Prefacio. Santo. Hasta la Consagración

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Transcripción de la presentación:

Prefacio. Santo. Hasta la Consagración Sacramentos 53 Eucaristía 23 Misa 13 Prefacio. Santo. Hasta la Consagración

Después del ofertorio, que es la 1ª parte de la liturgia eucarística, viene la 2ª, que es la más importante: la Consagración. Esta parte tiene una introducción, que es el prólogo o, como se suele llamar, el prefacio. Es el momento especial para dar gracias a Dios.

Es un prólogo que tiene un pequeño prólogo Es un prólogo que tiene un pequeño prólogo. Para que todos podamos dar gracias a Dios, vamos a elevar nuestros corazones al Señor. Y para ello hay como un toque de atención. El celebrante dice: “El Señor esté con vosotros”. Más que un saludo es un aviso: Atención, que llega algo importante que a todos interesa.

Y se responde “y con tu espíritu” Y se responde “y con tu espíritu”. Viene a ser una respuesta de solidaridad, de unidad. Y como lo que viene interesa de verdad, hay una exclamación de esperanza o de optimismo: “Levante-mos el corazón” dice el celebrante, quien levanta las manos como mejor expresión.

Y todos responden: “Lo tenemos levantado hacia el Señor” Y todos responden: “Lo tenemos levantado hacia el Señor”. Se supone que cuando alguien dice algo en alta voz, sabe lo que dice. Por eso se supone que está diciendo la verdad. De hecho debería tener el corazón “en vilo”, porque ya Cristo va a estar entre nosotros. Yo pienso en los muchachos y muchachas que, cuando va a llegar su “estrella” sea de futbol o de canto o de cine, están “en vilo”. Así debe estar un cristiano antes de la consa-gración.

Y como va a llegar la consagración, vamos primero a dar gracias al Señor. Así lo anuncia el celebrante: “Demos gracias al Señor, nuestro Dios”. Participar en la Eucaristía significa darle gracias. Por eso responde el pueblo: “Es justo y necesario”. Estamos preparados para el himno de acción de gracias.

Y viene el himno, que suele comenzar: “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación”. O algo parecido. Puede haber mucha variación. Antiguamente había muchos prefacios. Desde el concilio de Trento quedaron unos pocos. Y desde el Vaticano 2º se ha vuelto a tener bastantes, dejando bastante libertad.

A veces se acentúan motivos generales de la creación o la redención. Como hay tantos motivos para darle gracias a Dios y tantas circunstancias diversas, se ha dejado bastante libertad para acentuar algún motivo, según el tiempo litúrgico y según las circunstancias propias del momento. A veces se acentúan motivos generales de la creación o la redención.

El hecho de dar gracias a Dios antes de la consagración es muy antiguo El hecho de dar gracias a Dios antes de la consagración es muy antiguo. Cuenta ya san Cipriano (por el año 280) que ya se daba este nombre de prefacio. Y se decía ya el “levantemos el corazón” para preparar los espíritus de los hermanos, para estar dispuestos a no pensar más que en el Señor.

Cuando los judíos celebraban la Pascua (supongo que ahora también), el jefe de familia invitaba a dar gracias a Dios por haberles creado y haberles salvado por medio de Noé, Abraham, Moisés… Jesús diría las oraciones judías. Lo que sí sabemos es que antes de la Eucaristía, dio gracias a su Padre celestial.

Jesús daría gracias por las grandezas materiales, pero mucho más por las espirituales. Nosotros también, según vamos entrando en lo más grandioso del encuentro con Dios en la misa, debemos reconocer que debemos dar gracias a Dios por tantas cosas como nos ha dado en la vida.

Por tantas cosas como me has dado en la vida Automático Por tantas cosas como me has dado en la vida

quiero decirte: gracias, Señor.

Me diste una casa en donde habitar

y una familia calor del hogar.

Me diste el trabajo con que gano el pan,

me diste el descanso para meditar.

Tu mismo a la tierra viniste, Señor,

y diste tu vida por mi salvación.

Por tantas cosas como me has dado en la vida

quiero decirte: gracias, Señor.

quiero decirte: gracias, Señor. Hacer CLICK

Este himno o aclamación de acción de gracias, que es el Prefacio, termina siempre con el “Santo, santo, santo”, que rezamos o cantamos uniéndonos a la alabanza que los ángeles tributan a Dios en el cielo. Por eso el Prefacio suele terminar más o menos: “Por eso con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales cantamos sin cesar el himno de tu gloria”.

Es uno de los momentos importantes para cantar Es uno de los momentos importantes para cantar. De modo que, si en la misa, hubiera que cantar algo, lo principal sería, normalmente, el “Santo, santo”. Aunque no se cante, aun recitado es como un canto de la creación universal hacia Dios. La letra viene parte del profeta Isaías y parte del profeta Daniel.

Sin hablar de la misa, ya el papa san Clemente, antes del año 100, escribía que toda la creación debe alabar al Señor con esa palabra de “santo”. En la misa lo encontramos por el año 200 en Oriente. Lo de “bendito quien viene en nombre del Señor” se puso bastante más tarde. Por el año 700 aparece tal cual lo tenemos.

Esta expresión está sacada de las exclamaciones ante la entrada de Jesús en Jerusalén con los ramos. La palabra “hosanna” era una expresión de triunfo de los israelitas. Una palabra de aliento, de grandeza, de alegría. Es bueno que nosotros se lo digamos al Señor que va a venir en el momento de la consagración.

