lleve a Uruk-la-cercada, al santo templo, morada de Anu y de Ishtar, en donde reside Gilgamesh, perfecto en fuerza”. I, 4, 1-39.
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Viajes de Gilgamesh. El país del Bosque de los Cedros (¿cordillera del Líbano? ¿Montes Tauro? “Yo, Gilgamesh, quiero ver a ese de quien se habla Y de quien los países difunden su nombre por todas partes. ¡Quiero vencerle en su Bosque de los Cedros Y hacer saber así al país Cuán fuerte es un retoño de Uruk! ¡Quiero ponerme a cortar los cedros con mis manos para asegurarme así una fama eterna!”. III, 5, 1-7. El Diluvio universal “Utnapishtim respondió a Gilgamesh: -“Gilgamesh, voy a revelarte una cosa oculta, Voy a confiarte un secreto de los dioses. Fue en Shuruppak, una ciudad –tú la conoces bien- situada a orillas del Éufrates, ciudad ya antigua y en la que a los dioses les gustaba habitar, en donde los Grandes dioses tomaron la decisión de provocar el Diluvio (…) -“(…) Hombre de Shuruppak, hijo de Ubar-Tutu, destruye tu casa, construye un barco, abandona las riquezas, busca la Vida que salva, renuncia a las posesiones, guarda vivo el soplo de vida. ¡Embarca en el barco todas las especies vivas! (…)”. Durante todo un día la tempestad se desencadenó, Impetuosamente se desencadenó y provocó el Diluvio; Su violencia sobrevino sobre las gentes como una batalla, A causa de las trombas de agua no se veían los unos a los otros, Vistas desde el cielo, las gentes no eran reconocibles. Los dioses, entonces, llegaron a espantarse ante el Diluvio Y huyendo, subieron hasta el cielo de Anu. Acurrucados como perros, los dioses se agazaparon afuera (…). Durante seis días y siete noches, el viento persistió, el huracán del Diluvio arrasó la tierra. Al llegar el séptimo día el huracán del Diluvio empezó a amainar, después de haber luchado como una mujer en parto. El mar, luego, se calmó, se apaciguó el viento Imkhullu, el Diluvio cesó (…). Era en el monte Nisir donde el barco varó. El monte Nisir retuvo el barco sin dejar que se moviera (…). Cuando llegó el séptimo día, çhice salir una paloma y la dejé marchar, La paloma emprendió el vuelo, pero regresó; Como no había encontrado donde posarse, por eso volvió. Hice salir una golondrina y la dejé marchar, la golondrina emprendió el vuelo, pero regresó; como no había encontrado donde posarse, por eso volvió. Hice salir un cuervo y lo dejé marchar, el cuervo se fue y viendo que las aguas habían bajado, se puso a picotear, revoloteó, alzó la cola y ya no volvió. Habiendo dejado salir todo a los cuatro vientos, ofrecí un sacrificio, puse una ofenda en la cima de la montaña (…)”. XI, 1-3 (versión de F. Lara Peinado, Madrid, 2010).
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