La cotidianidad de Nazaret Pase automático

Vivimos en una cultura de grandes titulares que deslumbran por un instante y desaparecen como espuma.

Mientras tanto, se diluyen en la letra pequeña acontecimientos trascendentales de la vida, que se vuelven invisibles.

En este contexto cultural, volvemos nuestra mirada a Nazaret En este contexto cultural, volvemos nuestra mirada a Nazaret. Porque la vida de Nazaret siempre ha sido inspiradora de sentido y de calidad evangélica en la cotidianidad de todos los cristianos.

En Jesús se nos revela el estilo de Dios que sigue alumbrando nuevas posibilidades de vida verdadera, escondida en innumerables cotidianidades.

El Hijo se encarnó en Nazaret, asumiendo la cotidianidad (Jn 1, 14 y Flp 2, 6-8)

Se encarnó en María, y allí se fue gestando sin adelantar el proceso ni un solo segundo por la prisa, ni detenerlo un instante por la irrelevancia.

En cada gesto de Jesús se podía leer su origen: la influencia de María y de José.

La fortaleza que imprimió en sus brazos el trabajo de carpintero, las expresiones que recordaban la sabiduría aprendida en el hogar, día a día, al lado de sus padres.

¿Qué calidad de vida experimentó Jesús en Nazaret, para salir después a comunicarla, y afirmar que había venido para que tuviésemos vida en abundancia?

¿Cómo escuchó a José decirle “hijo”, y cómo lo vio y lo amó Jesús… para reconocerse después como el Hijo del Padre y llamarle también “abbá”, como a José?

¿Cómo influyó en Jesús la experiencia de contemplar en el rostro de una mujer, María, su madre, la manifestación más trasparente de Dios en este mundo, para después tratar a la mujer de una manera tan diferente de la exclusión patriarcal de su tiempo?

En Nazaret, Jesús iba creciendo en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52)

Nazaret era un pueblo sin relevancia bíblica ni social. Treinta años vivió Jesús en Nazaret. Allí echó unas raíces que lo marcaron para toda la vida.

Con su sensibilidad despierta, aprendió las costumbres de su pueblo, lo auténtico y las deformaciones.

A los campesinos, despojados de sus tierras pequeñas por el imperio romano, los encontró en las plazas esperando todo el día a que alguien viniese a contratarlos; y leyó la angustia en sus rostros con familia y sin salario.

Conoció, como vecino, las historias de ovejas y de lobos, de viudas en el desamparo social, de hogares asaltados durante la noche.

Aprendió a sembrar con los campesinos del pueblo, y a interpretar los colores del cielo para saber si saldría el sol o si llovería.

Las profesiones y oficios más sencillos, y el vocabulario más común, han quedado unidos para siempre al lenguaje para hablar de Dios y de su Reino en la historia.

Esta es la cultura en la que creció y a la que amó.

A Jesús se le conoce como el carpintero (Mc 6,3)

El trabajo de Jesús no fue relevante, y era precario e inestable pues, en aquella sociedad agraria, dependía en gran medida del éxito o fracaso de las cosechas.

Al percibir la dignidad del trabajo y su sentido, no tendrá temor Jesús en comparar a su Padre con el podador de la viña o con el sembrador que siembra la semilla en el surco

la unidad entre oración Cuando en el trabajo nos encontramos con Dios, sintiéndonos unidos a él y colaborando con él, llegamos a experimentar la unidad entre oración y trabajo.

Jesús volvió con ellos a Nazaret (Lc 2, 51)

La vida de Nazaret tiene una importancia decisiva La vida de Nazaret tiene una importancia decisiva. No es solo un tiempo de paso hacia la vida pública donde Jesús anuncia el Reino de Dios.

Nazaret es ya tiempo de salvación, lo mismo que lo es su actividad en las orillas del lago o su muerte en el Calvario.

Desde Nazaret, Jesús nos enseñó a mirar la vida cotidiana de otra manera.

Nada existe que sea irrelevante para el designio de Dios, ni indiferente a su corazón.

Los espacios irrelevantes, las personas que no figuran más que en las estadísticas anónimas, encuentran en Nazaret una vida que les revela su dignidad y sus posibilidades.

Necesitamos volver a Jesús de Nazaret de manera personal y comunitaria, para acoger la novedad inagotable que despierta en nosotros.

Porque Nazaret no es sólo una realidad de paso hacia la adultez de las personas, sino una dimensión permanente de la vida.

Crecemos en la vida cotidiana desde: la calidad de vida evangélica de nuestra cotidianidad, y desde la atención a cada momento y a cada persona.

La Familia de Nazaret es luz y camino en la vivencia de lo cotidiano.

¡Feliz fiesta de la Sagrada Familia! Texto tomado del libro: “Letra pequeña. La cotidianidad infinita”, de Benjamín González Buelta, sj Realización: Rosario Hernández, ssj