La literatura y la vida de la gente a través del tiempo.

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Transcripción de la presentación:

La literatura y la vida de la gente a través del tiempo. La literatura épica feudal española y su marco histórico. Lectura, análisis y discusión de fragmentos del Cantar del Mío Cid.

Las obras literarias surgen como resultado de la inquietud del hombre por expresar sus pensamientos, sentimientos e impresiones a través de la palabra, de una manera artística.

A cada autor le corresponde un contexto determinado, con ciertas circunstancias –ubicación espacial y temporal, factores históricos, gustos y preferencias más aceptadas entre otras- que, por ende, se plasman en su obra. Así, mediante la literatura es posible acercarse a diversos aspectos de la vida y el sentir de una época específica: las condiciones históricas y sociales, las costumbres, la ideología y los valores predominantes. Por consiguiente, las obras literarias se convierten en un valioso testimonio de su tiempo.

En esta ocasión conocerás una obra que captó el espíritu del pueblo español en un capítulo importante de su historia: el Cantar de Mio Cid. (Conseguir fotos de España en esa época)

Lee con atención el texto siguiente:

La España del Cid Edad Media es el nombre que se da al periodo histórico europeo que se inicia con la caída del Imperio Romano de Occidente, en poder de los turcos mahometanos (1453). A este periodo también se le denomina feudalismo, en virtud de que los reinos se dividían en feudos, de cuya administración, producción y participación militar debía responder un vasallo del rey: el señor feudal. Este personaje recibía generalmente, junto con la propiedad que debía cuidar, un titulo nobiliario que le daba poder ante los ejércitos y los demás vasallos menores. Los hijos del noble heredaban el título, que también se podía adquirir por medio del matrimonio, o en heroicas batallas.

Antes de que el Imperio Romano fuese dividido, había surgido dentro de sus límites una nueva región, el cristianismo, que terminó por difundirse en toda Europa. Después de la caída de Roma y la división del Imperio en reinos, el cristianismo se conservó como religión oficial. Sin embargo, hacia el siglo VIII llegaron a España los árabes y trajeron consigo el islamismo, creencia religiosa surgida, curiosamente, de las mismas raíces del cristianismo. Desde entonces, y durante ocho siglos, cristianos y árabes se enfrascaron en sangrientas batallas. Fueron estas las guerras de la Reconquista, en las cuales los cristianos buscaban recuperar la tierra ocupada por los invasores, pero también derrotar a los infieles.

Durante esos diez siglos, la vida social, cultural, política y religiosa se reestructuró poco a poco: los antiguos valores se fusionaron con los nuevos, hasta llegar a la creación del hombre feudal, que se conducía de acuerdo con tres fuerzas superiores: la religión (su Dios), la Corona (su rey, su señor) y el amor (su dama).

Hacia el siglo XI, España estaba dividida en varios reinos: los de Galicia, Navarra, León, Aragón, Cataluña y Castilla. Había también reinos árabes como Granada, Valencia y Sevilla, entre otros. Eran los castellanos los más incansables enemigos de los árabes; fueron ellos quienes dominaron paulatinamente a los demás reinos cristianos. Por tanto, el de Castilla llegó a ser, con el tiempo, el pueblo protagonista de la evolución lingüística del latín a la lengua romance que posteriormente llegó a América: el castellano.

La literatura medieval. Durante la Edad Media, la Iglesia católica tuvo cada vez mayor importancia y fuerza. Tanto, que constituyó el centro de la vida moral, política, social y cultural del hombre. En cada catedral, en cada abadía, era indispensable una biblioteca. La educación, tal como se concibe actualmente, era privilegio de frailes y monjes. Así que sólo el clero, la gente de la Iglesia, tenía acceso a los libros. Ni siquiera los reyes o los nobles sabían leer, salvo excepciones como la del rey español Alfonso X, llamado el Sabio. La nobleza tenía, generalmente, un arcipreste o un escribano a su servicio. Educados en conventos y seminarios, estos secretarios feudales funcionaban, además, como consejeros reales y como enlaces entre la vida política y la Iglesia.

Frailes y arciprestes escribieron versos religiosos, y vidas y milagros de santos. Su obra literaria se conoce como mester de clerecía.

Fuera de las iglesias, en los campos de batalla y en las plazas públicas, se contaban otras historias. Los juglares, hombres cuyo oficio era divertir y entretener, narraban a quien deseara oírlos los cantares de gesta, largos relatos anónimos en verso, de estructura irregular, en los cuales se cantaban las hazañas de los héroes nacionales, como los siente infantes de Lara, el conde Fernán González y el propio Cid Campeador. En esto consistió el mester de juglaría u oficio de juglares.

