Leprosos… amados: Por favor, no toques el ratón.
Estaba en el lugar que me asignaba la ley. No era siquiera un pecador: era simplemente un leproso, un excluido, un señalado, una amenaza, un peligro… un divorciado, un emigrante.
Y allí me hubiese quedado, hasta que viniese la muerte amiga
Y allí me hubiese quedado, hasta que viniese la muerte amiga Harapiento, despeinado, con la barba rapada y gritando:
Y allí me hubiese quedado, hasta que viniese la muerte amiga “¡Impuro, Impuro!” Harapiento, despeinado, con la barba rapada y gritando:
Para que los puros no se contaminen
Pero Jesús vino a mi encuentro
Pero Jesús vino a mi encuentro Y me abrazó su compasión Aquel hombre decía palabras que traspasaban de esperanza el corazón
Aquella mano extendida… Me devolvió a la comunidad y a la casa del Señor
Manos que poco después… Se extenderían sobre un madero.
Dichosos los leprosos, a los que se les ha contagiado la pureza de DIOS
Texto: Mons. Santiago Agrelo