Yo, Simón Texto del P. Juan María Gallardo Mónica Heller para el curso El Arte de Perdonar www.oracionesydevociones.info.

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Descalzarse para entrar en el otro.
Una vez un Sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía… al pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a orar.
Descalzarse para entrar en el otro.
Texto del P. Juan María Gallardo Mónica Heller para el curso El arte de perdonar
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Descalzarse para entrar en el otro/a
EL SUSTENTO DE LAS PAREJAS
Hubo una vez dos mejores amigos…
Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno.
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Casarse es como ir a un restaurante con amigas, pides lo que deseas y cuando ves lo que la otra tiene, te gustaría haber pedido eso. Tienes dos opciones.
Descalzarse... para entrar en el otro
Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno.
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Una maestra en Nueva York decidió honorar a cada uno de los estudiantes que estaban a punto de graduarse del colegio, diciéndoles de la diferencia que.
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Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno.
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“REPORTANDOME”. “REPORTANDOME” Una vez un Sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía… al pasar por el altar decidió quedarse cerca.
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Una maestra de Nueva York decidió honrar a cada uno de los alumnos que estaban a punto de graduarse en el colegio, hablándoles de la huella que cada uno.
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Una maestra en Nueva York decidió honrar a cada uno de los estudiantes que estaban a punto de graduarse del colegio, hablándoles de la diferencia que cada.
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Una maestra decidió condecorar a cada uno de los estudiantes que estaban a punto de graduarse, expresándoles la diferencia que cada uno de ellos había.
Casarse es como ir a un restaurante con amigos, pides lo que deseas y cuando ves lo que el otro tiene, te gustaría haber pedido eso. Tienes dos opciones.
Una maestra en Nueva York decidió honrar a cada uno de los estudiantes que estaban a punto de graduarse del colegio, diciéndoles la diferencia que cada.
Querido nieto: El otro día tuve una experiencia religiosa muy buena, que quería compartir contigo.
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Una maestra en Nueva York decidió honorar a cada uno de los estudiantes que estaban a punto de graduarse del colegio, diciéndoles de la diferencia que.
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Transcripción de la presentación:

Yo, Simón Texto del P. Juan María Gallardo Mónica Heller para el curso El Arte de Perdonar www.oracionesydevociones.info

¡Por favor, Señor, ayudame! Esa tarde, haciendo mi habitual rato de oración, me enojé filialmente con Dios y le dije: -”Señor, ¡no puede ser...!; tené piedad de mí. Estoy mal.; me duele el alma y tengo un auténtico nudo en el estómago. ¿Qué vas a hacer conmigo? Ya no doy más. ¿Por qué permitís que pasen estas cosas? ¿Me podés decir qué les ves de buenas? No sólo no me están santificando sino que me van a llevar al infierno. ¡Por favor, Señor, ayudame!

Y fue en ese momento, cuando apareció la Virgen y me tomó de la mano. Sin decirme nada, me llevó a la oficina. Al ver a mi jefe, vinieron a mi memoria los disgustos que me estaba provocando; su pésimo carácter, su arbitrariedad y la presión y humillaciones a las que me sometía.

Mientras recorría la mirada por mi despacho, me encontré –de pronto- con un espectáculo impresionante. La Virgen me mostró a Jesús que pasaba con su Cruz. Se notaba que lo habían azotado: estaba ensangrentado, lleno de moretones y coronado de espinas. Junto a Jesús, estaba Simón de Cirene, ayudándolo a llevar el leño.

Yo había estado por la mañana. En ese momento la acompañaba Papá. Luego la Virgen me llevó al hospital donde mi madre estaba luchando contra un cáncer que la estaba devorando. Yo había estado por la mañana. En ese momento la acompañaba Papá.

La Virgen señaló la puerta. Miré y vi entrar a Jesús con su Cruz La Virgen señaló la puerta. Miré y vi entrar a Jesús con su Cruz. Me volví a impresionar: tenía los pies descalzos; las rodillas y un hombro en carne viva, después de las caídas. Detrás del Señor, continuaba Simón. Quise mirarle el rostro para saber si estaba contento o amargado, llevando la Cruz. No pude.

Camino a casa, la Virgen me mostró que, junto a otras situaciones que me generaban angustia y dolor estaba Jesús acompañado por su Cruz y por Simón. Al llegar a casa, no pude aguantar el peso de mis tristes recuerdos y remordimientos. De mano de la Virgen, lloré mis errores, mis faltas de caridad, mi indiferencia, mis rencores, mis malos ejemplos, mis enojos...

Me dolieron, también, la ingratitud de los míos y su frialdad Me dolieron, también, la ingratitud de los míos y su frialdad. Me sentí culpable por ellos. La Virgen volvió a señalarme a Jesús que pasaba -por mi casa- con su Cruz y me mostró los frutos de amor y paz que la Cruz había conseguido. Detrás de Jesús, continuaba Simón.

Me acerqué. Continuaba con la cabeza baja, mirando el piso. Impulsado por un agradecimiento que brotaba del corazón, quise agradecer a Simón su ayuda a Jesús y su colaboración en la redención. Me acerqué. Continuaba con la cabeza baja, mirando el piso. De cerca confirmé lo que de lejos había percibido: Simón era de mi estatura y de mi contextura física; además, vestía ropa que yo ya conocía. Simón, levantó su cabeza y me miró.

Y vi que Simón era yo; que yo era Simón Y vi que Simón era yo; que yo era Simón. Y el Señor me dijo: ¡Gracias por ayudarme a llevar la Cruz!