“ Yo me comunico a los humildes y a los sencillos, porque enseguida dan crédito a mis gracias y las aprecian mucho, aunque sean ignorantes y pobres...

Pero con esos otros que tú ves, Yo soy muy reácio, porque el primer paso para que el alma se acerque a Mí es que me crea. Por eso, esas personas, con toda su ciencia y cultura y hasta santidad, nunca perciben un rayo de luz celestial, o sea, que van por el camino natural y jamás llegan a tocar ni siquiera un poco lo que es sobrenatural…

… Por eso, durante mi vida mortal no me siguió ninguna persona de cultura, ni un sacerdote, ni un poderoso sino todos ignorantes y de modesta condición, por ser más humildes y sencillos y también más dispuestos a hacer grandes sacrificios por Mí” (Jesús a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, la pequeña Hija de la Divina Voluntad)

Señor, no se enorgullece mi corazón ni levanto con soberbia la mirada, no voy buscando cosas grandes, superiores a mi capacidad. Estoy tranquilo y sereno como un niño en brazos de su madre, como un niño saciado es mi alma. ¡Confíe Israel en el Señor, ahora y siempre!

Yo Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios e instruídos y las has revelado a los pequeñuelos. ¡Sí, Padre, porque así Te ha agradado!

Cuando Israel era pequeñito Yo lo he amado y de Egipto he llamado a mi hijo. Pero cuanto más lo llamaba, más se alejaban de Mí…...A Efraim Yo le enseñaba a andar, llevandole de la mano, pero no comprendían que cuidaba de ellos…

Yo los atraía con vínculos de bondad, con lazos de amor; era para ellos como quien toma en brazos a un niño y lo levanta hasta su mejilla; me inclinaba sobre él para darle de comer.

Cuidado con despreciar ni a uno solo de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en el Cielo estan viendo siempre el Rostro de mi Padre que está en los Cielos.

Hemos sido amorosos entre vosotros, como una madre que alimenta y cuida de sus criaturas

Dejad que los niños vengan a Mí, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Gustad y ved qué bueno es el Señor; dichoso el hombre que se refugia en El.

Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios mandó a su Hijo, nacido de la Mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a aquellos que estaban bajo la Ley, para que recibieramos la adopción de hijos. Y que somos hijos lo demuestra el hecho de que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que grita: ¡Abbá, Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo, y siendo hijo eres también su heredero por Voluntad de Dios (Gálatas 4,4-7)