¡ ! CENTRO DE EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS

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Transcripción de la presentación:

¡ BIENVENID@S ! CENTRO DE EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MANIZALES

JESÚS Y LOS ENFERMOS

OBJETIVOS Acercarnos a Jesús de Nazaret para aprender de Él sus actitudes para con los enfermos Aprender a dinamizar nuestro trabajo pastoral según el ejemplo de Jesús

Jesús, modelo de nuestra acción pastoral Al contemplar atentamente la vida de Jesús, sus palabras, sus gestos, la forma de afrontar el sufrimiento y la muerte, su trato y relación con las personas, especialmente con los enfermos, el agente de pastoral de salud podrá configurar su estilo de presencia junto al enfermo y desempeñar fielmente su misión en el nombre del Señor.

Actitud de Jesús ante el sufrimiento Jesús se conmueve profundamente ante el dolor humano (Mt 9,36; 14,14; 15,32) Jesús no ama el sufrimiento, ni lo busca, pero sabe aceptarlo cuando lo encuentra en su propia vida, y lo asume activamente como oportunidad para mostrar su amor y confianza total en el Padre (Lc 23,46) y su solidaridad incondicional con los hombres (Lc 23,34; Hb 2,18), identificándose así con todos los que sufren (Mt 25,35-40).

Los enfermos, campo privilegiado de la actuación de Jesús La curación de los enfermos es el signo y modelo de la acción liberadora y salvadora de Jesús (Mt 11,5), pues la enfermedad en tiempo de Jesús es vivida como una experiencia de abandono y desamparo, de máxima pobreza, de la maldición divina y de marginación social.

Jesús se acerca a los enfermos por amor A veces son los enfermos quienes salen al encuentro de Jesús (Mt 9,27), o son llevados por los familiares o amigos (Mc 2,4). En ocasiones es Él quien se acerca a ellos o los llama (Lc 13,12; 18,40-41), movido únicamente por su amor, no por interés proselitista (Mc 5,18-19), ni como un deber profesional, pues no es un médico. De Él se dirá que “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos” (Hch 10,38).

Jesús atiende a los enfermos en sus necesidades Jesús busca el encuentro personal con los enfermos: les acoge, les escucha, les infunde esperanza, los libera de su soledad, les ayuda a descubrir el amor de Dios y les concede el perdón y la reconciliación con Él. Jesús pone especial interés en romper la marginación en que se abandona a algunos enfermos, busca el contacto con ellos por encima de las normas (Mc 1,41) y los reintegra en la vida social (Lc 17,14)

Jesús cuenta con los enfermos Jesús estimula el protagonismo de los enfermos, no anula su iniciativa (Mt 20,32-34), y les ofrece la posibilidad de valerse por sí mismos (Jn 5,6-9). Jesús pone de relieve la fe del enfermo (Lc 18,35-43), acoge el deseo y la fe de los que le piden la curación (Mt 15,21-28). Jesús no sólo cura la enfermedad física, Él ofrece, junto con la curación corporal, la sanación interior, la liberación de las culpas y la reconciliación con Dios (Mc 2,5-12), les ayuda a reconocer las causas del mal (Jn 5,10-14) y les devuelve la paz.

Jesús dialoga con los alejados Su encuentro con la mujer Samaritana (Jn 4,5-30) refleja su actitud con los alejados y muestra los recursos que usa para llegar a ellos en un diálogo pastoral. La mujer experimenta, gracias a este encuentro, un proceso de cambio interior que la lleva a aceptar su historia personal y a convertirse ella misma en portadora de la Buena Nueva.

Jesús acompaña a las personas en crisis Su encuentro con los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35) es la muestra de su actitud con las personas que están en crisis. Jesús se acerca a ellos y se hace compañero de camino, se interesa por lo que les pasa, les escucha y sintoniza con su estado de ánimo, les enseña a leer desde la fe y la Escritura lo que está ocurriendo. El gesto de la acogida y la fracción del pan les lleva a recuperar su fe y el gozo interior. Jesús desaparece y los discípulos vuelven a la comunidad a compartir su vivencia.

Jesús nos enseña la relación con el prójimo que sufre Con la parábola del Buen Samaritano (Lc 10,29-37) nos enseña cuál debe ser nuestra actitud con el prójimo que sufre: no pasar de largo ante el sufrimiento, sino a compadecernos de la desgracia y a ofrecer, dentro de lo posible, una ayuda eficaz, poniendo en ella todo el corazón y ofreciéndose a sí mismo (Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, 28).

Jesús elige su grupo, lo forma y comparte con él su misión Jesús dedica una parte importante de su tiempo a formar a sus discípulos (Mt 10,1-4; Mc 3,13-19). Jesús los lleva con Él, confronta los intereses de ellos con los del Reino de Dios (Lc 22,24-30), manifiesta su inconformidad con ciertas formas de pensar de algunos del grupo (Mt 20,25-28). Jesús les envía a encontrarse con las personas y luego revisa su actuación (Mc 6,30-31; Lc 9,10); los anima ante los fracasos (Mt 5,11-12), les enseña a vivir las contradicciones y los momentos difíciles en fidelidad al Reino de Dios.

Jesús sigue hoy presente junto al enfermo Por medio de su Espíritu, Jesús sigue estando presente junto a cada enfermo como un compañero de camino que comparte su situación, da sentido y contenido a su existir, infunde aliento, coraje y paciencia, es consuelo en la angustia, ofrece la sanación integral y posibilita el vivir la existencia de una forma nueva.

