¿Cómo es posible que alguien mate en nombre de Dios?

“Es una incalificable afrenta a la dignidad de la persona humana”. “Utilizar el nombre de Dios para justificar este camino de violencia es una blasfemia”.

Pero, ¿no fue la propia Iglesia la que usó a veces la violencia para imponer la fe, como por ejemplo con la Inquisición?

«Como sucesor de Pedro pido que en este año de misericordia la Iglesia, fuerte por la santidad que recibe de su Señor, se ponga de rodillas ante Dios e implore el perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos». Juan Pablo II en el Jubileo del La Iglesia ha pedido perdón por sus errores del pasado

«Otro capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento está constituido por la aquiescencia manifestada, especialmente en algunos siglos, con métodos de intolerancia y hasta de violencia en el servicio a la verdad». La Iglesia ha pedido perdón por sus errores del pasado

«La verdad no se impone más que por la fuerza de la verdad misma, que penetra en las mentes de modo suave y a la vez con vigor». Concilio Vaticano II

La Comisión Teológica internacional ha realizado un estudio sobre algunos aspectos del discurso cristiano acerca de Dios, confrontándose con la tesis según la cual se daría una relación necesaria entre monoteísmo y la violencia.

Existe una teoría según la cual se da una relación necesaria entre el monoteísmo y las guerras de religión. El documento de la Comisión Teológica Internacional sale al paso de esa teoría y justifica que, en lo que respecta al monoteísmo cristiano, es totalmente incierta.

La fe cristiana reconoce en la instigación a la violencia la máxima corrupción de la religión. El recurso a la violencia y al terror es ciertamente, y con toda evidencia, una corrupción de la experiencia religiosa.

La fe cristiana reconoce en la instigación a la violencia la máxima corrupción de la religión. El recurso a la violencia y al terror es ciertamente, y con toda evidencia, una corrupción de la experiencia religiosa.

El monoteísmo ha sido reconocido durante mucho tiempo como la forma culturalmente más evolucionada de la religión: el modo de pensar lo divino más coherente con los principios de la razón.

Hoy en día la idea misma de la verdad es objeto de una denuncia radical. Se la juzga como algo ilusorio y carente de realismo. Se la considera amenaza radical para la autonomía y la libertad del hombre. La pretensión de una verdad objetiva y universal se asocia a la pretensión de quien posee esa vedad de dominio sobre aquellos otros hombres que no la poseen. Y se acusa a la religión de fundamentalismo y de querer imponer a la fuerza su verdad.

Y ahora el monoteísmo se presenta como algo arcaico y despótico, frente a un politeísmo creativo y tolerante.

La corrupción de la religión que la convierte en semilla de violencia también se ha dado en el politeísmo. Por ejemplo, en la persecución de los cristianos en el Imperio Romano.

Y ha existido violencia extrema en los ateísmos de Estado: el comunismo y el nazismo.

Y existe todo tipo de violencia en la civilización secularizada del mundo occidental.

La oposición radical a un uso violento de la religión pertenece al núcleo originario de la revelación de Jesucristo, que nos transmite el mandamiento supremo del amor. La oposición de la revelación de Jesús frente a un tipo de religión que lleve a la separación entre los seres humanos a su envilecimiento es un rasgo profundo de la originalidad de la fe cristiana.

Hoy el cristianismo denuncia de modo inequívoco la contradicción radical de una violencia entre los hombres ejercitadas en nombre de Dios. Hoy existe una irreversible separación del cristianismo respecto a la ambigüedad de la violencia religiosa. La separación de la Iglesia respecto de la violencia religiosa tiene la fuerza de una semilla destinada a producir frutos especiales en nuestra época.

La superación de toda ambigua justificación religiosa de la violencia deberá elaborar también con la máxima determinación la crítica de la violencia anti-religiosa.

La fe revelada del cristianismo está llamada a anticipar la época del rescate definitivo del “nombre de Dios” de su profanación por la justificación religiosa de la violencia.

Usar el nombre de Dios en el empleo de la violencia es una blasfemia. No cabe mayor profanación del nombre de Dios. Es la máxima corrupción de la religión. La religión católica “juega limpio” y se opone frontalmente a la violencia en nombre de la religión.