Sacramentos 80 Penitencia 14 Las Indulgencias.

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Transcripción de la presentación:

Sacramentos 80 Penitencia 14 Las Indulgencias

¿Qué es la indulgencia? Comenzamos poniendo lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos."

Las indulgencias están muy unidas al sacramento de la penitencia y todo lo dicho sobre esta virtud. Todo pecado encierra en sí una culpa, que es la ofensa hecha a Dios y una pena. Esta pena en el pecado mortal será eterna, pero también es temporal. En el pecado venial sólo es temporal. Al confesarse bien de un pecado grave, se perdona la culpa y la pena eterna, pero queda la pena temporal.

Normalmente queda mucha pena por pagar, a no ser que el pecador haya tenido un dolor muy extraordinario. Así que no basta que Dios nos perdone, sino que debemos satisfacer a Dios por lo malo que hayamos hecho. Si no lo hacemos en esta vida, lo tendremos que hacer en la otra, en el Purgatorio, que será peor. Y satisfacemos a Dios con obras buenas; pero primero con la penitencia que nos impone el confesor.

La penitencia que impone el confesor suele ser muy pequeña, ya que si se pone grande, retrae a algún penitente para otra confesión. Es bueno saber que esa penitencia tiene un valor especial, porque está hecha con la gracia del sacramento. Pero además de esas penitencias, para que se perdone más fácilmente la pena, existen las indulgencias.

Para entender qué son las indulgencias, debemos saber que la Iglesia tiene un tesoro espiritual. Ese tesoro es el mérito de las obras buenas de muchas personas. El tesoro se comenzó a acumular con el mismo Jesucristo, que tiene obras de valor infinito. Allí están los méritos de la Santísima Virgen y de todos los santos. Nosotros podemos participar de ese tesoro de la Iglesia.

Ya desde la antigüedad se hablaba de lo que los mártires podían ayudar a la gente con su intercesión. Pero no sólo de los santos que conocemos. En la Iglesia hay mucha gente muy buena, cuyos méritos se van acumu-lando en ese tesoro. Y nunca se termina, porque, además de lo que queda, siempre hay nueva gente buena. Lo grandioso es que todos esos bienes se pueden distribuir.

¿Y quién lo puede distribuir ¿Y quién lo puede distribuir? Pues aquel que tenga una autoridad dada por Jesucristo. Esa autoridad se la dio Jesús a san Pedro bajo la fórmula de “atar y desatar”. Así lo ha ido creyendo y haciendo la Iglesia desde el principio.

Todo esto se puede hacer por el dogma de la Comunión de los Santos, que significa comunicación de bienes entre todos los que están en gracia. Este dogma siempre ha sido profesado en la Iglesia y lo ha defendido muchas veces, especialmente en el concilio de Trento.

Este tema de las indulgencias tuvo mayor relieve desde que comenzaron los jubileos en el año 1300. El papa Bonifacio VIII, sabedor de las gracias que tiene la Iglesia, pensó que se podían distribuir de una manera más popular y extensa con un jubileo, recordando lo que se dice en el Ant. Testamento sobre los jubileos de los israelitas, que eran cada 50 años y se anunciaban con trompetas especiales.

Cuando se iba acercando el año 1350, el papa Clemente VI lo anunció solemnemente y explicó todo lo que signifi-caban las indulgencias. Para la plenaria era necesaria la peregrinación a Roma, cumpliendo las condiciones necesarias, que ya diremos. Explicó cómo Jesucristo fue dejando ese tesoro para que se pueda distribuir.

Hoy día hay muchas oraciones que tienen algunas indulgencias Hoy día hay muchas oraciones que tienen algunas indulgencias. Pero hay unas pocas con indulgencias más especiales. Una de ellas es la que se puede ganar en el momento de la consagración, cuando mirando al Señor uno diga: Señor mío y Dios mío.

Señor mío y Dios mío Automático

Señor mío…

…y Dios mío.

Señor mío…

…y Dios mío.

Señor mío…

…y Dios mío.

Señor mío y Dios mío

Señor mío y Dios mío Hacer CLICK

Las indulgencias pueden ser de varias clases Las indulgencias pueden ser de varias clases. La principal división es la de plenaria y parcial, según se perdone toda la pena temporal o sólo una parte. Hay indulgencias que son para una persona o para un grupo. Hay indulgencias para algún objeto, como rosario, medalla o crucifijo. A veces es para un lugar, como un santuario o un altar.

