En 1865, D.Rúa encuentra en Turín a D. Bosco, enfermo y sobrecargado de trabajo. La casa de Valdocco, cuenta con cerca de setecientos alumnos, y su espíritu a venido a menos.

Con un tacto notorio, D. Rúa toma paso a paso los malos hábitos y restaura la disciplina en el Instituto.

Pero en julio de1868, la incesante actividad de D. Rúa vence sus fuerzas: una peritonitis fulminante lo obliga a estar en cama.

Los médicos le dan solamente unas horas de vida. Viendo sobre una mesa el óleo santo para la administración de la Unción de los enfermos D. Bosco dice: «Escúchame bien, D. Rúa, te aseguro que no morirás, ni porque te votaras por la ventana». En efecto, pocos días después, a pesar de los pronósticos de la ciencia, el enfermo está fuera de peligro.

Después de la convalecencia, D. Rúa, retoma a mitad o aún más las preocupaciones de D. Bosco.

. Afronta los innumerables trabajos gracias a su mente ordenada y metódica, al dominio de los nervios, a la memoria prodigiosa, al gusto por el trabajo, a la capacidad que tiene de hacerse ayudar, pero sobre todo porque ama a D. Bosco y le quiere ayudar.

Se ejercita por hacer de la jornada una oración continua. Quiere transformar en oración el trabajo,las preocupaciones, el cansancio de cada día. Su acción se desarrolla bajo la mirada de Dios y de María

Todavía, poco a poco, el celo de D. Rúa por la observancia y la disciplina terminan con cansar el corazón de los muchachos. Se hace temer más que amar. Un axioma está en boga en la casa: «Mejor un no» de D. Bosco que un «sì» de D. Rúa».

D. Bosco le quita la responsabilidad de prefecto de disciplina y lo tiene consigo en un horario completo. Todo entre ellos es común, hasta el carisma de hacer milagros.

En efecto, un díarno, una madre una madre de familia desconsolada lleva a Don Bosco a su hijo, desahuciado por los médicos y que parece tener solo unos pocos días de vida. El Santo, cargado de trabajos, pide a D. Rúa que le de la bendición de María Auxiliadora al pequeño. El niño se curó inmediatamente.

Pero, aunque los dos sacerdotes son íntimos, cada uno conserva su propia personalidad. En la gestión de los quehaceres, surgen algunas discuciones: D. Bosco se muestra absolutamente concentrado en la obra del día, audaz al máximo; D.Rúa, calculador, busca de reducir al máximo el margen de imprevistos.

En 1884, el estado de salud de D. Bosco hace nacer vivas aprehensiones El Papa Leone XIII le hace pedir discretamente de proveer a su propia sucesión. El 24 de septiembre de 1885, el fundador nombra a D. Rúa para sucederle.

Ayer, el hombre de la disciplina de la proverbial severidad, el nuevo Superior resulta más acogedor, su voz asume un tono de dulzura, una sonrisa buena que hace resplandecer su rostro. El 31 de enero de 1888, D. Bosco exala el último suspiro

D. Rúa escribe: “Nuestra alma solo se puede consolar pensando en Dios, infinitamente bueno, que no hace nada que no sea infinitamente justo y sabio”

La tarde de aquel mismo día, cuando todos habían dejado la Iglesita en la cual estaba expuesto el difunto sentado sobre una poltrona, D. Rúa permanece dos horas en oración delante de él. Cuando se levanta, su alma está llena de una nueva fuerza, para asumir las difíciles tareas que lo esperan.

Algún tiempo después, fue recibido en audiencia por el Papa León XIII, que le dice: «Todavía siento a D. Bosco repetir, pocas horas antes de su muerte: «El Papa, el Papa, los Salesianos militan en favor de la Iglesia y la defensa de la autoridad del Papa, por todas partes y siempre»».

A fines de 1889 se reemprenden las fundaciones y se multiplican en todo el mundo

«Salvar la propia alma, es todo, es todo!»