De pronto una lluvia silenciosa se extiende por todo el recinto; lluvia de fuego, que ilumina sin quemar, que brilla sin consumirse. Copos encendidos, en forma lenguas de fuego, se posan sobre la cabeza de cada uno.

Ahora que el mundo fue entregado al Espíritu Santo, es necesario que el fuego se mantenga y el incendio no se apagará jamás. ¿Por qué esa forma de lenguas? Porque la palabra será el medio por el cual se propagará el incendio divino. “Vayan, enseñen a todas las naciones.”

Sus discípulos solo tendrán que hablar del Hijo de Dios hecho hombre y redentor de todos, del Espíritu Santo que renueva las almas, del Padre celestial que los ama y los adopta; su palabra será recibida por muchos. Todos aquellos que la hayan recibido estarán dentro de una misma fe y en una misma Iglesia. ¡Oh Pentecostés! Día sagrado de nuestro nacimiento, tú abres con gloria la serie de siglos que debe recorrer en este mundo la Esposa del ¡Emmanuel!.

¡Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor !

En nosotros, el obstáculo al bien, es el orgullo. Es el orgullo lo que nos lleva a resistirnos a Dios, a poner el fin en nosotros mismos, en una palabra, a perdernos. Solo la humildad puede salvarnos de un peligro tan grande. ¿Quién nos dará la humildad? El Espíritu Santo, esparciendo en nosotros el Don del Temor a Dios.

El Espíritu Santo infunde en el hombre el Don de Piedad, inspirándolo para un regreso filial hacia su creador. El Don de Piedad es esparcido en nuestras almas por el Espíritu Santo para combatir el egoísmo. El alma iniciada en el Don de Piedad desea constantemente la gloria de Dios.

Por este Don precioso, la verdad aparece ante los ojos del alma; ella conoce lo que Dios le pide. El Espíritu Santo hace que esta virtud produzca rayos muy intensos para disipar todas nuestras tinieblas. Vemos cada cosa en su buen día.

Es ahora cuando el Espíritu Santo establece en nosotros un principio del cual podamos tomar la energía que nos mantendrá en el camino que Él nos ha mostrado. La ayuda que el divino Espíritu nos comunica es el Don de Fortaleza

Es necesario que escuchemos la voz del Espíritu Santo, y es por el Don de Consejo que esta voz llega hasta nosotros. Este Don precioso se aplica en toda nuestra vida; pues es necesario para inclinarnos por una elección o por otra.

La luz otorgada por el Don del Entendimiento alegra fuertemente el alma, dirige su sentido hacia la verdad. El Don del Entendimiento es entonces, iluminación. “Prueben y sientan que el Señor está lleno de dulzura”

La Sabiduría es la unión. La unión con el Bien supremo se cumple por la voluntad.

A todos aquellos que tienen fe y que confían en Ti, ¡Oh Espíritu Santo, dadles los siete dones sagrados! Ubica al hombre en su lugar, por la humildad. Abre su corazón a los afectos divinos Lo hace encontrar la vía de la salvación lo arma para el combate dirige sus pensamientos y sus obras Esclarecimiento del Espíritu es unión.

¡Oh luz bienaventurada, ven a llenar hasta lo más íntimo el corazón de todos los fieles! Limpia lo impuro, riega lo que está seco, cura lo que está herido. Calienta lo que está frío, acomoda lo que está alterado.

Consuelo soberano, dulce refugio de nuestras almas, suave frescura.

V e n, E s p í r i t u S a n t o, e n v í a d e s d e l o a l t o d e l c i e l o u n r a y o d e t u l u z.

L a E d a d M e d i a d i o a l a f e s t i v i d a d d e P e n t e c o s t é s e l h e r m o s o n o m b r e d e : “ P a s c u a d e r o s a s ”

El color bermellón de la rosa y su perfume, nos recuerdan las lenguas encendidas que descendieron en el Cenáculo. La santa Liturgia eligió el color rojo debido al Santo Sacrificio.