Dios que se esconde La imagen que contemplamos es un conocido bajorrelieve de terracota, es muy expresiva y elocuente.
El Padre El Padre de la misericordia se curva compasivo para mantener al ser humano caído y sujetarlo por los costados.
El Hijo El Hijo se arrodilla ante su cuerpo deforme, y le toma de los pies en un gesto que nos recuerda el beso después del lavatorio.
El Espíritu Y esos dos vértices de ternura compasiva se cierran por un incendio de amor ardiente que se hace presencia descendente del Espíritu de Dios. Su vuelo raudo viene a infundir la llama de la vida al que tendido, está a punto de perderla.
El ser humano El ser humano, en su último aliento, recibe el beso del Padre en la sien, el del Hijo en los pies, el del Espíritu en su corazón.
El Dios que se esconde La herida del Dios que se esconde es la humanidad doliente. Desde ahora no podremos contemplar la dulzura del Triple Amor, sin ver los efectos redentores de la encarnación: porque al asumir nuestra débil condición, y hacerse él Hijo mismo carne de pecado, Dios nos ha revelado el misterio escondido desde antes de los siglos: el amor oculto es un amor herido.
Su amor Nuestro Dios se esconde en el amor Frágil, el amor herido, el desarmado para siempre en comunión con nuestra humanidad derrotada, que espera y sueña una salida hacia la anchura de corazón, la única comunión verdadera que le puede abrir a la esperanza. “Dios que se esconde” Xavier Quinzá. Desclée De Brouwer. Bilbao 2006