El cantar de Mio Cid

Probablemente fue escrito por un juglar poeta que pertenecía a los ejércitos del Cid. De todos los cantares de gesta, es el más apegado a la realidad histórica. Rodrigo Díaz de Vivar, llamado el Cid Campeador, protagonista del poema, fue primero alférez del rey Sancho II; a la muerte de su señor, pasó a las huestes de Alfonso VI, hermano del rey difunto.

El Poema o el Cantar de Mio Cid pasó por lo menos por tres etapas, o versiones; la primera, hecha por un contemporáneo del Cid, en la que se describen actos en la vida del héroe castellano con una gran preocupación histórica; la segunda, hacia el año 1140, en la que se agregan situaciones menos históricas, y la tercera, de principios del siglo XIV, realizada por Per Abbat. En esta última copia, sin embargo, el lenguaje se conserva como en su origen: es la lengua castellana del siglo XI.

El Poema de Mio Cid se divide en tres partes o cantares: El destierro del Cid. Alfonso VI destierra injustamente al Campeador. Acompañado de sus fieles y valientes soldados, deposita a su mujer y a sus dos hijas en el monasterio de San Pedro de Cardeña, y parte a la conquista de Valencia para su rey Alfonso. Después de cada batalla, envía ricos presentes a su señor, lo que finalmente lo conduce a la reconciliación con el soberano.

Las bodas de las hijas del Cid Las bodas de las hijas del Cid. El rey casa a las hijas del Campeador, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Carrión. Los festejos duran quince días. Un poco antes de las bodas, el rey de Marruecos sitia Valencia, pero es derrotado por el Cid y sus hombres. En esta batalla gana el Cid uno de sus botines más preciados: el caballo Babieca.

La afrenta de Corpes. Se inicia con la huida de un león La afrenta de Corpes. Se inicia con la huida de un león. Quienes ven a la fiera escapada de su jaula, huyen aterrorizados. El Cid, que se hallaba dormido, despierta y domina de inmediato al animal. Es ésta la primera muestra de cobardía de sus yernos. El rey Búcar pone sitio a Valencia. El Cid lo reta a duelo y, al descubrir que pretende escapar, lo alcanza y lo mata con su espada “Colada”. Gana en esta batalla su segunda espada: “Tizón” (o Tizona”). Los infantes de Carrión, para vengar las burlas de los hombres del Cid, quienes se han dado cuenta de su naturaleza cobarde, deciden desquitarse en lo que el Cid más ama: sus hijas.

Las llevan al robledal de Corpes, las desnudan y atan a unos troncos y las golpean. Son rescatadas por Félix Muñoz. El Campeador pide justicia al rey. La afrenta se limpia, primero, con unos duelos ante la presencia del rey; después con las nuevas bodas de las hijas del Cid, ahora con los infantes de Navarra y Aragón. Para finalizar, se da noticia de la muerte del Cid.

El siguiente texto es un fragmento de la versión más antigua del Poema del Cid. Ello quiere decir que no sólo está escrito en castellano antiguo, sino que tiene la forma de verso. Aquí está tal como se escribió en 1140. Léelo con atención.

Merced, señor Alfonso, -por amor del Criador! Besávavos las manos –mio Cid lidiador, los piedes y las manos, -commo a tan buen señor, quel ayades merced –sí vos vala el Criador! Echástesles de tierra, -non ha la vuestra amor: Moguer en tierra agena, -él bien faze lo so: Ganada a Xéica –e a Onda por nombre, priso a Almenar –e adelant Castejón, e Peña Cadiella, -que es una peña fuort; con aquestas todas –de Valencia es señor, obispo fizo de su mano –el buen Campeador, e fizo cinco lides campales –e todas las arrancó.

Lo que quiere decir: -¡Merced, señor don Alfonso, por amor de Dios! El Cid, ese gran guerrero, os besaba las manos, os besaba manos y pies, como corresponde a tan buen señor, y os pedía –así os premie Dios- que le hagáis merced. Vos lo desterrasteis, le privasteis de vuestro amor; allá, aunque en tierra extraña, él se las arregla no muy mal: ha ganado a Jérica y a la llamada Onda; ha tomado Almenara y Murviedro, que todavía es mejor; lo mismo hizo Puig, con Castellón de la Plana y con y con Benicadell, que es una peña muy fuerte; y, en fin, ya es señor de Valencia, donde ha creado por su mano un obispo y se ha batido en cinco lides campales, triunfando en todas.