Números capítulo 30
Se discute aquí las condiciones bajo las cuales podía ser alguien liberado de un voto. Lo que preocupa en este capítulo: la relación entre la institución de la familia y las formas del culto. Una mujer podía ser liberada de su voto en una de las siguientes maneras: por su padre, suponiendo que aún dependiese de él; por su esposo, en el momento de su matrimonio con él, si había hecho el voto antes de la boda; por su esposo si había sido hecho el voto durante el matrimonio.
El padre o el esposo aprobaba el voto si se mantenía callado, pero debía negarlo expresamente al momento de escuchar de él. Las viudas y las mujeres divorciadas no podían ser liberadas de los votos que habían hecho.
¿Qué es un voto? En la Biblia, un voto es una promesa solemne que le hacemos a Dios. Puede consistir en un compromiso de hacer algo, ofrecer algún regalo, realizar algún servicio o abstenerse de ciertas cosas. Los votos se hacen por voluntad propia. Ahora bien, Dios los considera sagrados y de obligado cumplimiento, pues tienen la fuerza de un juramento por el que se promete hacer o dejar de hacer alguna cosa (Gén. 14:22, 23; Heb. 6:16, 17).
Núm 30:2 “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca.”
Moisés recordó al pueblo que las promesas hechas a Dios y a otros tenían que mantenerse. En los tiempos antiguos, la gente no firmaba contratos por escrito. La palabra de una persona era tan valiosa como una firma. Para hacer que un voto fuera más obligatorio, se daba una ofrenda junto con él. Nadie era forzado por ley a hacer un voto; pero una vez que se hacía, se tenía que cumplir. El romper un voto significaba una confianza perdida y una relación rota. La confianza todavía sigue siendo la base de nuestras relaciones con Dios y con los demás. Así que una promesa rota en la actualidad, es igualmente dañina como lo era en los días de Moisés.
Bajo la ley israelita, los padres podían invalidar el voto de los hijos. Esto beneficiaba a los jóvenes ya que evitaba que hicieran promesas necias o compromisos costosos. De esta ley se desprende un principio importante tanto para los padres como para los hijos: los jóvenes que aún viven en casa con sus padres deben buscar su ayuda al tomar decisiones. La experiencia de un padre puede salvar a un hijo de cometer un error grave. Sin embargo, los padres deben ejercer su autoridad y responsabilidad espirituales para guiar a sus hijos con cautela y gracia. Ellos también deberían permitir que sus hijos aprendan de sus propios errores mientras lo protegen de situaciones desastrosas.
La historia de Jefté ilustra la insensatez de hacer votos sin entender las consecuencias. Antes de llevar a los israelitas en batalla contra los amonitas, Jefté - descrito como un guerrero valiente — hizo un voto imprudente que él le daría al Señor a quien primero salía de las puertas de su casa a reunirse con él como vencedor. Cuando el Señor le concedió la victoria, quien salió a reunirse con él era su hija. Jefté recordó su promesa y le ofreció al Señor (Jueces 11:29-40). Lo qué nos muestra esta narrativa es la locura de un voto imprudente.
Por esta razón Jesucristo dio un nuevo mandamiento sobre los votos Por esta razón Jesucristo dio un nuevo mandamiento sobre los votos. "Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede" (Mateo 5:33-37).
El principio aquí es claro para los cristianos: no hagan votos, o al Señor o uno al otro. En primer lugar, no es posible saber con certeza si podremos cumplir nuestros votos. El hecho de que somos propensos a los errores de juicio que forman parte de nuestra naturaleza pecaminosa significa que podemos hacer votos tontamente o de inmadurez. Además, no sabemos lo que traerá el futuro — sólo Dios lo sabe. No sabemos qué pasará mañana (Santiago 4:14), por lo que hacer un voto que vamos a hacer o no hacer algo es una tontería.
Dios es el que está en control, no nosotros, y él hace que "todas las cosas nos ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28). Sabiendo esto, podemos ver que es innecesario hacer votos y que el hacerlo indica una falta de confianza en él. Finalmente, Jesucristo manda que nuestra palabra sea suficiente sin hacer votos. Cuando decimos "Sí" o "No", eso es exactamente lo que deberíamos querer decir. La adición de votos o juramentos a nuestras palabras nos abre a la influencia de Satanás cuyo deseo es atraparnos y comprometer nuestro testimonio cristiano.