DIÁLOGO Describir las actitudes de Jesús para con los enfermos Estas actitudes de Jesús ¿cómo iluminan mi trabajo pastoral?

Las curaciones están dirigidas a dar gloria a Dios, son manifestaciones de la llegada del tiempo mesiánico: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” Jesús responde mostrando los signos que ha realizado (Mt 11,3s). La curación física está dirigida a una curación total.

La enfermedad lleva al aislamiento, Jesús mismo espera ser acompañado en el enfermo (Mt 25,36). Jesús da el poder de curación a sus discípulos (Mc 6: los discípulos imponían las manos). En Mc 6,12-13 hay ya una referencia a la unción con óleo, y de esto se puede deducir que ya existía una tradición o práctica general, que encontraremos con más claridad en St 5,14 como práctica de la comunidad de los cristianos.

EL MISTERIO DEL DOLOR

El sufrimiento y el dolor acompañan El sufrimiento y el dolor acompañan a la humanidad siempre y en todas partes, por eso es necesario meditar en ellos a la luz del Evangelio.

Cristo Jesús sufre como hombre y lleva este sufrimiento hasta el extremo de dar su vida por la salvación de todos. “Salvación significa liberación del mal… Esta liberación es realizada por el Hijo Unigénito mediante su propio sufrimiento…” (Juan Pablo II, Carta Apostólica “Salvifici Doloris”, no. 21).

Así, el sufrimiento, que es consecuencia del pecado, se convierte en instrumento para vencer al mismo pecado. “Él cargó con nuestros pecados llevándolos en su cuerpo hasta el madero, para que, muertos al pecado, vivamos para siempre. Sus heridas nos han curado” (1Pe 2,24)

“Los Evangelios dan gran relieve a los misterios del dolor de Cristo “Los Evangelios dan gran relieve a los misterios del dolor de Cristo. La piedad cristiana, especialmente en la Cuaresma, con la práctica del Via Crucis, se ha detenido siempre sobre cada uno de los momentos de la Pasión, intuyendo que ellos son el culmen de la Revelación del amor y la fuente de nuestra salvación”. (Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, no. 22)

El itinerario meditativo se abre. con Getsemaní, donde Cristo vive El itinerario meditativo se abre con Getsemaní, donde Cristo vive un momento particularmente angustioso frente a la voluntad del Padre, contra la cual la debilidad de la carne se sentiría inclinada a rebelarse. Allí Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de la humanidad y frente a todos los pecados de los hombres para decirle al Padre: ‘no se haga mi voluntad sino la tuya’ (Lc 22,42). Este ‘sí’ suyo cambió el ‘no’ de los progenitores en el Edén”. (Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, no. 22)

“Y cuánto le costaría esta adhesión a la voluntad del Padre se muestra en los misterios siguientes, en los que, con la flagelación, la coronación de espinas, la subida al Calvario y la muerte en Cruz, se ve sumido en la mayor ignominia: “¡Ecce homo!” (Jn 19,5) . (Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, no. 22)

“En este oprobio no sólo se revela “En este oprobio no sólo se revela el amor de Dios, sino el sentido mismo del hombre. ‘Ecce homo’: quien quiera conocer al hombre, ha de saber descubrir su sentido, su raíz y su cumplimiento en Cristo, Dios que se humilla por amor ‘hasta la muerte y muerte de Cruz’” (Flp 2,8). (Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, no. 22)

“Los misterios de dolor. llevan. al creyente “Los misterios de dolor llevan al creyente a revivir la muerte de Jesús poniéndose al pie de la Cruz junto a María, para penetrar con ella en la inmensidad del amor de Dios al hombre y sentir toda su fuerza regeneradora”. (Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, no. 22)

Es la luz del Evangelio” . El sufrimiento de Cristo nos permite comprender el valor del sufrimiento humano y nos hace capaces de enfrentarlo durante toda nuestra vida: “Aunque su victoria sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo con su Cruz y resurrección, no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana, ni libera del sufrimiento toda la dimensión histórica de la existencia humana, sin embargo… proyecta una luz nueva, que es la luz de la salvación. Es la luz del Evangelio” . (Juan Pablo II, Carta Apostólica Salvifici Doloris, no. 15)

El sufrimiento humano, iluminado por el sufrimiento de Cristo, es una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual. Prueba de esto es el testimonio de tantos santos y mártires desde los primeros días de la Iglesia hasta hoy, fieles a las palabras de Cristo: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden quitar la vida” (Mt 10,28).

En el sufrimiento está contenida una particular llamada En el sufrimiento está contenida una particular llamada a la virtud de la perseverancia al soportar lo que molesta y hace daño. La perseverancia hace brotar la esperanza, que mantiene en el creyente la convicción de que el sufrimiento no prevalecerá sobre él (Rom 8,17; 1Pe 4,13).

A medida que el ser humano toma su Cruz, uniéndose espiritualmente a la Cruz de Cristo, se revela ante Él el sentido cristiano del sufrimiento, que no se descubre a nivel humano, sino sólo desde la fe. De esta manera, el hombre encuentra en el sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual (Col 1,24).

La Cruz es el abrazo del amor de Cristo para toda la humanidad: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). La palabra última y definitiva en la vida humana no la tiene el dolor, ni la enfermedad, ni la muerte; la tiene Dios Padre, que resucitó a su Hijo Jesucristo de entre los muertos.