Hay indulgencias que son para siempre, para cualquier tiempo, y las hay temporales, como es un año santo. A veces son para los vivos y otras son aplicables a los difuntos. Hay indulgencias para una oración que se rece una vez al día o para cada vez que se rece. – Lo más importante es entender lo de plenaria y parcial. La plenaria, decimos, es cuando se puede perdonar toda la pena.

Para medir la indulgencia parcial se suele usar una medida muy antigua Para medir la indulgencia parcial se suele usar una medida muy antigua. Se suele decir que vale 10 años, 3 años o cien días u otras cifras. Muchos creen que se le quitan 100 días de purgatorio. No se trata de esa medida. Recuerdan de cuando hablábamos de las penitencias que tenían que hacer los pecadores públicos. Por ejemplo, si se les imponía la cuaresma, eran 40 días de penitencia.

Pues estas indulgencias corresponden a la pena que se quitaría haciendo 100 días de aquella penitencia. Así que ahora, por la participación en ese tesoro espiritual de la Iglesia, que son los méritos de tantos santos y tantas personas buenas, rezando tal oración, se le perdona la pena correspondiente a la penitencia de tantos días.

Todo esto, como todas las cosas buenas, tiene su peligro Todo esto, como todas las cosas buenas, tiene su peligro. Y el peligro es hacerlo como si fuese algo mágico. Luego veremos las condiciones. Porque rezando esas oraciones de forma mecánica no se ganan indulgencias.

Hubo un tiempo en que quizá la Iglesia (o algunos en ella) externamente se extralimitó un poco: había indulgencias que se ganaban por dar dinero para la construcción de un templo. Claro que dar una limosna se entendía que era hacer un sacrificio; pero se veía un poco el materialismo.

Por eso fue cuando Lutero protestó y se marchó de la Iglesia católica.

El papa lo hacía con buena voluntad para poder terminar la basílica; pero se prestaba para la simonía: comprar algo espiritual con algo material, como era el dinero. – A veces hay indulgencias falsas. Hay libros no controlados con oraciones raras a las que se dan quizá mil años de indulgencias. Un libro de oraciones indulgenciadas debe tener la censura de la Iglesia.

En cuanto a las oraciones, para ganar las indulgencias, es esencial rezarlas bien, sabiendo lo que dice y con todo el corazón. Entre las oraciones indulgenciadas como ciertas y muy importantes está aquella oración de san Ignacio de Loyola ofreciéndose del todo a Dios:

Tomad, Señor, y recibid Automático

toda mi libertad,

mi memoria, mi enten- dimiento y mi voluntad,

todo mi haber y mi poseer.

Vos me lo disteis, Señor.

A Vos lo torno.

Todo es vuestro

Disponed de todo a vuestra voluntad.

Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.

Disponed de todo a vuestra voluntad.

Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta. Hacer CLICK

¿Qué es necesario para ganar las indulgencias ¿Qué es necesario para ganar las indulgencias? Como son bienes dentro de la Iglesia para distribuir dentro del Cuerpo Místico, lo primero que hace falta es estar bautizado, ser miembro de la Iglesia. Es necesario no estar excomulgado, porque estaría fuera de la Iglesia. Pero también es necesario: tener uso de razón y practicarla; es decir, darse cuenta de lo que se está haciendo.

Para ganar las indulgencias es necesario tener intención; es decir, querer ganarlas. No es que se requiera una intención actual para cada oración que se recite. Basta con una intención general, que se puede hacer de vez en cuando. Hay oraciones que dicen (por ejemplo antes del rosario): “Deseo ganar las indulgencias que se pueda…” También puede haber una intención actual o general para aplicarlas a las almas del purgatorio.

Solamente el papa puede hacer que las indulgencias de cierta oración o acto se puedan aplicar a las almas del purgatorio. También es el único que puede conceder una indulgencia plenaria. Los obispos pueden conceder indulgencias parciales para momentos especiales.

Para ganar las indulgencias es necesario, sobre todo, el estado de gracia. Es decir, que un miembro muerto no puede recibir influencia del tesoro de los miembros vivos. Por lo menos de manera directa. Puede recibir otra clase de gracias, como es ayuda para su conversión. Pero no puede recibir la savia verdadera, si no está en gracia.