Como era un canto tan importante en la misa, los autores músicos por el año 800 comenzaron a hacerlo bastante largo. Mucho más sería cuando llegó la polifonía. Lo hacían tan largo que, aunque había una norma de no seguir la misa hasta que terminase, muchos celebrantes no solían tener paciencia y seguían.

Y los músicos lo siguieron haciendo tan largo que lo tuvieron que dividir en dos partes, de modo que el “bendito el que viene…” se cantaba después de la consagración. Así se ha hecho por siglos. Normalmente era en latín. Después del Vaticano II ya es en nuestras lenguas. Escuchemos uno brevecito:

Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Automático Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo.

Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

Hosanna Hosanna

Hosanna en el cielo.

Bendito el que viene en nombre del Señor.

Hosanna Hosanna

Hosanna en el cielo. Hacer CLICK

Este aclamar a Dios como “santo” no es sólo por lo que ha hecho, como le dábamos gracias en el Prefacio. Ahora se le alaba por lo que es. Ya los profetas llamaban a Dios “santo”. La santidad significa el estar por encima de todo lo que se ve, lo ordinario. Es lo que separa a Dios del ser humano.

Nosotros llamamos santos a las personas que más se acercan a Dios Nosotros llamamos santos a las personas que más se acercan a Dios. Por ello mismo, aunque la santidad de Dios trasciende todo lo creado, llamarle santo es como sentirle algo más cercano, alguien con quien podemos comunicarnos.

Y entramos en lo que es el “Canon” Y entramos en lo que es el “Canon”. Así se ha llamado durante siglos al conjunto de oraciones que están antes y después de la consagración La palabra “canon” significa regla, porque durante siglos todos los sacerdotes del mundo debían seguir esa regla fija y recitar lo mismo.

En el concilio Vat. II era algo tan fijo que hubieron varias discusiones para cambiar una palabra. Y es que, si se nombraban bastantes santos, parecía casi una injusticia que no se nombrase a san José. Fue el primer cambio en siglos. Luego vinieron otros.

Y, claro, con otros cambios ya no se podía llamar “canon”, regla fija, sino que comenzó a llamarse como antiguamente: “Plegaria eucarística”. El hecho es que desde entonces hay ya varias plegarias eucarísticas, para poder escoger la que parezca más propia para esta celebración.

En los misales ordinarios vienen 4 plegarias eucarísticas, que son las principales: la 1ª, que es la antigua, la que era fija. La 2ª es la más corta, dice lo esencial y necesario, de forma más sencilla. La 3ª es parecida, pero todo un poco más desarrollado. Y la 4ª, que es más amplia con un desarrollo algo diverso. Luego existen varias plegarias eucarísticas, según las circunstancias, por ejemplo adaptada para niños, etc.

Todas las plegarias eucarísticas tienen un mismo “hilo conductor”, que es el que vamos a ir recordando. Cada una es un conjunto de oraciones, unidas unas con otras, que van siguiendo el mismo fin para el que están puestas. Seguiremos un poco más la 2ª plegaria, que es la más esquemática. Las demás van siguiendo el mismo tema.

Comienza con una transición del “santo, santo” a la plegaria preparación de la consagración. En la plegaria 2 dice: “Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad”. Es como repetir el “santo” de una forma familiar. Ahora ya dirigido al Padre, al cual invocamos en toda la plegaria eucarística. En otras plegarias está ampliado.

Y llegamos a algo, antes de la consagra-ción, que sí es importante. Es lo que los antiguos llamaban con palabra griega: “la epíclesis”. Es la invocación al Espíritu Santo. Y esto es porque lo que vamos a realizar tan grandioso no puede hacerse si no es por una gracia especial de Dios. Así que todo esto se realiza en el Espíritu.

Eso es lo que tiene lugar en la Eucaris-tía. La acción salvadora del Hijo no se realiza sino bajo el dinamismo del Espíritu, como nos enseñó san Pablo en la carta a los romanos. El Espíritu renueva la faz de la tierra, espiritualiza e impregna de fuerza y presencia divina toda la creación. Eso es lo que tiene lugar en la Eucaris-tía.

Y para representar más vivamente esta acción del Espíritu Santo, el celebrante pone las manos sobre el pan y el vino que se van a convertir en el cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Si hay concelebrantes, acompañan con un gesto indicativo.

Al invocar al Espíritu Santo sobre el pan y el vino reconocemos nuestra impotencia y confesamos su poder. Terminamos ahora pidiendo a ese Espíritu Santo, que es amor, sabiduría y fortaleza, que venga también sobre nosotros para que nos ilumine y nos dé fuerza en el caminar de cada día.

El Espíritu que envía el Señor Automático

es amor, sabiduría y fortaleza;

nos libera del temor y de la ley,

nos da la fuerza y la vida.

Ven, Espíritu, ven:

ilumina las sombras de nuestra oscuridad.

Ven, Espíritu, ven:

fortalece los pasos de nuestro caminar.

Ven, Espíritu, ven:

ven y rompe los yugos de nuestra esclavitud.

El Espíritu que envía el Señor

es amor, sabiduría y fortaleza;

nos libera del temor y de la ley,

nos da la fuerza y la vida.

Como María para ser madre recibió la fuerza del Espíritu Santo. AMÉN