CAMINAR EN LA CONFIANZA DE LA FE El abandono en el amor del Padre como camino de libertad

APRENDIENDO A CAMINAR EN LA CONFIANZA DE LA FE Bajo la palabra desconfianza, se ocultan muchos sentimientos de la experiencia cotidiana: todos los miedos y temores, los miedos a los otros, a ser marginados, olvidados, agredidos, a quedarse solos, pisoteados; el miedo a que alguien más astuto se adueñe de la vida… Miedos Soledad Angustia

También, en una perspectiva más amplia, en la desconfianza se esconde el miedo al futuro, que en unos es miedo de vivir, en otros el miedo a morir, y en otros el miedo a dar la vida.

La desconfianza se apoya sobre una persistente sensación de lejanía y de amenaza por parte de los otros y, también, - aunque, habitualmente no dicha- de Dios. Se la reconoce sobre todo cuando se vive alguna experiencia de desamor, que desencadena una amarga secuela de inseguridad vital.

Los síntomas de la desconfianza son múltiples: la angustia, la somatización enfermiza, el culto al cuerpo, el aislamiento, la exclusión y el rechazo, el horror a la muerte, el fracaso y también la decepción que sobreviene después de un éxito; el tedio de la vida, el sin sentido de los objetivos de la vida

Resumiendo… el desconfiado es un ser que se siente sólo y amenazado, sin reconocer que esa experiencia esconde una gran mentira…

En Don Quijote de la Mancha hay una escena en la que Sancho Panza se pasa toda una noche agarrado con angustia al marco de una ventana porque teme, si se suelta, caer al vacío y matarse. Cuando llega la luz del día, descubre que sus pies están colgados a una distancia de tres centímetros del suelo…

Confiar siempre en Dios Cuando los autores bíblicos narran una escena en la que Dios se pone en contacto con alguien, las primeras palabras que le dirige son siempre: “No temas”.

La barrera del miedo es el principal obstáculo para el encuentro. Sólo si ese hombre o esa mujer se deciden a dejar de defenderse de la presencia de Dios, puede comenzar a darse la comunicación.

Pero la desconfianza del hombre no es sólo con respecto a Dios. Es también respecto del mundo, como inseguridad mutua que vicia las relaciones humanas. Para sanar el corazón humano, desconfiado y temeroso, Dios elige la vía del acercamiento silencioso, del diálogo, de la cercanía, del perdón…

“ Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no vacila, está asentado para siempre. A Jerusalén la rodean las montañas, a su pueblo lo rodea el Señor” (Salmo 125,1-2)

“Confiad en el Señor por siempre, porque en el Señor tenéis una Roca eterna...” (Is 26,4-5)

En cambio, quien vacila en su confianza en Dios siente que la tierra se hunde debajo de sus pies: “!Ay de los que abandonan al Dios de su salvación y no piensan en la roca de su refugio!” (Is 17,10)

Pero la repetida fórmula “no temas”, y su correspondiente “confiaré y no temeré”, va acompañada de una serie de llamados de Dios que se presenta como el que puede liberar de la desconfianza y del miedo:

- Reconocer siempre su presencia y contar en todo con Él (Jer 1,1-8). - Invocarle como el “Dios-con nosotros” (Is 7,14), descansando en Él. - Fiarse de Dios antes de percibir los signos de su poder (Jue 7,9-15). - Aceptar los medios débiles que Él ofrece (la fe de María)

Conquistar la confianza La confianza es un sentimiento- convencimiento (una convicción) que tiene que adueñarse progresivamente de la persona. Nunca desde las prisas o el acoso. Surge como las semillas, de dentro hacia afuera, desde lo más íntimo de la persona.

La confianza nace cuando se siente acogida, respetada, comprendida y animada. Crece con la comunicación frecuente, con gestos amistosos de simpatía y de cordialidad, y, sobre todo, cuando la confianza es correspondida con confianza…

Se afianza y purifica en los momentos de crisis. Madura con los sacrificios y las renuncias. Es tanto más profunda y firme cuanto más estable es. Se debilita y pierde consistencia con la incomunicación, las reservas y las dudas. Puede perderse y morir por el distanciamiento, la decepción y las imprudencias.

La confianza de la fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»

Caminar en la confianza de la fe es caminar apoyados en que Él nos amó primero… …nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios manifestado en el Señor Jesús

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras. Por todo lo que hagas de mi, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que Tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío. Pongo mi alma entre Tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el ardor de mi corazón porque te amo, y es para mi una necesidad de amor el darme, el entregarme entre tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre (Carlos de Foucauld)