¿ESCÁNDALOS EN LA IGLESIA CRISTIANA?

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Transcripción de la presentación:

¿ESCÁNDALOS EN LA IGLESIA CRISTIANA? La disciplina bíblica una parte de la doctrina que ha sido dejada de lado Pastor Jesiel Carvajal V.

ASUNTOS INTRODUCTORIOS La negación de la disciplina en la iglesia es tal vez la falla más visible de la iglesia contemporánea. Al no tener interés en conservar la pureza doctrinal y en el estilo de vida, la iglesia contemporánea se ve a sí misma como una asociación voluntaria de miembros autónomos, que deben una mínima obligación moral hacia Dios, y mucho menos unos para con los otros. La ausencia de la disciplina en la iglesia ya no es un asunto que se considere importante, aún más, generalmente ni se menciona. La disciplina regulativa y restauradora de la iglesia es, para muchos miembros de las iglesias, un asunto olvidado, por no decir desconocido. La presente generación tanto de ministros como de miembros de la iglesia virtualmente no tiene ninguna experiencia en cuanto a la práctica de la disciplina. Los “evangélicos” antiguos reconocían la disciplina como la “tercera marca” de una iglesia auténtica. La disciplina auténtica y bíblica no es una cuestión opcional, sino una marca necesaria e integral para el Cristianismo auténtico.

ASUNTOS INTRODUCTORIOS Para el cristianismo del siglo XIX una iglesia donde no se ejercía la disciplina no era considerada iglesia. Al iniciar el siglo XX, sin embargo, ya la disciplina de la iglesia estaba en franca decadencia. Fue el momento en que llegó la “Ilustración” y la crítica de la Biblia y de las doctrinas ortodoxas se esparció ampliamente. Hasta las denominaciones más conservadoras empezaron a mostrar evidencia del descuido en la atención a la teología ortodoxa. Al mismo tiempo, la cultura general se comenzó a adoptar una clase de moral que era individualista y autónoma. Este gran cambio en la forma de vida de las iglesias fue seguido por las tremendas transformaciones culturales de inicios del siglo 20 – una era del pensamiento “progresivo” y la liberalización de la moral. Ya para los años 1960, solo una minoría de iglesias pretendía si acaso practicar el principio regulativo de la disciplina. De manera significativa, se pudo notar que cuando se abandonó la disciplina moral también se fue abandonando la responsabilidad de ser confesional, es decir, de mantener la pureza doctrinal. ¿Y ahora en el siglo XXI? Los miembros de las iglesias ya no pecan sino que – “toman malas decisiones”, “no logran el nivel que les exige esta cultura opresora”, o bien “no se han podido auto- realizar”, pero como se dijo, ya no pecan.

DISCIPLINA BÍBLICA Y POSMODERNISMO Los individuos reclaman para sí mismos una enorme zona de privacidad y autonomía moral y personal. La congregación – redefinida ahora como una mera asociación voluntaria – no tiene derecho a invadir este espacio. Muchas congregaciones han luchado por quitarse la responsabilidad de confrontar hasta los más públicos pecados de sus miembros. Consumidos por los métodos pragmáticos para lograr crecimiento en la iglesia y por la “ingeniería congregacional”, la mayoría de las iglesias dejan los asuntos de nivel moral en el dominio de la conciencia individual de cada miembro. El reduccionismo naturalista nos ha llevado a reducir los pecados individuales, considerándolos simples consecuencias de las influencias sociales, de manera que ya los individuos no son responsables. El hedonismo narcisista ha imposibilitado cualquier plática con respecto a la confesión de pecado por tratarse de una acción para nada gratificante y disfuncional de la conducta. El individualismo autónomo ha logrado que haya un divorcio entre el pecado y el deber hacia la comunidad. El relativismo absoluto ha considerado los valores morales como una cuestión tan ambigua que no hay forma de medir si algo puede considerarse malo o no. Entonces, la era moderna, que se caracteriza por una mezcla de estas cuatro corrientes ideológicas, se ha encargado de erradicar la confesión, y hacerla parecer como algo vergonzoso dentro de las iglesias que están bien acomodadas al sistema moderno

LA SANTIDAD EN EL PUEBLO DE DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO A través de la Biblia, el pueblo de Dios se caracterizó por un distintivo de pureza. Esta pureza moral no es obra de su propia creación, sino que es la obra de Dios en medio de ellos. Como dijo el Señor a los hijos de Israel: “Yo soy Jehová tu Dios. Consagraos para ser santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44a) Al haber sido escogidos por un Dios Santo, para ser un pueblo que llevara Su nombre, el pueblo escogido de Dios debe reflejar Su santidad por medio de una forma de vida, por la forma de adoración, por su compromiso de servicio, por su forma de relacionarse con otr@s y por sus creencias. El pueblo de Dios debe reflejar en toda su forma de vida los valores del Reino de Dios. Se le recuerda a la nación que a partir de ese momento debe ser conocida por el nombre de Dios y que debe reflejar Su santidad. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios, Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deuteronomio 7:6). Dios prometió fidelidad en Su pacto pero esperaba que ellos obedecieran Su Palabra y siguieran Su ley. El sistema judicial de Israel estaba diseñado en gran medida para proteger la pureza de la nación.

LA SANTIDAD EN EL PUEBLO DE DIOS DEL NUEVO TESTAMENTO En el Nuevo Testamento, la iglesia también se describe como el pueblo de Dios, los cuales son visibles al mundo por medio de su vida de pureza y por la integridad de su testimonio. Como Pedro instruyó a la iglesia: “Mas vosotros sois pueblo escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las riquezas del que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Antes no erais pueblo, mas ahora sois pueblo de Dios; antes no habíais alcanzado misericordia, mas ahora habéis alcanzado misericordia” (I Pedro 2:9-10) Pedro continuó: “Amados hermanos, os ruego como a extranjeros y peregrinos que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”. (I Pedro 2:11-12)

LAS DIMENSIONES DE LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA La primera dimensión de la disciplina en la iglesia es aquella que ejerce Dios directamente cuando trata con cada creyente (Hebreos 12:5-11) Dios ejerce su amorosa disciplina sobre Su pueblo, porque es Su derecho soberano y lo hace por causa de su carácter moral – por Su propia santidad. Su disciplina paternal establece además la autoridad y el patrón de la disciplina de la iglesia. La corrección tiene el propósito grandioso de restaurar y el propósito aún más alto de reflejar la santidad de Dios. La segunda dimensión de la disciplina consiste en que esta responsabilidad ha sido encomendada a la iglesia misma. Así como Dios disciplina amorosamente a los que Él ama, la iglesia debe ejercitar la disciplina como parte integral de su responsabilidad moral y teológica, porque las iglesias pueden perder su reputación, lo cual se puede comprobar en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo confrontó a la congregación de Corinto con respecto a un espantoso caso de inmoralidad, “fornicación, cual ni aún se oye entre los gentiles” (I Corintios 5:1). En este caso, parece que la iglesia estaba enterada de la relación de incesto, y no habían tomado ninguna acción. El Señor mismo proveyó estas instrucciones cuando les enseñó a Sus discípulos: “Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos. Si te oyere, habrás ganado a tu hermano. Pero si no te oyere, toma uno o dos testigos contigo, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos dilo a la iglesia, y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mateo 18:15-17)