Hay en nuestra psicología algo que forma parte de la lógica, referente a que todos imaginamos, que el bueno es querido por Dios y por las personas que le rodean.

Imaginamos que estas personas sanas, inteligentes, trabajadoras, buenas son personas a las cuales les quieren los que le rodean pero a la vez, por lo menos a la mayoría de nosotros, somos conscientes de que no somos ni tan buenos, ni tan sanos, ni tan inteligentes.

Entonces inevitablemente, tarde o temprano (porque forma parte del instinto) sobreviene una crisis, por la sensación de que no vas a dar la medida que esperan los demás de ti: Dios, tu familia, tus amigo, tu empresa... tu mismo tienes tu propia medida de lo que esperas de ti.

"No tiene nada que ver mi amor por ti con lo que tu crees que es el amor que los demás te tienen, yo no te quiero porque seas fuerte, yo no te quiero porque seas listo, santo, porque rindas, porque tengas capacidad de trabajo, yo te quiero por Ti". Y esto tiene mucho que ver con la experiencia espiritual de nuestra relación con Dios, porque el Señor cada día, muchas ves por día te dice:

"Tienes la medida que tienes por lo que seas: en salud, en edad, en inteligencia, en trabajo, en santidad; tienes la medida que tienes." "Aunque tuvieras menos, aunque no tuvieras nada...Yo te quiero".

Esta es nuestra esperanza, y en época cuando estamos preparándonos para encontrarnos con un Dios que viene necesitando todo de ti y no te va a ofrecer nada más que lo que el Es... Amor.

"Yo te quiero a Ti, tal como tu eres, cada día; porque eres distinto de ayer y distinto de como serás mañana". En este tiempo de preparación para el encuentro con este Dios niño, con este Dios crucificado (Adviento - Cuaresma) lo único que te puede decir es esto:

"Y esto que voy hacer, esto que vas a contemplar, esto que hice, esto que renuevo, no lo hago por el hombre brillante, inteligente, santo, perfecto que todos amarían, lo hago por Ti“. "Yo te quiero a Ti, aunque fueras mucho peor de lo que crees ser, aunque no tuvieras, estudios, aunque fueras un vago, un alcohólico, Yo te quiero a Ti."

"Date cuenta Tú, lo mucho que te conoces, que te quiero".

Y la sinceridad es decir no tengo porque simular ser otra persona, porque aquel que me quiere, me quiere como soy... que tranquilidad. Esa es la experiencia que tenemos que hacer y de ahí nace la humildad, la sinceridad. La humildad es decir: Señor, gracias, porque no merezco tu cariño.

Por lo tanto, preparemos el alma para el encuentro con este Dios que viene a decirte esto: “El mejor regalo que te voy a dar es mi Amor por ti, tal como Tu eres”.

P. Santiago Martín FM Homilía del Lunes 10 de Diciembre de Hemos escuchado a Isaías decir, que florecerá el desierto y es que tu alma muchas veces es un desierto y es Jesús quien es capaz de hacer que florezca el desierto de tu alma.

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