Estar en silencio es simplemente acoger el don de una Presencia, escuchar contemplando a Alguien que nos habla con lenguaje de eternidad.
Estar junto a ti, María, ahí, donde estás tú. No decir nada, cantar sólo porque el corazón está lleno… Madre de Jesucristo, yo no vengo a orar. No tengo nada que ofrecerte y nada que preguntarte. Madre, vengo solamente a contemplarte.
Essere insieme con te, Maria, qui, dove sei tu. Non dire nulla, cantare, solo perché il cuore è troppo pieno… Porque tú eres bella, porque eres la Madre de Jesucristo… Porque tú eres la mujer, cuya mirada va directo al corazón y hace brotar las lágrimas contenidas.
Intimidad de amor, de comunión profunda de ser inefable. He aquí el momento maravilloso en el que se unen el cielo y la tierra, en el silencio, sin clamor.
Es el silencio de María. Silencio que se irradia en cada corazón, como un buen perfume o como un eco del canto que llega desde la otra orilla.
El que posee la Palabra del Señor puede escuchar también su silencio. Él con su Palabra obra en nosotros, con su silencio hará que nos conozcamos. ( S. Ignacio de Antioquía ).
El Señor nos conceda como a María, el silencio y la atención del amor, la capacidad de acoger la Palabra, y la fuerza que viene del silencio para poner todo nuestro ser al servicio de la Palabra de vida. El Señor nos conceda como a María, aquel silencio que es el eco de su Palabra, y que debe llenar todo el espacio de nuestro ser libre, de nuestro yo.
Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea, pues todo un Dios sea recrea en tan graciosa belleza a ti celestial princesa, ¡oh Virgen sagrada maría!, yo te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con amor, no me dejes Madre mía