Si el acto para ganar una indulgencia es largo, como ganar un jubileo, no es necesario que esté en gracia al principio, sino que, si se confiesa bien, al final puede ganar las indulgencias del jubileo. Hay que entender que ganar una indulgencia plenaria es muy difícil. Por de pronto hace falta que no se tengan ni pecados veniales.

Lo normal es que se gane en parte Lo normal es que se gane en parte. Las condiciones necesarias para la plenaria son la confesión y comunión. No es necesario que sean en el mismo día. Suelen decir que puede ser con la diferencia de ocho días. Y se debe hacer con verdadero conocimiento y amor a Dios. También rezando por las intenciones del Romano Pontífice, que suele ser un Padrenuestro, Ave María y Gloria.

Las obras indulgenciadas no deben ser obligatorias. Por ejemplo: si hay indulgencias por participar en la misa, no entra entre las indulgenciadas la misa obligatoria del domingo, sino que es una misa a la cual vamos por devoción o para ganar esas indulgencias. Entre las oraciones no solemos tener alguna que sea plenamente obligatoria sino devocionales, aunque quizá con muchas indulgencias.

¿Qué oraciones son indulgenciadas. Hay libros con estas oraciones ¿Qué oraciones son indulgenciadas? Hay libros con estas oraciones. De hecho en los libros de devoción, al poner una oración, se debe poner si tiene indulgencias. Hay también crucifijos y medallas con este privilegio. Algunos ejemplos: Plenaria rezando el rosario ante el Santísimo o haciendo el Vía crucis o media hora de meditación. Las letanías, 7 años; un cuarto de hora de meditación, 5 años; “Señor mío y Dios mío”, 7 años. Hay muchas jaculatorias con indulgencias. Y especialmente en la hora de la muerte.

El decir “Jesús”, 500 días y plenaria al mes y en la hora de la muerte; el decir “María”, 300 días; el “santo, santo…”, 500 días; hacer examen de conciencia, 500 días; el “angelus”, 10 años. Entre estas oraciones con muchas indulgencias hay una que se suele decir después de la comunión o al terminar la misa:

Alma de Cristo, santifícame. Automático

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe

por los siglos de los siglos. Amén. Hacer CLICK por los siglos de los siglos. Amén.

Alguna vez para rezar bien estas oraciones indulgencia-das se suele pedir condiciones especiales, precisamente para excitar más el afecto y el amor, como el hacerlo ante el Santísimo o ante un crucifijo. Lo importante es no mecanizar el acto o la plegaria. No se trata de tener una calculadora ante Dios ni de pretender con ello ser egoísta. Más vale un acto profundo de amor a Dios que cientos de oraciones mecanizadas.

El cristiano debe unirse a la obra salvadora de Cristo El cristiano debe unirse a la obra salvadora de Cristo. Cada concesión de indulgencias es una admonición para entregarse más a Cristo y unirse a los hermanos, que nos han precedido y reinan con Cristo, y a los que les podemos ayudar con estas indulgencias. Las indulgencias ganadas con verdadero espíritu son fuente y expresión de fe viva en Cristo.

Ya en la edad media la Iglesia había progresado en el proceso de ver los bienes de la Iglesia como algo común, aplicable a todos. Y no sólo por las gracias que recibimos, sino por la satisfacción de las penas que quedaban a los pecadores más débiles. Este poder compartir los bienes espirituales es un signo de la infinita misericordia de Dios, que vela por todos sus hijos.

Cuando en la edad media hacían un monas-terio, solían dar indulgencias, no sólo por lo ya acumulado, sino pensando en las oraciones y penitencias que se harían en ese lugar. Así quien daba una limosna no sólo estaba haciendo un pequeño sacrificio, sino que confiaba en que en aquel edificio se elevarían a Dios muchas plegarias por los bienhechores que contribuyeron a su edificación.

Así que todo esto de las indulgencias es un pensar más y activar el verdadero Cuerpo Místico de Cristo que se une en la oración y la gracia de Dios. Y recordar finalmente que no nos salvamos por rezar esto o lo otro, sino por el amor que pongamos en las obras y las oraciones. Terminamos poniéndonos en las manos de Dios, que es donde mejor estaremos.

Padre, me pongo en tus manos, Automático

haz de mí lo que quieras,

sea lo que sea, te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,

con tal que tu voluntad se cumpla en mí

y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,

te la doy con todo el amor del que soy capaz.

Porque te amo

y necesito darme,

ponerme en tus manos sin medida,

con una infinita confianza,

Acompañados por María. AMÉN