Jesús no permaneció predicando en el desierto del Jordán. Ni se quedó en su aldea. Ni en Cafarnaún. Recorría los pueblos anunciando su experiencia de un Dios bueno.
El pueblo no tenía que buscarlo. Él mismo visitaría cada aldea, invitando a acoger a Dios que irrumpía en sus vidas. No organizaba peregrinaciones … iba a sus casas.
Jesús prefirió los lugares pequeños, donde la gente estaba más abatida, sin poder disfrutar dignamente de su tierra.
Su itinerancia era símbolo de su libertad. No tuvo casa, ni dinero … Se salió del Imperio de Roma para entrar en el Reino de Dios. “No tengo dónde reclinar mi cabeza”.
El Reino de Dios no tendrá un centro geográfico de poder, desde donde pueda ser controlado. Jesús es el camino y es itinerante. Y envía a los apóstoles … “sed itinerantes”.
“Nadie conoce a Dios fuera del Hijo”… Por esto nadie puede buscarlo. Jesús y sus discípulos son los encargados de llevar la Buena Noticia. “Para esto he sido enviado”.