Te miraré, hijo del alma, y aunque también hayas fallado, me enfocaré en el don que eres, el don que en ti, Dios nos ha dado.
Iré diciéndote lo bueno, tu humilde y propia letanía de sencilleces cotidianas y de bondades y alegrías
Queridos hijos les diremos todo lo bueno de sus vidas, y de su edad y de su tiempo y de sus sueños y fatigas;
y del amor que los enciende, y del valor de las heridas... Y al ir diciendo el bien, sabremos que nuestra vida está bendita.
Y al ir nombrándote, hijo nuestro, desde lo bueno, desde el “gracias”, sabrás que te estoy bendiciendo, y besará la paz tu alma.
Pues mientras oyes nuestro rezo hecho mirándote a los ojos, sabrás que el Dios Bendecidor derrama Amor entre nosotros.
“Bendecidor”: Dios de los Bienes, Dios que diciéndolos, los crea; “bendecidor”, quien los contempla, los repronuncia y los recrea.
Tal es la gracia que heredamos, tal la misión que compartimos: contempladores amadores, bendecidores bendecidos.
Queridos hijos, les diremos todo lo bueno de sus vidas...