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No hay conflicto entre la ciencia y la Biblia, hay conflicto entre malas interpretaciones de una u otra. Los cristianos católicos creemos que Dios nos ha dado inteligencia para estudiar el orden natural que Él mismo estableció y trabajar con Él por un mundo mejor; creemos que la Iglesia nos enseña la correcta interpretación de la Biblia.
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Desde la Ilustración (siglo XVIII) surgió la idea de que la Iglesia se opone al progreso, y que la fe es contraria a la ciencia. La ciencia moderna se ha desarrollado en el occidente cristiano con el aliento de la Iglesia. Existe un diálogo permanente entre el mundo de la ciencia y la Iglesia: la Academia Pontificia de las Ciencias (1936) y el proyecto científico STOQ impulsado por el Consejo Pontificio de la Cultura (2000).
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Teoría heliocéntrica vs teoría geocéntrica. Galileo fue condenado a «formalem carcerem» –reclusión domiciliaria–, varios jueces se negaron a suscribir la sentencia y el Papa Urbano VIII no la firmó. Pudo seguir trabajando en la ciencia y murió en 1642 en su casa, como un buen creyente.
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Cuando en 1741 se alcanzó la prueba óptica del giro de la tierra alrededor del sol, Benedicto XIV mandó que el Santo Oficio imprimiera la primera edición de las obras completas de Galileo. El 31 de octubre de 1992, el Papa Juan Pablo II reconoció públicamente los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas científicas de Galileo.
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Ciertos teólogos contemporáneos de Galileo no supieron interpretar el significado profundo –no literal– de las Sagradas Escrituras. Esto les llevó a trasponer de forma indebida una cuestión de observación experimental al ámbito de la fe. Los criterios de interpretación de la Sagrada Escritura no estaban claros en el ambiente cultural de aquel entonces; ahora están ya muy asentados, y ello garantiza que no se vuelvan a repetir equivocaciones parecidas.
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La experiencia demuestra que la ciencia ha servido para purificar a la religión de múltiples errores y supersticiones; mientras que la religión permite purificar la ciencia de la idolatría de las ideologías materialistas y reduccionistas que acaban por volverse contra la dignidad del hombre.
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La Iglesia se interroga hoy más que nunca sobre los fundamentos de su fe, sobre cómo dar razón de su esperanza a este mundo moderno al que abrió sus puertas de par en par en el Concilio Vaticano II. La ciencia, si no se ejerce con sentido de servicio al hombre, fácilmente puede subordinarse a intereses económicos, con el consiguiente desinterés por el bien común, o, peor todavía, puede ser utilizada para dominar a los demás. Beato Juan Pablo II
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Cualquiera que sea el campo de la investigación, del trabajo científico o creativo, quienquiera que aplique en él su ciencia, su talento y sus esfuerzos debería preguntarse en qué medida su obra forja primero su propia humanidad; luego, si hace que la vida del hombre sea más humana, más digna de él, desde todos los puntos de vista; y si en el marco del desarrollo, el hombre «se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos». Beato Juan Pablo II
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«Privado de su referencia a Dios, el ser humano no puede responder a los interrogantes fundamentales que agitan y agitarán siempre su corazón en lo concerniente al fin, y por tanto, al sentido de su existencia». “El estudio representa una oportunidad providencial para progresar en el camino de la fe, porque una inteligencia bien cultivada abre el corazón del hombre a la escucha de la voz de Dios, enfatizando la importancia del discernimiento y la humildad". Papa Benedicto XVI
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